martes, 29 de junio de 2010

La inconveniencia de mezclar el viagra con el mate cocido

Hay algunas combinaciones que no son agradables para quien las padece, por diversos que fueran esos motivos.

Un ejemplo podría ser llevar puesto un par de zapatos negros y una cartera marrón; o bien, maridar un plato hasta arriba de fideos rellenos a la crema de puerros, con un litro de Quilmes Stout. O bien, tener un incipiente dolor de cabeza, y no poder zafar de una presentación de Fuerza Bruta + DJ Zucker.



O también, por ahí, no está bueno combinar la excesiva expectativa por un encuentro deseado y prometido, con la bajísima tolerancia a la frustración.

lunes, 28 de junio de 2010

Me duele festejar, me gusta igual...


No tengo que estar sentado acá.

Ahora ya es tarde, pero tendría que haberlo pensado muy bien. Debería hacer más caso de esas sensaciones de "peligro inminente", y no confiar en que, como siempre, todo me va a salir bien. Ahora no hago a tiempo a volverme a casa, ni a palos. Y en este pueblo pedorro no debe haber muchos bares abiertos, y la verdad es que ni ganas de buscar uno tengo.

Las sigo mirando, mientras cantan el himno los jugadores, y la hinchada hace esa paparruchada de seguir la introducción con un corito, y realmente no las entiendo. Son amigas, eso está claro. A una la acaban de plantar en el altar, prácticamente. La otra está llorando por una historia que empezó con el tipo que eligió para largarme a mí, y parece que ahora también se terminó. O no, qué sé yo, hace una semana que ni me atiende ni em responde los mensajes.

La dueña de casa me invitó, hay que aprovechar que comemos por acá, aunque no puedo dejar de pensar en la que me dijo que basta, que no de ser amantes no iba a pasar de ahí, que no quería ser más que lo que éramos, que de hecho quería "ser menos", je. Y la verdad es que es raro, todo el escenario. Entre hombres, esta situación es imposible. O termina con la cara de alguno rota. ¿Con qué cara le digo a mi mejor amigo que me gusta la mina con la que estaba saliendo hasta hace un mes? ¿Y que la voy a llamar? ¿Y que, una vez ya cometido el sacrilegio, le cuente que nos seguimos viendo? Claro que no me molesta, debería responder cualquiera, en el caso de que algún desubicado llegue ya a la instancia de creer que puede pregutar semejante cosa...Otra de las razones que me obligan a pensar que no voy a entenderlas nunca.

Pero, como queda dicho, la situación está dada para que aproveche el río revuelto.
Mi cabeza no deja de tirarme ideas para levantar el ánimo de la otra, mientras la dueña de casa me mira cada tanto, cuando la pelota se va al lateral o hay alguna repe, con esa extraña combinación de deseo, culpa (que quiere hacer extensiva a mí...justamente a mí...), tristeza por su propia situación no resuelta aún -y que ambos sabemos que quiere tapar-, y de cosa juzgada, de un "mientras tanto" que ambos, también, sabemos que dentro de unos días será como veremos esta historieta.

La otra, tal vez el verdadero motivo -amén del plato servido- por el cual estoy acá, está en un estado que dudaría mucho en calificar de regular; es definitivamente preocupante. Si no pude ver una reacción o alguna mueca en los goles. Algo pasa con su novio. Algo malo, según escuché que comentaban. No me dicen mucho. No estoy, claro, para eso. Ninguna de las dos me dice mucho de sus historias. Pero al menos, con la dueña de casa corro con la ventaja de que hoy, yo soy su historia.

Pongo el agua para el mate en el entretiempo, mientras ellas bajan a comprar facturas. Quizás se sientan más cómodas en hablar de otros hombres fuera de la presencia del tipo que compartieron (y que no comparten porque la otra no quiere); si tuviese que elegir entre ambas, la dueña de casa perdería más fácil que México. Pero no pasará, sólo hay lugar para su novio en su cabeza, y es claro que no fui nada en comparación con él.

Me duele? Tal vez, pero no sé si me duele el orgullo o es algo más profundo. Por lo pronto, me encargué de contarle todo lo concerniente a mi historieta con su amiga, y a recordarle toda vez que pude que sigo pensando en ella, que sí estoy enamorado de ella. Que por muchos motivos lo de la dueña de casa no es algo serio, pero uno de ellos es, básicamente, que me interesa más volver a ser, aunque sea, lo que era antes de dejar de vernos, pongámosle el nombre que quede mejor, pareja, amante, sextoy, etc.

El partido está definido, la charla entre ellas ya es más parecida a lo esperable, "qué espalda que tiene el 22", "¿cuál es el Pipita?", "ay, mejicano puto, ojalá te mueras (saludo al autor del 3-1)", "¡Qué lindo es el Pipita!" y demases. No puedo soportar verla así. Menos, aún, la idea de que no puedo hacer absolutamente nada para que eso mejore. No tengo lugar hoy en su vida, y no puedo hacer nada para que no piense que lo de salir con su amiga es para estar más cerca de lo que ella me permite; de hecho, lo realmente doloroso es compartir el partido con la dueña de casa y ella, pero es mejor, por la mierda, que no verla nunca más. Aunque...si ellas no se sienten incómodas...¿de qué me quejo?.

Me voy a poner la campera. Nos espera Alemania. Salimos a festejar.

miércoles, 16 de junio de 2010

Coming back to life

Pensó que antes de bañarse, andar un rato por la playa era un buen plan. Así que se sacó las ojotas, se puso las zapatillas, agarró la campera y se dirigió con toda la velocidad de la que disponía, cargando la silla, el mp3, Las partículas elementales a medio leer, y encaró la escalera para no esperar el ascensor. Cruzó sin prisa y sin mirar la desértica Costanera, que en verano le había llegado a hacer perder sus cinco minutos, y desplegó el asiento portable de frente al mar.

Las marcas de la lluvia eran recientes, pero el cielo no se mostraba amenazador, más allá de su tono gris. El viento era calmo, casi indolente. No le provocaba esas típicas meriendas de arena tan usuales en otra parte del año, y al mismo tiempo que se percataba de ese detalle, miró hacia ambos lados y vio la extensión de esa playa que de diciembre a marzo no tiene huecos sin gente. No recordaba la última vez que vio a su San Bernardo casi para él, y tal vez por eso casi ni lo recordaba con gente tampoco, ya que habían pasado varios veranos sin su presencia, que sentía casi como una obligación que no disfrutaba en lo más mínimo, cuando caminar hasta el muelle de Mar de Ajó o hasta La Lucila no se habían convertido aún en una réplica incómoda y desubicada de un martes en Florida y Lavalle.

De modo que, inflando el pecho, respiró el aire del mar, se detuvo dos o tres segundos que le resultaron eternos tratando de calentar ese torrente gaseoso en su nariz, y por último, se calzó los auriculares y se dejó caer pesadamente en el silloncito playero. La pava en el depto no le preocupaba, el sol no molestaba, más bien todo lo contrario (casi que se hacía desear), y una vez que encontró la posición, entrecerró los ojos y cantó en una voz apenas audible pero llena de goce, una canción que hablaba de que soñar no cuesta nada más que tiempo.

Fue allí que, abriendo un ojo para pispear en el display qué tema seguía, se encontró, como si recién hubiera aparecido, o como si no lo hubiese reconocido en un primer instante, con su majestad el Mar Argentino, representante plenipotenciario del océano. Se dejó conmover por la inmensidad, creyó estar en un lugar que no merecía; sonrió con vergüenza de sentirse muy poco merecedor de tal regalo, de tal sensación de plenitud y de menesteroso regocijo. Creyó entender a quienes aseguran que no hay posesiones que te garanticen una vida plena.

El viento, ahora sí, era importante pero no molesto, fuerte pero no invasivo. Como queriendo participar de la reverencia con la que saludaba al mar, lo abrazó con una ráfaga de esplendor y solvencia que le desordenó los escasos pelos y le refrescó la mente. Se sabía afortunado, pero ahora simplemente tenía una compasión por casi toda la gente que conocía, tan intensa que, si no fuese tan pura, podría haberse incluso confundido con la lástima.

Una sombra que le llegó por el rabillo de su ojo izquierdo lo sacó de su ascética contemplación; ella le estaba ofreciendo un mate, menos apurada que extrañada y divertida por la mirada perdida del que (sabía) era su enamorado. Él tomó con sus manos la calabaza, la miró a los ojos, se sacó el auricular izquierdo para oir lo que le decían ella, el mar y el viento, pero sabiendo que no los escucharía; sólo tenía espacio en su mente para creer que no habrá nadie en el mundo que pueda discutirle o negarle, desde ese momento y para el resto de sus días, que la felicidad existe.


martes, 15 de junio de 2010

Volvió la murga, a seducirnos otra vez...




El día (la noche) anterior al 25 de mayo, fecha impuesta como "el Bicentenario" de algo que aparentemente los patriotas de 1810 fundaron ese día intencional y concienzudamente, y que en definitiva es este país, asistí a La Trastienda,
a ver el espectáculo de los que a mí me parecen los Rolling Stones de la murga uruguaya, Agarrate Catalina. No voy a entrar en detalles de la actuación que brindaron, que fue magistral, emocionante, con la calidad de siempre. Más que a eso, quisiera dedicarme a tratar de entender por qué Uruguay puede alojar en su carnaval (el más largo del mundo y el más variado de Sudamérica, ya que Río y su versión pobre, Gualeguaychú, son más espectáculo visual que otra cosa), el candombe, la murga, y así y todo, seguir con el real espíritu del carnaval medieval, que es lo que, más allá de los no feriados actuales, la Argentina Bicentenaria y Buenos Aires ciudad, en particular, han perdido quizás para siempre. Eso, considerando que alguna vez estuviesen presentes.

Pues bien, viendo luego a la Catalina cantando en el Obelisco, me quedó aún más claro que nuestro carnaval no es tan grosso como aquél del otro lado del río, por muchas cuestiones que nos alejan tal vez más profundamente de lo que creemos de los orientales. Es cultural, entonces, la cosa. El ruso Bajtín, decía, a cuento del carnaval, que "en las fiestas oficiales, las distinciones jerárquicas se destacaban a propósito; cada personaje se presentaba con las insignias de sus títulos, grados y funciones. Estas fiestas tenían por finalidad la consagración de la desigualdad, a diferencia del carnaval en el que todos eran iguales y donde reinaba una forma especial de contacto libre y familiar entre individuos normalmente separados en la vida cotidiana por las barreras infranqueables de su condición, su fortuna, su empleo(...)". Al ver a la señora presidente en el palco oficial, bailando (he aquí la definición perfecta de la palabra "eufemismo"), me recordaba que tal vez en una sociedad monstruosa en todos los sentidos de la palabra, como la argentina, ya no deje la posibilidad del trato interpersonal, por muchas razones -la intolerancia y la violencia, tal vez, rankean primeras-, pero también porque ya hay una necesidad de separarse de "la gente" como colectivo a veces necesario, a veces imprescindible pero siempre vapuleado, y la comparación es inevitable: anda circulando el audio del Teatro de Verano de la Catalina en el que Rafa Cotelo, en el cuplé de "los conquistadores", comienza a bardear el aspecto de su nuevo líder, hasta que le avisan...¡que el tipo está presente! No debo decirles lo imposible que se me cuadra que cosas así pasen en nuestro bendito Vicente Nario's Town, sin que haya llamados del Ministerio del Interior pidiendo suavidad, silencio o que directamente no vayan.




Sigue diciendo Bajtín, "ese contacto libre y familiar era vivido intensamente y constituía una parte esencial de la visión carnavalesca del mundo. El individuo parecía dotado de una nueva vida que le permitía establecer nuevas relaciones(...)". Entiendo que hay una diferencia fundamental en cuanto al volumen de gente que vive en Montevideo, que no sé exactamente cuál es, pero en la capital de Argentina, ya viven más que en todo Uruguay. Aunque no sea suficiente, tal vez, para explicar que una ciudad considerada la más europea de Sudamérica, la de mayor oferta cultural, sin duda la que más cantidad de artistas tiene trabajando en sus noches, viva un carnaval tan lastimero, tan chato, tan pedorro, si se me perdona la expresión. Y sin olvidarnos que en muchos lugares, como por ejemplo mi lugar de residencia, ya ni carnaval como los de 1986 u 87 tenemos.

En aquellos, se daba (porque lo he visto y lo recuerdo así hayan pasado 25 años), que el Intendente, el presidente del club, el empresario exitoso, caminaban por la avenida España, frente al Club Alem, que era el epicentro de la joda, expuestos a la guerra de espuma que protagonizaban pibes con caretas del chavo o los Pitufos (esas de plástico con la gomita para ajustarla a la cabeza, que después de muchos años volví a ver en...Montevideo). Al decir de nuestro carnavalero filósofo ruso, "esta eliminación temporal, a la vez ideal y efectiva, de las relaciones jerárquicas entre los individuos, creaba en la plaza pública un tipo particular de comunicación inconcebible en situaciones normales. Se abolía toda distancia entre los individuos en comunicación, liberados de las normas corrientes de la etiqueta y las reglas de conducta". No quiero trillar el tema y tampoco pretendo decir que este gobierno es así y los demás no. Todos los que ví lo han hecho. Pero...recuerdo el palco del 25 de Mayo pasado y veo cómo se ha agrandado la cuestión.


Básicamente, la época del carnaval, creaba un "mundo al revés" en donde había libertad para decir lo que se sintiera, olvidándose de a quién se estaba diciendo, ya que se igualaba a toda la población, y esa especie de catarsis liberadora generaba nuevas formas de contacto. El que siempre estaba arriba era tocado por el de abajo, estaban todos revueltos, y en esa igualación radicaba lo importante del carnaval. Para que todo pudiera seguir como era, tenía que pasar por esa etapa en donde todo estaba dado vuelta. "De allí que todas las formas y símbolos de la lengua carnavalesca están impregnadas del lirismo de la sucesión y de la renovación, de la gozosa comprensión de la relatividad de las verdades y las autoridades dominantes. La segunda vida, el segundo mundo de la cultura popular se construye en cierto modo como parodia de la vida ordinaria, como un "mundo al revés"(...)".

Así y todo, "el humor carnavalesco es, ante todo, un humor festivo. No es, en consecuencia, una reacción individual ante uno u otro hecho "singular" aislado. La risa carnavalesca es ante todo patrimonio del pueblo; todos ríen, la risa es "general"; en segundo lugar, es universal, contiene todas las cosas y la gente (incluso las que participan en el carnaval), el mundo entero parece cómico y es percibido y considerado en un aspecto jocoso; por último, esta risa es ambivalente: alegre y llena de alborozo, pero al mismo tiempo burlona y sarcástica, niega y afirma (...)". Como se podrá apreciar, no es sólo el hecho de que nuestra clase dirigente no parece estar preparada para asumir un error, ni tampoco el tema de poco afectos que son a recibir críticas, lo que más me preocupa. Nada de eso. Lo realmente alarmante, es que no tengamos conciencia de lo liberador que puede ser recordarles a todos estos seres humanos su condición de tales. La posibilidad de decir con risa, risa de burla y de amargura, risa de nervios y de emoción, que no somos tontos, que sentimos, que vivimos, y que nos damos cuenta, que tenemos cara pero tan tontos no somos. Pero claro, para ello, deberíamos al menos sentir que eso es así. El pueblo no se cree capaz de otra reacción que el piquete, la indiferencia (en realidad, esto es falta de reacción, con lo cual estaríamos trabajando con opuestos y es complicarnos más la vida), o el ciberataque, en consecuencia, así estamos.

Al volver de la Trastienda, venía conversando con quien me acompañó, una debutante en lo que a murga se refiere, y me pareció muy buena su observación: "todo muy gracioso pero re bardean!!". Ésa es la idea, pensaba yo. Ésa es la idea, pensarían los Cardozo si supieran el pensamiento que esbozó.

Al vivir un carnaval como, por un lado, hace años no vivía, y por otro, nunca viví (como es el montevideano), pude apreciar esta diferencia aún más marcada. Realmente, considerar al paso de las comparsas disfrazadas con trajes supuestamente elegantes pero remendados (supongo que en lejana reminiscencia con el arlequín), con bombo, redoblante y platillos sin muchas variantes rítmicas, y pibes bailando con una gracia más cercana a la epilepsia que al compás de la percusión, todo ello sazonado con travestis de muy poca elegancia haciendo de vedettes, considerar "todo" eso, decía, como carnaval...es realmente pobre. No desdeño del trabajo de todos esos agentes, simplemente critico la cortedad de sus pretensiones. Nuestros corsos se reducen a lo más básico de la murga (los instrumentos), lo más decorativo de los desfiles (un baile, como queda dicho, patético), y con estandartes que no calificarían para un concurso de de carteles de tránsito. Todo esto, hablando de lo porteño, para trazar un paralelo con la otra capital.

En Uruguay, la historia queda oficialmente inaugurada (o al menos eso entendí) con el desfile de llamadas. Esto es, muchas (muchas en serio, a la número 20 me aburrí y me fui) agrupaciones de negros y lubolos -blancos que se pintan de negro, que hoy son la mayoría- cuyas banderas y estandartes son grandes denserio y las mueven realmente muy bien; un grupo de bailarinas, las vedettes, cuyo nivel decaía a lo largo de las pasadas; un grupete de personajes característicos, la mama vieja, el escobero, que tienen toda una tradición que oportunamente les contaré; y luego, lo que a mí me convocó: la cuerda de tambores, tocando el candombe, sólo con mano y palo. Sí, es cierto que ya no hay negros, casi; sí, es verdad que después de la comparsa número quince, es todo igual; pero lo que no se puede creer, es lo que se siente al llegar ese enjambre de cueros sonando; es una manada de toros que arrolla la sed, el hambre y las sillas a su paso, nadie se puede quedar sentado ni indiferente ante semejante vibración. No por nada los gobiernos obtusos de la corona y sus descendientes, prohibieron el candombe: no lo entendían, pero le temían.

Con esto solo, ya tenemos para darnos por vencidos; las comparsas bailan mejor y no parece que les picaron en el pie 48 medusas; los trajes están mucho mejor, hay una intención estética en cada pasada de cada elemento de cada agrupación; y queda ya dicho lo de chico, piano y repique.

Peeeeeeeero, ahora es donde empezamos a perder por goleada y abandono: la murga. Agarrate Catalina es una de las mejores de la actualidad, pero también están A Contramano, ganadores del concurso oficial en 2009 y 2010, Falta y Resto, de gran repercusión y muchos hinchas en Argentina, Demimurga, de las mejores "desconocidas" que vi, Queso Magro, y hay como 20 más. O sea, tampoco es que al ser pocos hacen las cosas por la mitad.

Hay un mandato, casi, que marca la pauta de qué debe ser una murga, y de dónde tenemos el problema nosotros: "la murga debe hacer pensar". Todo dicho. La murga uruguaya tiene un tinte político que acá nadie quiere escuchar, principalmente porque nuestra dirigencia no admite errores ni críticas y porque los opositores no saben cómo capitalizar y que no se les vuelva en contra. Y, como para que quede claro, estamos tan pero taaaaaaan lejos, que incluso en el reglamento del concurso (sí, lo tienen que hacer porque si no los des-ca-li-fi-can) están, por un lado, la idea de la crítica y, por otro, el buen gusto. Haré el intento de colocar ejemplos de "Civilización", de la Catalina", en cada uno de los artículos del reglamento que elegí. Veamos:

La murga, esencia del sentir ciudadano, conforma esa verdadera auto-caricatura de la sociedad, por donde desfilan (...) los acontecimientos salientes de la misma (...) tomados en chanza y en su aspecto insólito, jocoso y sin concesiones. " Civilicemos al Pepe", trata de que tienen un presidente nuevo al que hay que "educarlo con premios, igual que a los bebitos, y al conjugar bien un verbo, regalarle un rabanito". Clarito, no? Y acá todavía tenemos gente que escribe en diarios de gran tirada que tenemos una presidenta. Por favor. No sólo aceptamos barbaridades, sino que las legitimamos día a día. Y estamos hablando de una boludez ortográfica...

La veta de protesta aguda, irónica, mordaz, inteligente y comunicativa, es la estructura y esencia de la murga. "

“El enemigo es poderoso y sanguinario, y está invadiendo nuestros dominios.
-Discúlpeme, mi capitán, pero le aclaro: somos nosotros los que invadimos.
-No puede ser, entonces soy de otra trinchera, y son ustedes otros soldados!
-No se preocupe, le cambiamos la bandera, y abrimos fuego para otro lado". ¿Podríamos considerar al vicepresidente, a varios ministros, y tantas otras alimañas políticas (no llegan a la calificación -zoológica- de "animal político”) como homónimos de este general? Vamos, sincérense, zoncitos, hagan de cuenta que estamos en carnaval!

El reglamento aconseja y restringe la acción crítica y satírica de la murga: la obliga pero la limita. Fíjense: "...Y si la situación lo requiriera, mostrará la dureza conceptual de su crítica, que es su verdadera esencia. El panfleto político o demagogia, como elementos integrantes de la misma, le retacean creatividad y la despojan de la natural y espontánea creatividad popular".
La Catalina siempre fue pro-Mujica, de hecho hizo el spot de campaña. Pero no se quedó con ello, y si bien incluyó en su cuplé una pequeña celebración, al toque volvió a su raigambre de murga y comenzó la crítica:
"después de la resaca, rumbo al laburo, ya estábamos un poco más inseguros.
Entre los compañeros se comentaba, 74 ñoquis, la veo brava.
Tá caprichoso, tiene sus mañas, casi se queda frito en la bicicleta de la campaña". Qué bien le vendría a Copani, por ejemplo, aprender que no sólo se puede, sino que también se tiene que estar, como artista, de todos los lados posibles. Si no, no hay arte, hay panfleto. A menos, claro, que no le moleste ser un agente de propaganda. Sé de mucha gente que hace un trabajo que le disgusta porque la paga y los beneficios son buenos.

• “Sus libretos deberán contener esa particular esencia murguera donde se destacan la críticas de actualidad, la sátira y la jocosidad, descartando los textos groseros”.
Bueno, también sabemos, entonces, por qué probablemente no haya muchas murgas cantando en Show Match ni se hable de ellas en Intrusos. Aparentemente lo que la gente quiere es la puteada porque sí, la Granatta abriendo las patas (ya es más poética esta rima burda que cualquier cosa que esta piba diga), y cómo se gritan Alfano y Pachano (acá no hay rimas, no se ilusionen), con lo que el asunto de evitar los textos groseros hace parecer a diecisiete borrachos que cantan como diarieros, como el Cenáculo Francés.


Como para ir cerrando, les cuento que una de las partes características, y tal vez más divertidas, de la actuación de la murga, es el salpicón, que consiste en repasar de modo cómico lo más importante del año que pasó, dando un pantallazo crítico de la realidad social. Si quisiéramos -y esto es otra de las cosas que nos distinguen del vecino país-, con lo que hasta hoy pasó en Argentina, tenemos tema de salpicón para 3 murgas de cada uno de los cien barrios porteños. Algunos: Aníbal Fernández contra Mirtha Legrand, el megacanje de la deuda, el Fino Palacios, Redrado acuartelado en el Central, Aníbal Fernández contra Nicole Neumann, el cerdo de Néstor
, Aníbal Fernández contra la Nelly -una historieta...-, la merluza para todos, Redrado y Luli Pop, la mafia de los medicamentos, la Ley de Medios, Macri jugando a ser Susana Giménez, el Bicentenario, y podemos seguir...

Ah, de con quién fui a la Trastienda, no les voy a decir una palabra.


lunes, 14 de junio de 2010

You reduce me to cosmic tears, Luminous more so than most anyone


No recuerdo dónde lo leí o quién me lo dijo, pero tengo por cierto, desde ese día en que lo incorporé como dato empírico, de que los seres humanos no soñamos con sonidos. Es decir, recordamos el sueño, pero como si fuera una peli que vemos tarde a la noche en cinecanal, que la dejamos en mute, total hay que leerla. Y esa idea, que hace poco tiempo conozco, me vuelve a la cabeza cada vez que me acuerdo de una mañana en que me desperté sobresaltado, luego de haber soñado una cita en un bar con muy pocas luces, con ella.



Ella era igual pero distinta. Igual a como yo la recordaba, su perfil, su persistente indiferencia, su perfume (nadie me asesoró acerca de los olores y el sueño), pero había algo que no me permitía sentirla como la que yo conocía. No era algo físico, al menos eso creía, era más bien una actitud. Aunque luego de un rato, de imágenes superpuestas en caprichoso orden, pude ver lo que me hacía confundir. Cómo no haberlo visto antes. El pelo. De golpe apareció ante mí, sonriente, pero con una invasión sobre su frente, un flequillo que le cambiaba las facciones, la fisonomía de su rostro, hasta casi no reconocerla. Y sin embargo, seguía estando ahí, seguía siendo ella. Y lo nuevo era, también, que sonreía. Sonreía hacia donde yo estaba, por lo que atiné casi como reflejo a mirar para atrás, esperando la llegada de no sé quién, que en definitiva, para mí, tenía que ser el destinatario de esa apertura al diálogo, al acercamiento, al éxito. No recuerdo una palabra, una vez que me percaté que, al fin, esa sonrisa era para mí. Sí, suena en mis oídos esta canción , que primero asumí como cantada por una banda, por la sensación de música en vivo que se despertó en mi pecho, pero que luego reconocí de los parlantes y de su boca. Sí, ella la cantaba, como si la supiera, y de hecho no se equivocó ni en el "uau!" final, que casi nadie escucha.


No pongo muy seguido ese CD, porque tiene muchas contras: la primera es que está dentro de la categoría de "discos que tengo que escuchar enteros". Para que ello suceda, hay que tener más de una hora disponible, y últimamente eso no está pasando. Por otro lado, está medio rayado porque ya es viejón, lo tengo desde que salió y desde la época en que mi discografía no llegaba a las tres cifras -hoy ya está en las cuatro-. Y también, seamos francos, no me traía buenos recuerdos, ya que ese sueño me alteró bastante la percepción de lo que en ese momento (y mucho tiempo después también, y ahora también) no era más que una obsesión, una unilateral intención de pareja.


Siguiendo con los sueños, o algo de eso, hay mucha gente entusiasmada con eso de los deja vu. A mí no es algo que me apasione, porque aparentemente son engaños de nuestra mente, que cree haber representado antes algunas situaciones que están pasándonos right now, y es tan jodida la guacha que nos la hace comer entera, y nosotros tan campantes saliendo a decir "esto ya lo viví". Bien, tuve algunas de esas. Pero son más frecuentes los sueños. Aunque, debo decir, a veces sueño cosas, no exactamente como luego me pasan, pero con algún componente. Como anoche. Volví a vivir algunas cosas, ayudado por algunos retoques estéticos que ella, la del sueño,-en mi mente con y en la realidad sin y ahora, en ambas con el pelo en la cara-, desatendiendo absolutamente cualquier coincidencia, decidió llevar a la Luna.
Algunas cosas, dije. Me faltó la música. Qué bueno que la mente asocie canciones con momentos, ¿no?. Si me disculpan, tengo una canción que escuchar una y otra vez. Salud.


PD: Gracias a José, mi hermano, que me enseñó a mandar al link a la gente...

lunes, 7 de junio de 2010

...Y que me esperan más aeropuertos...


-Me voy, moniquita- dijo Betty. La frase no sonaba a apresuramiento ni a arrebato. Era algo pensado, sentido, urgente pero no apurado.


-¿Adónde te vas?-La pregunta de Moni ya no tenía el mismo tono. Era más bien una especie de anticipo de la catástrofe que sabía se vendría luego de la decisión de su amiga.


-A Estados Unidos. Tengo un pasaje sacado, me voy el lunes. De ida.

Betty se casaba el viernes posterior, con lo que Moni dedujo que no iba a llegar a tiempo a la boda. No podía decir que lo esperaba, porque nunca se lo hubiera imaginado. Pero sí podía decir que la sorprendió muy poco esa intempestiva acción, de las que Betty solía tomar. Nunca sin pensar, pero siempre demasiado decidida y violenta como para creer si a todas sus ideas no les faltaba un golpe más de horno.


Moni prometió guardar el secreto, porque se sabía capaz y porque Betty se lo había pedido. Su familia le había enseñado que los secretos se mueren con uno, y a lo sumo, con dos. Y que el secreto que se divulga, no es culpa de quien lo confió, sino del estómago resfriado que le había fallado a quien, evidentemente superado (pues nadie contaría un secreto si no le fuera imposible guardarlo) le entregaba parte de su vida. Y en este caso, era un parte importante, el momento para el que supuestamente están emocionalmente entregadas las mujeres, o al menos lo estaban hace cuarenta años, tal el momento de esta historia.



Betty no podía casarse. No sabía si quería o no, de hecho todo, el vestido, la fiesta, los invitados, la emoción de sus amigas, le habían convencido de que sí tenía intenciones de hacerlo. Pero no podía. No se sentía capacitada, con tanto mundo y tantas historias por recorrer, así que se tomó el avión, dejó todos los preparativos de la boda, al novio casi en el altar, y partió para yanquilandia.

Pero el novio tampoco era de los comunes, no señor. Así que, en cuanto se anotició, sin llegar a lamentarse del todo, agarró la lista de invitados, empezó a llamar a todo el que tuviera teléfono, para pedirles tres cosas: la primera, que no vengan al casorio porque no va a haber tal cosa el viernes. La segunda, que no lo lamentaran porque él, el único capaz de lamentarse por dicho acontecimiento, estaba más vivo que nunca. Y la tercera cosa era que se fuera avisando a los demás invitados, ya que él no tenía tiempo que perder, debía realizar un trámite muy urgente para el cual no tenía ni idea de cuánto tiempo ni cuánto esfuerzo le iba a demandar.

Lo que podría haber sido un viaje de luna de miel, terminó siendo dos viajes separados, de dos personas que fueron novios pero que nos e casaron. Betty salió antes, el novio salió después. Tardó un mes en conseguir el dinero del pasaje, y otros veinte días más para encontrarla en el país del Norte, que por cierto, es un tanto grande. Algunos amigos ayudaron con datos irrelevantes pero de buena voluntad, y Moni, que estaba enterada de la movida del novio, recibió carta de Betty. En su respuesta Moni la puso al corriente y esperó instrucciones.
"Dale la dirección Moniquita, no hay drama. Total, yo no vuelvo..."

Así fue que el novio salió en búsqueda de lo perdido. Y se volvió tal y como se fue, solo y preocupado, mas no desesperado. Asombraba su seguridad, porque no se había venido con ninguna buena noticia, ni con ninguna promesa, ni siquiera había podido hablar con Betty, sólo la escuchó monologueando durante cincuenta minutos, en los cuales él prácticamente no figuró. Pero volvió convencido de una cosa:


-Cuando vuelva Betty, nos casamos.

Quince años después, Betty ya había realizado varias escenas de su vida de película: conoció a uno de los Rolling Stones (nunca dijo a cuál), tuvo y fundió un restaurant de comida argelina en Los Ángeles, vendió camperas de cuero traficado por Emir Yoma en Boston, se hizo amiga del empleado postal gay que la atendía religiosamente todos los meses, cuando Betty le mandaba a Moni dólares por Western Union para cuando ella regresara al país, se descompuso en un avión rumbo a Venezuela y le detectaron un cáncer, tuvo un hijo arriba de otro avión, y consideró que ya había pasado el tiempo de pasear. Así que volvió.


No necesitó contactarse con aquel hombre que había sido su novio, el que no sufrió el despecho porque creía en su vuelta. El aire le había traido a ese hombre, apotegma de las esperanzas vanas e infundadas, el olor de su juventud, la emoción de esas semanas previas a la boda, la risa de Betty. Esa risa que sabía que no había visto ni escuchado nunca más, ni siquiera cuando escuchó casi una hora a esa mujer que se parecía tanto a su prometida pero que no era. El timbre y el quejido del portoncito de adelante lo sorprendieron revolviendo un cajón. Cuando el turco le golpeó la puerta, éste le gritó que estaba abierta, pero que ya se iba. Había una determinación en su voz, que el turco reconoció después de quince años, cuando, por su rol de padrino, recibió el primer llamado de la cadena de suspensión.


-Prendete el fuego, cotur. Me voy a casar y en un rato vuelvo.

domingo, 6 de junio de 2010

Los intocables

Cuando la llamaron desde el colegio, la mamá de Milena se preocupó bastante, como por causa de todos los llamados que salen de un lugar inesperado y alteran el normal trayecto de un martes cualquiera por la mañana. Si bien la directora la tranquilizó al instante, ya que nada malo le había pasado a la nena (por otro lado, normalmente rebosante de salud y de vitalidad, pero no derrochona de ideas), le dejó un gran interrogante que no pudo deducir a la llegada de su hija del cole, ni durante todo el día hubo chance de sacar el tema de un modo delicado. Las autoridades le habían pedido que no sea muy incisiva en las preguntas, ya que no lo habían señalado como un "problema" pero sí como algo de lo que quisieran hablar directamente con el adulto que pudiera dar más precisiones acerca del tiempo extraescolar de Milena.

Así que no tuvo más remedio que acudir a las diez al colegio, a charlar con los directivos y el profesor de Construcción de la Ciudadanía (ella se sabía poco ilustrada, pero no le cuadraba por ningún lado esa materia nueva, que era Cívica pero no, que era Derecho pero no, que era todo y nada a la vez, y lo que más ruido le hacía era el hecho de que se les explicó a los padres, sin mediar justificativo, que las horas de esa nueva asignatura se las darían a profesores con excedencia; le sonó a poco apropiado no poner a los mejores pero reconocía que esa opinión sería tan improcedente como la designación casi a dedo de aquéllos).

-Mire, señora de Isaacks, no queremos intranquilizarla más de lo que seguramente debe estar, así que iremos directo al punto. Con el profesor, emprendimos una tarea desde este nuevo espacio de Costrucción de la Ciudadanía, y el mismo consiste en averiguar un poco por dónde andan las expectativas post escolares de los chicos. Ya sé que estamos hablando de gente que no va a entrar en el mercado laboral hasta dentro de cinco años, pero si ya desde octavo vamos indagando, podemos ir ayudando a forjar el criterio de elección, y fortalecer los contenidos que prepararán a los chicos en cada modalidad luego...-la voz de la directora sonaba aplomada, aunque impaciente por acortar camino. La cara de la mamá no era precisamente la de alguien que está entendiendo todo lo que se le dice, menos por no comprender que por no tener ni la más pálida idea de su citación.

-En ese contexto, hemos realizado una actividad en la que se les pidió a los chicos que respondieran a esta consigna: "Te sugerimos que nos digas qué tareas, actitudes y aptitudes quieres desarrollar en tu trabajo soñado, y que dejes para los compañeros la opción de adivinar cuál es o cómo se llama esa actividad"-el profesor trataba de ser claro, pero sabía que no lo estaba logrando.

-Si bien es un tanto confuso, le leo, por ejemplo, lo que puso Federico Gutiérrez (aclaro que él me autorizó): "yo quisiera trabajar fuerte en lo físico, conocer gente con la cual compartir el entrenamiento, ser respetado por quien se encarga de dirigirnos, desarrollar mi técnica y el trabajo de equipo, y destacarme para poder estar ante 50000 personas defendiendo primero los colores que amo y luego, representar al país matándome por estar entre los once todos los fines de semana". Claro que es medio básico, pero la idea se entiende, ¿verdad?. Además, todos sabemos que Fede quiere ser futbolista- remató para que no queden dudas.

La madre asintió en silencio, ahora sí, absolutamente desorientada. Nunca había hablado con su hija de este tema, sabía que su marido tampoco y, de verdad, estaba perdida y avergonzada de su total ignorancia respecto de la cuestión. Cierto es que Milena no ayudaba demasiado, ya que luego de llegar del colegio, comía, dormía sus religiosas dos horas de siesta y luego, a su mundo (la tele y la compu) hasta las 19 hs, en que iba a practicar natación con su mejor amiga, Carla.
Luego de ver algunos casos más, muchos tan obvios como el del pichón de Messi, otros un poco más difusos pero igualmente accesibles, la vicedirectora tomó la palabra.

-Señora, no queremos que tome ésto como una intromisión a su rol de madre, pero no podemos dejar pasar algo que a todos nos ha llamado la atención, y, aunque me apene un poco decirlo, también estamos tratando de defender, o mejor dicho, de no complicar...-se la notaba tensa, como queriendo encontrar el eufemismo correcto-, la reputación del colegio. no es el Nacional Buenos Aires, no es el Carlos Pellegrini, pero hemos tenido la constancia de acompañar como institución a la formación humana y académica de grandes personalidades a nivel distrital, y algunas, ambién, a nivel nacional...-la mamá de Milena volvió a asentir, ahora más impaciente.

-Su hija -el director volvió a la carga, dándose cuenta del mal clima imperante-, respondió, a la misma consigna, de esta manera:

"Yo quisiera trabajar en algo para lo que no deba estar demasiado preparada. Me gustaría poder acceder a conversar con gente realmente importante, de la que se habla todo el tiempo, los que verdaderamente mueven el país. Quisiera poder hablar cara a cara con ellos, que ellos me conozcan, me reconozcan, que me llamen por mi nombre y, que aunque no les caiga bien, me traten igual con cariño. Sí, un poco quiero que me teman. Y quiero que me teman, o que quieran hablar conmigo y me digan que conmigo está todo bien, porque les beneficia, tanto como a mí me beneficiaría su llamado. Me encantaría tener el número de teléfono de esa gente y llamarlos cuando me dé la gana, a cuento de nada, o de algo que se me ocurra en el momento. Me gustaría llegar a mi lugar de trabajo y que todos estén esperándome para que les cuente de qué me enteré, que cuente secretos de esa gente. Me gustaría poder decir absolutamente cualquier cosa de alguien, poner cara de que estoy indignadísima con ese personaje con el que me estoy peleando, y a la semana siguiente poder hablar bien de él, llamarlo y que me atienda con una sonrisa. Muero por pelearme con los importantes, decirles que sin mí no serían nada, hacerles creer que la gente los conoce porque yo estoy en el medio, que su arte o su trabajo no valen nada si yo (y mis colegas) no les ponemos precio o valoración, meterme con su familia, sus hijos, sus padres, sus hermanos, con su pasado, revolver en el fondo del placard y si no encontrase nada para dañar su imagen, inventarlo, difundirlo, tirarlo a los cuatro vientos, para a los tres días salir a decir que alguien tiene una campaña contra ese tipo, que aparentemente está de moda pegarle, que no entiendo por qué esa saña, invitarlo a mi lugar de trabajo y que allí este personaje se enoje con alguien, para que yo lo pueda acompañar en su enojo (y rearmar la campaña de difamación contra ese otro, claro). Quiero recordarle a todos lo que dijeron hace una semana, tres meses o cinco años, y que eso suene como la verdad absoluta, que nunca nunca nunca podrán modificar porque ya lo dijeron, pero yo en cambio, hablaré muy muy bien de uno y a la semana siguiente, haré todo lo contrario y que eso esté bien para mí y los demás tengan que aceptarlo porque son "las reglas del juego". Qué bueno estaría poder decirle a cualquiera que se me antoje "vos estás haciendo mal las cosas" y que el otro, apenas, pueda esbozar un farfulleo que diga que nadie es quién para meterse en su vida, a lo que yo le respondería "ah, pero bien que cuando necesitás, nos llamás a nosotros; no te quejes". Y si el otro intentara hacer lo mismo, meterse con mi familia o conmigo, victimizarme y decir que evidentemente tal o cual es mala persona porque se mete con cosas que no se puede meter. También me parece repiola armar escenas de peleas sin que uno de los personajes se entere, teniendo al teléfono a otro y provocando a uno a que destroce al supuesto ausente. Y además, ganar plata, mucha plata, porque todo lo que yo hago tiene repercusiones en muchos sitios, dada la oferta cultural de mi tiempo y mi país"

-Nadie adivinó de una, señora-dijo el profe-, y estuvieron cinco minutos pensando los compañeros. Milena estaba extrañada de que nadie supiera de qué estaba hablando, y dijo: "¿Nadie mira la tele a la tarde? Yo quiero ser panelista de Intrusos".