viernes, 27 de agosto de 2010

Y el reloj, en tu puño marcó...

No, si la verdad es que después de arrancar la mañana pidiendo a treinta (29 en realidad, el número era estimativo pero ya me hinché las pelotas) educandos, el futuro del país, la luz que nos guiará a un futuro mejor, que saquen de lo profundo de sus mochilas una fotocopia que les dejara el viernes pasado, de UNA hoja, y que de los 29 sólo 4 la tengan;

Después de saber que el martes próximo elegiremos al Maestro del Año, para que alguien se gane una notebook y salude al gobierno nacional y popular de Vicente Barrio, se saque la foto y cantemos Gloria y Loor, al padre del aula, la Sarmiento inmortal;

Después de desayunar con un café Dolca porque se acabó el de cafetera, y de que durante la mañana y la tarde me llamen pidiendo por favor que no aparezca a reuniones que pedí porque me pidieron que las pida, y que nadie llame a quien tenían que llamar, léase a quien nos quiere sacar de su local;

Después de recorrer todo el Carrefour buscando una cortina de baño para poder cambiar ese pedazo todo roto y enmohecido y no encontrarlo hasta casi irme, de gastar casi 200 pesos en tres bolsas de NADA, y de darme cuenta que el 20% de ese gasto va a parar a mi cabeza, donde no hay tanto cabello que justifique semejante erogación, y también de revisar que de mis últimas 3 compras en el súper, el 90% de los importes fueron comprando escabio;

Después de recorrer un Shopping y recibir una inyección de realidad, que consistió en ver que las llamadas liquidaciones son 4 ó 5 productos con precios inflados y rebajados casi en idéntica proporción, y además a precios inaccesibles para alguien con un trabajo honesto;

Después de caer en la consideración de que me faltan millones de libros por leer, pero ni aún en los más premiados y renombrados y muertos y hábilmente inflados novelistas de Alfaguara y Tusquets encontré una puta historia que me atrapase como para siquiera poner bajo la lectora el código de barras como para evaluar la compra;
Después de malinterpretar la pregunta de un cachivache con los pelos de Lion-O y los modales de Gatúbela, y recibir un “lavado de cabeza” que se excedió en cuidados y atenciones demasiado cerca de mis orejas y mi nuca, if you mean what I say, por lo que estuve a punto de perder mis escasos rasgos de urbanidad y acometer a mamporros al impresentable de marras, y superado este lapso harto desagradable, comprobar que, por más milagros que haga el gay de pelo de indio y sus tijeras de desmecha, lo que Natura non da Capilatis non presta;

Después de comer a las apuradas unas empanadas y tratar de bajarlas con un resto de Coca-Cola del lunes y que, efectivamente, no alcance, y de caer en el detalle de que no había guardado en la heladera los porrones de Zillertal que como un opa compré en la línea de cajas del súper;

Después de intentar entrar el coche y no poder abrir la maltratada puerta del garage, que como es compartido, exime a todos de responder por cualquier desgracias (y ni hablar de si, realmente, nadie tuvo nada que ver y fuimos víctimas de una tentativa de robo), y da derecho a los consultados de sentirse atacados mientras el único que se jode es uno;

Después de todo eso, decía, lo único que me falta es no poderme dormir, que a las 7 hay que arrancar.



Son las 3.

martes, 17 de agosto de 2010

Letras vivas


Un domingo con fútbol para todos, pero que para él estaba vedado (le habían cortado la luz al siempre postergado Lado Sur de su ciudad), se encontró con la necesidad de hacer algo para matar el tiempo mientras volvía la posibilidad de mirar los partidos -no porque no tuviera nada que hacer, sino porque no quería hacer todo eso...-, y se puso a ordenar todas las porquerías que tenía desperdigadas en la biblioteca: llaves que no abrían ninguna puerta y que estaban ahí hace siglos, impuestos pagos y de los otros, CDs en blanco, etc. Y entre todos los papeles que vio, encontró un sobre blanco, de una carta que se entrega en mano (es decir, sin estampillas), con su nombre puesto en una letra que conocía pero no podía identificar. Así que lo tomó, y extrajo del sobre dos hojas de cuaderno, y se apresuró a ver quién había firmado la carta.

Era de un viejo amor, y sacando cuentas, por el tono y el contenido de la misiva, dedujo que la misma estaba escrita hacía al menos ocho años. Notablemente sorprendido, no sólo por el hallazgo sino también por las elogiosas palabras de cierre (todo lo que contenía la segunda hoja), se decidió a leerla. No era algo que realizara frecuentemente, esto de rememorar cosas de historias pasadas, y se adentró en la carta tratando de recordar en qué momento de su relación se había dado esa situación que llevó a su ex a escribirle semejantes glosas de agradecimiento y de declarado amor.

Y una nueva sorpresa lo invadió: él, que ya no se creía capaz de despertar esa clase de sentimientos, al men os supo que efectivamente sí lo pudo hacer años a. Se lamentó de haber tirado a la basura tantas otras lineas, con ese u otros tonos, de esa persona y de otras a las que también había amado y lo habían amado. Luego de eso, no soportó la tentación de releer todas las cartas que sí había guardado, en su mayoría de su última novia, en las que encontró eso que tanto dudaba de alguna vez tener: la pasión que despertó en la vida de alguien.

Porque, justo es reconocerlo, no todas eran palabras elogiosas, lisonjeras, ni dulces recuerdos de una tarde a la orilla del río: había furiosas diatribas a su falta de carácter, intentos vanos de una reacción que no fue, él, capaz de tener, transcripciones directas de sus miedos y fobias, y de los miedos y fobias que él les despertaba a sus parejas, pero todo eso, junto con las otras, más agradables de leer y recordar, eran, en definitiva, un mosaico de pasiones que, tal vez a pesar suyo, logró insuflar en las personas que lo eligieron, y que por él fueron elegidas, para compartir algún momento, largo o muy corto, feliz o inmensamente traumático, pero por ello intensamente vivo, de su existencia.

Así que se decidió, luego de remover esos sedimentos de tanta vida pasada, intentar la multiplicación de esos correos, la proliferación de esos escritos que desenmascaren sentimientos, que realcen el valor de la palabra, que aviven el fuego interno de esa, su vida, que tan en stand by estaba. Porque la vida es fácil para los que no la viven, para los que la ven pasar.