viernes, 31 de diciembre de 2010


Haciendo las cuentas, ahora que parece que no queda más por hacer que esperar a que se termine el año, creo que vamos a coincidir en que el fracaso es mucho mejor que la desazón.

Me explico: haber perdido el partido teniendo 3 tipos más y que sobre la hora te tiren un corner y te cabeceen en el área uno de los dos que pusieron para no parecer que se iban sin pelear, es fracaso, sin dudas. Pero entre perder ese partido y no poder ni siquiera jugarlo, porque no tenés ni camisetas para entrar o te faltan profesionales porque los titulares están en huelga, es desazón, y es imposible ganar un partido que no podés ni disputar.






Que se te desarme la familia después de años y años de remarla contra todas las tormentas, porque ya no hay energías para saludarte a la mañana sin recordar la pelea de la noche, es un fracaso; pero no tener siquiera la vivencia de sueños compartidos, o la experiencia de mirarse a los ojos y entenderlo/a, es una desazón.
Que la idea de dejar una fórmula probada para intentar cosas nuevas, te deje con las cuentas en rojo, claramente puede ser un fracaso. Mas no probar esa creación, ese arte nuevo, no exponerse a la posibilidad de que el público sienta lo que vos, cuando escribiste esa letra, cuando clavaste esos acordes y la banda empezó a vivir en una cornisa tan fina como inestable, no animarse a eso, te mete a ocupar ilegalmente un lotecito en el parque de la desazón.

Tener que separarte de quien te pidió que te aferres a su seguridad, mientras por otro lado enderezaba su timón con otra, dejando en el medio un crédito aprobado, un derpa en un lindo barrio, y tu vida rota como un espejo, no puede ser sino un fracaso. No poder ser quien comparta tus proyectos, quien te acompañe a todos los lugares donde vas sola por opción pero no tuya, quien día a día vea cómo dejás de ser un pantano de dudas para ser un río de energía, y quien se encargue de guardar toda esa luz para que no se desparrame en cosas sin sentido; que no se me permita, decía, la chance siquiera de demostrar mi teoría de que ambos queremos lo mismo y eso puede darse si lo intentamos pero no cada uno por su lado, es, si cabe, algo así como el colmo de la desazón.

Hay un lado de este abismo en el que no quiero estar. Brindo por más fracasos.



Tá todo cortáu, hermano, tá todo cortáu, no podé pasá...


-Yo sabía que en algún momento esto iba a pasar- se escuchó decir al detective Strega en medio de los bocinazos, las sirenas, la ambulancia del SAME y los gritos de los peatones que miraban la escena, tan incrédulos como él.

Las charlas entre los miembros de la fuerza que eran destinados a custodiar los permanentes cortes de la 9 de Julio le volvieron a la mente, y recordaba las burlas de sus amigos cuando contaba los últimos itinerarios a los que era derivado, cuando desde el Ministerio bajaba la orden de investigar las raíces de las protestas. "Hoy de 3 a 7 tomamos sol en Belgrano", oyó decir una vez a Cardocito. "Obelissscooooooo!!!", bramaba Barragán cada miércoles. "El Dakar, y la reputa que lo parió", gemía Vilchez, reciente padre de mellizos, y Strega se unía al coro de reidores, satisfecho por zafar de esos cortes que no tenían monjes negros: Greenpeace, el rally, protestas frente a Agua y Energía.

Pero cuando las intenciones no eran, a los ojos de los encargados de la seguridad Nacional, ten claros o inofensivos, ahí entraba en juego y recorría disfrazado las protestas, tratando de dilucidar quién osaba tomar como propio el espacio público y crear un clima todavía peor al caos silvestre de la avenida de escape de esa jungla de asfalto. Se infiltraba en las manifestaciones, recogía datos perdidos, se hacía eco de los reclamos y trataba de hacerse ver para que la policía no reprima (la orden de no recurrir a la fuerza estaba siempre vigente, pero más vale prevenir, o al menos eso pensaba).

Pero, justo era reconocerlo, a Strega cada día se le hacía más difícil realizar su trabajo. Y por dos simples razones de peso: la primera tenía que ver con su condición de mortal. No podía estar en más de un lugar a la vez, y las manifestaciones y cortes proliferaban y eran tan diveras sus causas como disparatadas, sobre todo en diciembre, con lo cual su margen de acción era muy sectorizado, con mucho para cubrir y pocos recursos humanos (él solo).

Y la segunda, tal vez más grave que la primera en lo concerniente a su efectividad como investigador, era que cada vez le concurrencia a los cortes espontáneos (o no) de las calles, era menor, y los argumentos de protesta menos interesantes. Cuando tuvo que disfrazarse de estudiante para entrar en Sociales y firmar, en la época de las escuelas porteñas tomadas, el petitorio para la libertad de los presos políticos en Grecia, fue que formuló la frase que Ortiz (su habitual adláter y maquillador amateur) le escuchó y le recordaba en los casos más insólitos; "va a llegar el día en que un solo tipo te corte la 9 de julio y a nadie le importe".

El calor derretía el betún de las junturas de las baldosas, los carritos de panchos que tenían un mínimo de humanitarismo se negaban a vender con mayonesa -mientras que otros hacían su negocio intoxicando cándidos hambrientos que deambulaban por el microcentro-, y de los capots de los coches salía un humo denso, que contaminaba la vista y embotaba aún más los sentidos (alterados sobremanera por el ya mencionado calorcito, los silbatos de la guardia urbana queriendo reencauzar el maremoto de fichitas motorizadas y los bocinazos implacables); y Strega seguía sin poder creer cómo su profecía se cumplía.

El licenciado Nudelman, impecable pese a la escena dantesca, se secaba mecánicamente el sudor con un carilina, mientras el desesperado piquetero le hablaba, gesticulando en forma estrambótica y repetitiva. Agitaba su mano derecha de adentro hacia afuera, y hacia adentro de nuevo, tratando de graficar que esquivaba algo, y con la izquierda señalaba los autos detenidos que esperaban pasar, resignados y sudorosos como sus conductores, por los carriles aún liberados. Resoplaba, con aspecto de fracaso, mientras el impávido psicólogo le hacía una discreta seña a Strega.
El investigador, más intrigado que acalorado, se dirigió corriendo hacia la silla en donde Nudelman lo esperaba. Bebía una Levité que un solícito rati le alcanzó, inmediatamente después de confiscársela a un vendedor ambulante.

-Strega, el tipo se quiere suicidar- fue la lacónica frase que eligió para saludar al pasmado detective. Éste no salía de su asombro.

-¿Qué tan grave puede ser la causa que defiende, que se quiere inmolar? ¿Pudo ver si tenía alguna bomba, un chaleco? ¿Le dijo algo más?

-Sí, me dijo- la voz de Nudelman sonaba condescendiente y bobalicona, y eso a Strega no le gustó una mierda. -Me dijo que está frustrado, que esta sociedad de mierda no lo deja ni matarse tranquilo, que pensó que lo más efectivo para dejar de vivir era cruzar como un desaforado y que un alienado de los que tenemos a chorros se lo lleve puesto, y de paso hacer tomar conciencia que manejen mejor, y resulta que, como todos los días y por cualquier huevada cortan la 9 de julio, todo el mundo, la policía, el SAME, Aníbal, Clarín, creen que está haciendo un piquete. Entonces, el señor se quiere suicidar pero no le pasa ni un puto bondi por encima. Eso me dijo-.

Se lo notaba más aliviado al psicólogo, después de dar su veredicto. Strega se comía la uña del dedo meñique, y mientras Ortiz lo miraba en silencio, le volvió a decir:

-Yo sabía que en algún momento esto iba a pasar.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Y se descargó, nomás.

Amigos, seguidores, y demases etcéteras, como verán, parece que el carro se pone en movimiento. Una de las personas que me ayudó a que ello pase, es mi amiga la Pelu, quien, además de decirme "me colgué 4 horas leyendo el blog", hace con el tecladito cosas muy interesantes, una de las cuales voy a postear, con su visto bueno. Mirenlon y después me cuentan:

vamos a decir la verdad .



uno se vive quejando de las cosas que le tocan vivir -personalmente, he estado quejándome hace ya largo rato, y la verdad es que estoy un poco cansada -pero cansada de Saber que las cosas en la vida son fáciles (como diría un Buen amigo mío) y que uno las complica simplemente porque acaba de hacer zapping y lo único que encontró fue la repetición del programa de la Canosa; ni un los simpsons, un friends, una narda lepes, un aaaalgo señora! y claro.. qué te queda?

quejarte.

porque es fácil, es rápido de hacer y porque es Gratis -aaa sisi, yo soy la que despotrico contra mil y una "gentess" (si es que se merecen que las llame así) que al fin y al cabo, sólo tratan de vivir su vida -y lástima por esa "gente" que encontró esa manera de hacerlo.. si yo les tuviese un poquititito de compasión les diría y OJO que yo tampoco soy la que hace todo bien eh, pero aaalgo creo saber.

pero vamos a arrancar por otro lado -lo que sé que no sé es lo siguiente:

YO no sé tocar el bajo - no sé cómo programar una computadora -no sé cantar -no sé afinar una viola -no sé ni cambiarles las cuerdas a una viola -no sé pintarme las uñas bien -NO SE UN TEMA ENTERO de los doors (pero tampoco me importa saberlos) -no sé cuando parar -no sé enojarme mucho con los que quiero -no sé dejar de fumar -no sé cuál es el límite si estoy tomando alcohol -no sé decirle a mis hermanos que los quiero (pero los quiero) -no sé decir qué es lo que sinceramente quiero -y ni siquiera sé por qué estoy escribiendo esto.

aaaa, pero algo creo saber - y lo que sé que sé es mucho más lindo todavía..

SÉ que cuando amo a alguien, simplemente LO AMO -sé que muchas veces las cosas en la vida salen de una manera distinta, que no es mala, es lo que no esperábamos.. y ahora, vos que estás leyendo, ponete a pensar en esto.. si no se te hubiese salido la cadena de la bici no te enamorabas del bicicletero; si no te quedabas sin cigarrillos, no lo ibas a ver mientras ibas para el kiosco; si no le decías a tu amiga que sí, que bueno, que salgamos, te ibas a arrepentir porque justo ese día el tipo cayó en el lugar en que vos estabas.. si no hubiesen pasado esas cosas que NO esperábamos, no estaríamos viviendo esto que estamos viviendo.

y entonces Sé que si yo no me hubiese ido de Castlebar muy enojada una noche de fin de año, despotricando a diestra y siniestra contra alguien que (lamentablemente para él) vive por vivir, no hubiese conocido al amor de mi vida - sé que si yo no daba el primer paso no iba a pasar nada (por lo menos ese día, porque anda a escaparte vos del destino, che), y sé que desde hace dos años me convertí en la persona que quiero ser el resto de mi vida - ojo que hay que hacer unos retoques, pero yo diría que este borrador que soy ahora casi casi que está listo para pasarlo en blanco.

sé que por él (mayormente, no se me pongan celosos) conocí muchas personas que quiero muchísimo, y otras que mejor las dejamos ahí en donde están, con la vida vacía que eligen vivir - sé que me enojé tanto cuando me pasó todo que me olvidé de ver la luz, me olvidé de ustedes, me olvidé que me querían ver bien, me olvidé que soy una buena persona (en el fondo si, eh) me olvidé de la razón y el entendimiento.. me olvidé que la gente es gente, carajo! y se equivoca, porque esto es lo que vinimos a hacer a esta vida -venimos a equivocarnos, pero fundamentalmente venimos a aprender.

y qué es lo que aprendí? estarás preguntandote ahora.. aprendí que amar está bien, que entregarse está bien, que confiar está bien, que DAR ESTÁ BIEN - aunque en la cancha, los pingos se peguen la media vuelta y no te demuestren nada, y vos creas que se te quebró el mundo en veintitrés pedazos y que nunca más los vas a juntar, no importa, porque diste, y amaste - y cuando esa persona se de cuenta, lo va a agradecer- porque es lindo amar, pero más lindo es sentirse amado - y uno tiene que tratar de transmitirle al otro las cosas lindas que están pasando -yo lo hice. a mi manera eh, con mis idas y vueltas, mis enojos y mis errores, mis lágrimas y mis caprichos -

pero así como amar está bien, dejar ir es fundamental - dejar ir es la prueba de amor que en este momento es la que a mi me toca.. dejar Ser.

y me duele en el alma, y me parte en veintitrés, sí -pero bueno viejo, cuando uno ama, uno respeta -

pero lo que no voy a tolerar nunca, pero nunca, aunque haya que aprender a tolerar a los demás, es la falta de Huevos -porque eso es lo que te impide Ser -entonces de nada vale el dejar ir si el otro no tiene los huevos para hacer lo que hay que hacer - y qué hay que hacer?

VIVIR! Y AMAR! hay que tener los huevos para quedarse con la persona que uno ama, y aprender a vivir con ella, si es lo que uno realmente quiere -hay que tener los huevos para decir hay que hacer lo que nos gusta, hay que estar con los que queremos, y hay que ponerle huevo a la vida.. sino terminamos siendo la pobre infeliz que no sabe hacer otra cosa que ser la tercera (y que seguramente eso es lo que va a seguir siendo toda su vida), el pobre pibe que no está con la persona que ama porque no es lo correcto, la pobre boluda que perdona y perdona y nunca se planta y dice Baaaaasta.. el pobre, pobrecito, que pone excusas para no abrirse, para no entregarse -el que dice que se va y sabe que no se va a ir, entonces se escuda..

y no te diste cuenta, y la vida se pasó -y no pusiste huevos.

por qué? PORQUE TE VIVIS QUEJANDO, POR ESO!!






qealgomejortieneqehaber


A Leandro Melo le gusta eso

Aquellos tiempos


"Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo" J.L.B.

El tiempo y yo no nos estamos llevando todo lo bien que quisiera.
Me parece que se burla de mí, cuando logro al fin reunirme con vos, y esos instantes pasan muy rápido. Tanto que una cena termina y casi no hemos saboreado el placer de una discusión, no llegamos a olisquear siquiera el aroma de un café compartido, no se pudo hacer la pantomima de "no se te ocurra pagar", que ya estamos despidiéndonos.

Y cada minuto de cada hora, se hace eterno, intentando la nueva manera de verte. Así, se pasa volando un recital porque mi lucidez se concentra en cómo contarte y dónde incluirte para la próxima, y las canciones que escucho con media oreja, se vuelan pensando si serán de tu agrado, o por el contrario, si no te va a gustar.
O buscar en las carteleras los shows a los que te invitaría, y que esa distancia entre el hoy y esos shows sea marcada como lo harían los presos.

La última vez que hablé con vos se transforma en importante para no vaciar el stock de paciencia, y entonces pienso cuál puede ser un buen momento para retomar la charla, aunque a mi ánimo le parece estar pagando una factura de movistar, claro y personal al mismo tiempo, en concepto de comunicación no efectuada, empezando desde que corto y corriendo hasta un tiempo que ya considero prudente (pero que es larguísimo).

No saber nada de vos estira mis días al límite de lo tolerable, y cuando ya me digo que está bien, que no es cuestión de producirme una úlcera de paciencia, busco tu respuesta en un mensaje, en el chat, en algún lado, para seguir tomando impulso, para seguir "manejando el tiempo".

Se ve que no se toma muy bien, el tiempo, que no le agradezca que siga corriendo, y que sólo piense que todo ese hueco que arranca bien temprano y termina allá a las perdidas, sea el tiempo de no verte, y que haga todo lo que sé y todo lo que se me ocurre para pasarlo, porque es sólo eso, el tiempo en que no estás.

Qué culpa tengo yo de que seis minutos de msn a la semana sean todo el tiempo que te tuve conmigo, y que claramente le ganan en intensidad a los 6 días 23 horas 54 minutos en los que quemé mi cerebro buscando cómo verte sin que me tengas que ver, tratando de que me escuches entre el ruido.

Se nota que a Cronos no le cae bien que sea tan injusto con la mayor parte de mi vida, y que sea tan descarado el favoritismo hacia el lado de la pizarra en que coloco el tiempo con vos, en desmedro de esa barrabrava de horas días meses años, que son el tiempo en que no estás, o, como yo lo llamo con todo el cariño que puedo, el tiempo para que estés.

Ya no le creo a la lógica, y tampoco a los relojes; pero sé que no soy un caso perdido. Conozco someramente a un ciego que considera el tiempo casi de la misma manera que yo lo siento; a ése, si lo vendiera, tal vez le compraría un rolex.


I don´t wanna rock, DJ...


Sentado en el borde de su cama, Kirk negaba una y otra vez con la cabeza, desmintiendo el aire. Resoplando a la nada. No entendía muchas de las cosas que habían pasado en esa casa la noche anterior. Creía recordar que en el deck que enfrentaba al mar, a una hora ya no reconocible pero entre las 2 y las 5, Patty se destacaba entre el coro de borrachas que intentaban atacar un tema de Gladys Knight and The Pimps, con una coreografía de dudoso gusto en la versión sobria y original, y directamente obscena y tóxica a esas horas. Patty no era de las más heridas por el vino, pues no era de su agrado, pero tampoco había llegado impoluta al karaoke fatal, y su voz hecha jirones devolvía a la pista la habitual falta de entusiasmo por todo lo que fuera juerga grupal, aunque era evidente que una fuerza extraña la obligaba a no soltar el micrófono, y a mover sus brazos como imitando el andar de una locomotora.

A la hora del baile, las parejas establecidas durante la fiesta intentaron disimular todo rastro de enajenación, algunos bailando con entusiasmo, otros, todo lo contrario (tal vez cada uno buscaba el opuesto de lo que el alcohol le dictaba); los amigos de Kirk no notaron su desaparición, y tampoco, a pesar del alivio que representaba la falta de cantantes, la de Paty, que buscaba frente al océano la compañía que no había encontrado, o que creía no merecer.

Como solía pasar, y ambos lo sabían, podía huir de todos menos de Kirk, y precisamente él la alcanzó esforzándose por caminar derecho, avanzar entre la arena, no desparramar la misma sobre el sweater de Emile (ese francés sabía comprar ropa, joder) y no sobresaltar el notablemente turbado talante de la morocha.
Ella lo vio llegar, le dijo que estaba bien, que no se preocupara en disimular que había corrido, que de todos modos se le notaba en las mejillas coloradas.

-No corrí, siempre me pongo colorado cuando te tengo cerca. O cuando tomo ese Cabernet que consigue Jacques en lo de su madre. ¿Cuál de las dos creés que tiene la culpa hoy?- le tiró el perseguidor, quien sabía que no podía evitar ponerse verborrágico en ninguno de los dos estados.

-Gracias por el saco- Patty lo miró y su sonrisa era de un hielo imposible en California y en verano.

No había sido una mala noche, farfulló Kirk tratando de no decirlo al aire, pero plenamente consciente de lo vano de su intento de controlar cualquier cosa. En medio de la charla, antes de la llegada de la barra de San Diego, Patty, a cuento de nada, lo miró un instante y le dijo "no puedo descifrarte", y a Kirk, que si algo no había sido nunca en todo el tiempo que perdió en tratar de conquistarla, fue enigmático o discreto, esa frase le descolocó. Creyó contar treinta posibles interpretaciones que se sucedieron como una catarata en su mente, pero decidió administrarlas para no sucumbir tan temprano.

Más tarde, ya con la fiesta en pleno auge, vio cómo comenzaba una guerra de comida y se apartó del grupo, creyendo que su nula intención de participar lo distinguiría ante los agresores (que se abstendrían de fastidiarlo) y ante la mujer de sus sueños (que miraba absorta al bando más cercano a su mesa y se cubría estratégicamente del contrario); nada de eso, claro está, sucedió como Kirk lo craneó, más bien todo al revés.

En todo eso pensaba cuando una ráfaga de viento llevó a sus fosas nasales el cabello de Patty y ese ramalazo de vigor lo trajo de nuevo al lugar que había buscado, a la oportunidad que veía en sueños cada vez que buscaba las estrellas desde la reposera del deck. Compartir un minuto de soledad con ella, parecía pagar todo el resto de sus días. Vivir una cena con ella, le alcanzaría para no sentir esa sed de beberla a sorbos cortos. Ver su sonrisa le permitiría renunciar a la luz solar del verano de California, y de los inviernos de París, de los otoños de Japón y de las primaveras de Praga. Pero sabía que todo eso era un engaño, una treta vil que alguien se empeñaba en fabricar en su cabeza, de tal modo que eso que tanto ansiaba, duraba menos que el tiempo que tardaba en darse cuenta de que le estaba sucediendo.
Y estaba pasando otra vez.

De modo que le dio el sweater, le pidió ayuda para levantarse de la arena, y cuando Patty le dio la mano, sintió un peso y una suavidad que reconoció enseguida: Cadbury de yogur y frutillas. Esos ojos marrones brillaron más que la luna sobre el Pacífico, y Kirk recibió una orden que, sabía, necesariamente no acataría:
-No me malcríes...

Por qué Patty no podía dejarse querer; dónde y quiénes la habían obligado a desconfiar de todos; cómo podría hacer para demostrarle que lo mejor que les podría pasar a ambos era que, mientras Patty intentara descifrarlo, él se sintiera vivo y realizado complaciéndola; pero sobre todo, de qué manera acabó toda esa gente tirada en el deck, dormidos cual lagartos, como si de un video de Robbie Williams se tratase, eran algunas de las tantas cosas que Kirk, definitivamente, esa mañana, no entendería.


martes, 21 de septiembre de 2010

Y yo me digo "ya llegó la primavera."

Siempre pensé que me gustaría mucho pasar más tiempo en Uruguay, cosa que pude comprobar el verano pasado. Supongo que febrero de 2011 me verá más cerca de Botnia que de Papel Prensa, pero no quiero irme de tema; dado que hoy comienza la primavera, y que este mismo día cumple los años un gran cantante de nuestro vecino país, aprovecho para juntar ambas cosas. Debajo, la letra de la canción.



Mirando desde mi balcón, las transeúntes,
Haciendo de cuenta que estoy tomando apuntes,
Y ella busca algo en su cartera.
Y yo me digo ya llegó la primavera.
Y la maceta enfrente se llenó de brotes,
Y allá abajo el barrio se llenó de escotes,
Y la tarde se escapa verso adentro,
Y yo sigo buscando sin encontrar mi centro.
Y pongo ladrillo sobre ladrillo,
Y sigo sin dar con el estribillo.

Y entonces me pregunto
¿Qué es lo que viste en mi?
¿Qué es lo que te hizo abrir así
Tus miedos, tus piernas, tu calendario,
Las siete puertas sagradas de tu santuario,
La extraña luz de tu cámara oscura,
El infranqueable cerrojo de tu armadura?

Las transeúntes se han organizado,
Tienen el deambular sincronizado,
Y van haciendo su coreografía,
Con las rodillas del color de la alegría.
Cada farola tiene ya su bailarina,
Y la banda viene entrando por la esquina.

Y la tarde enseña la cintura,
Y el tiempo enseña que hay cosas que no se curan.
Y las musas huyen si las asedias,
Y otra canción que va a quedar a medias.

Y entonces me pregunto
¿Qué es lo que viste en mi?
¿Qué es lo que te hizo abrir así
Tus miedos, tus piernas, tu calendario,
Las siete puertas sagradas de tu santuario,
La extraña luz de tu cámara oscura,
El infranqueable cerrojo de tu armadura?

Y, de paso, vemos cómo un tipo en apariencia desapasionado, muestra el orgullo por su celeste. Merecía entrar...


Feliz primavera. Feilz cumpleños, dr. Drexler...

viernes, 27 de agosto de 2010

Y el reloj, en tu puño marcó...

No, si la verdad es que después de arrancar la mañana pidiendo a treinta (29 en realidad, el número era estimativo pero ya me hinché las pelotas) educandos, el futuro del país, la luz que nos guiará a un futuro mejor, que saquen de lo profundo de sus mochilas una fotocopia que les dejara el viernes pasado, de UNA hoja, y que de los 29 sólo 4 la tengan;

Después de saber que el martes próximo elegiremos al Maestro del Año, para que alguien se gane una notebook y salude al gobierno nacional y popular de Vicente Barrio, se saque la foto y cantemos Gloria y Loor, al padre del aula, la Sarmiento inmortal;

Después de desayunar con un café Dolca porque se acabó el de cafetera, y de que durante la mañana y la tarde me llamen pidiendo por favor que no aparezca a reuniones que pedí porque me pidieron que las pida, y que nadie llame a quien tenían que llamar, léase a quien nos quiere sacar de su local;

Después de recorrer todo el Carrefour buscando una cortina de baño para poder cambiar ese pedazo todo roto y enmohecido y no encontrarlo hasta casi irme, de gastar casi 200 pesos en tres bolsas de NADA, y de darme cuenta que el 20% de ese gasto va a parar a mi cabeza, donde no hay tanto cabello que justifique semejante erogación, y también de revisar que de mis últimas 3 compras en el súper, el 90% de los importes fueron comprando escabio;

Después de recorrer un Shopping y recibir una inyección de realidad, que consistió en ver que las llamadas liquidaciones son 4 ó 5 productos con precios inflados y rebajados casi en idéntica proporción, y además a precios inaccesibles para alguien con un trabajo honesto;

Después de caer en la consideración de que me faltan millones de libros por leer, pero ni aún en los más premiados y renombrados y muertos y hábilmente inflados novelistas de Alfaguara y Tusquets encontré una puta historia que me atrapase como para siquiera poner bajo la lectora el código de barras como para evaluar la compra;
Después de malinterpretar la pregunta de un cachivache con los pelos de Lion-O y los modales de Gatúbela, y recibir un “lavado de cabeza” que se excedió en cuidados y atenciones demasiado cerca de mis orejas y mi nuca, if you mean what I say, por lo que estuve a punto de perder mis escasos rasgos de urbanidad y acometer a mamporros al impresentable de marras, y superado este lapso harto desagradable, comprobar que, por más milagros que haga el gay de pelo de indio y sus tijeras de desmecha, lo que Natura non da Capilatis non presta;

Después de comer a las apuradas unas empanadas y tratar de bajarlas con un resto de Coca-Cola del lunes y que, efectivamente, no alcance, y de caer en el detalle de que no había guardado en la heladera los porrones de Zillertal que como un opa compré en la línea de cajas del súper;

Después de intentar entrar el coche y no poder abrir la maltratada puerta del garage, que como es compartido, exime a todos de responder por cualquier desgracias (y ni hablar de si, realmente, nadie tuvo nada que ver y fuimos víctimas de una tentativa de robo), y da derecho a los consultados de sentirse atacados mientras el único que se jode es uno;

Después de todo eso, decía, lo único que me falta es no poderme dormir, que a las 7 hay que arrancar.



Son las 3.

martes, 17 de agosto de 2010

Letras vivas


Un domingo con fútbol para todos, pero que para él estaba vedado (le habían cortado la luz al siempre postergado Lado Sur de su ciudad), se encontró con la necesidad de hacer algo para matar el tiempo mientras volvía la posibilidad de mirar los partidos -no porque no tuviera nada que hacer, sino porque no quería hacer todo eso...-, y se puso a ordenar todas las porquerías que tenía desperdigadas en la biblioteca: llaves que no abrían ninguna puerta y que estaban ahí hace siglos, impuestos pagos y de los otros, CDs en blanco, etc. Y entre todos los papeles que vio, encontró un sobre blanco, de una carta que se entrega en mano (es decir, sin estampillas), con su nombre puesto en una letra que conocía pero no podía identificar. Así que lo tomó, y extrajo del sobre dos hojas de cuaderno, y se apresuró a ver quién había firmado la carta.

Era de un viejo amor, y sacando cuentas, por el tono y el contenido de la misiva, dedujo que la misma estaba escrita hacía al menos ocho años. Notablemente sorprendido, no sólo por el hallazgo sino también por las elogiosas palabras de cierre (todo lo que contenía la segunda hoja), se decidió a leerla. No era algo que realizara frecuentemente, esto de rememorar cosas de historias pasadas, y se adentró en la carta tratando de recordar en qué momento de su relación se había dado esa situación que llevó a su ex a escribirle semejantes glosas de agradecimiento y de declarado amor.

Y una nueva sorpresa lo invadió: él, que ya no se creía capaz de despertar esa clase de sentimientos, al men os supo que efectivamente sí lo pudo hacer años a. Se lamentó de haber tirado a la basura tantas otras lineas, con ese u otros tonos, de esa persona y de otras a las que también había amado y lo habían amado. Luego de eso, no soportó la tentación de releer todas las cartas que sí había guardado, en su mayoría de su última novia, en las que encontró eso que tanto dudaba de alguna vez tener: la pasión que despertó en la vida de alguien.

Porque, justo es reconocerlo, no todas eran palabras elogiosas, lisonjeras, ni dulces recuerdos de una tarde a la orilla del río: había furiosas diatribas a su falta de carácter, intentos vanos de una reacción que no fue, él, capaz de tener, transcripciones directas de sus miedos y fobias, y de los miedos y fobias que él les despertaba a sus parejas, pero todo eso, junto con las otras, más agradables de leer y recordar, eran, en definitiva, un mosaico de pasiones que, tal vez a pesar suyo, logró insuflar en las personas que lo eligieron, y que por él fueron elegidas, para compartir algún momento, largo o muy corto, feliz o inmensamente traumático, pero por ello intensamente vivo, de su existencia.

Así que se decidió, luego de remover esos sedimentos de tanta vida pasada, intentar la multiplicación de esos correos, la proliferación de esos escritos que desenmascaren sentimientos, que realcen el valor de la palabra, que aviven el fuego interno de esa, su vida, que tan en stand by estaba. Porque la vida es fácil para los que no la viven, para los que la ven pasar.

jueves, 29 de julio de 2010

Segundas partes nunca fueron...


Muchas veces uno toma libros, baja discos de la web, mira un cuadro en alguna revista, y en una primera lectura de cada uno de ellos, realiza un juicio crítico que, en la mayoría de los casos, no se revierte. Dios (o Bill Gates, lo mismo da) sabe cuántos millones de álbumes de gente que se esfuerza grabándolos, y tanta otra que se encarga de piratearlos y subirlos a la web, se escuchan una vez y, esperando tal vez más golpe a los sentidos, una mayor demostración del potencial del artista o bien, debido a un estado de ánimo que ningún tipo de canciones podría cautivar en ese momento, los usuarios lo borran de sus rígidos tan rápido y con los mismos escrúpulos que como les llegaron.

Si bien con la palabra escrita es un poco distinto, ya que aún leer en la pantalla nos resulta un poco incómodo, los libros sufren otro tanto en lo concerniente a la falta de oportunidades, sumándole además una gran desventaja: hoy, leer libros está mal. No quiero detenerme en ese punto, porque lo creo innecesario (no van a encontrar a nadie que les diga que llegó a lo más alto en cada profesión a la que se apunte, sin leer un solo volumen de nada), pero sí en el hecho de que, por ejemplo, ya debemos superar el escollo de las quinientas páginas de un libro de extensión media, para saber el final. Una vez que decidimos, porque la historia nos atrapó o bien porque no somos de los que abandonan la lucha una vez empezada, llegar a la última página, ahí termina la historia, ahora sí sabemos qué pasó. Y ya, se acabó. Muy posiblemente nunca más volvamos a tocar ese ejemplar, porque "ya lo leí, hace un tiempo, y ya sé de qué la va".

A no confundirse: no los acuso, a mí me pasa todo el tiempo. Y es por eso que me senté a contarles que NO ES ASÍ. He tenido miles de oportunidades de releer textos, por obligación o por simple gusto, y no me ha pasado con todos, pero sí con tantos como para que valga la pena expresarlo: volver a meterse en ese micromundo, desde otra posición, nos transforma, casi siempre y casi en su totalidad, la idea primigenia que teníamos del libro en cuestión.

Ejemplo concreto: hace muchos años, leí un libro que trataba de dos viejos que en el final de su vida, se reencontraban; habían tenido algo en su adolescencia, y él nunca había podido olvidarla, y pasó su vida intentando lograr algo de ella. La dama lo había rechazado, se casó, enviudó, y empezó a disfrutar de la compañía de su enamorado eterno, hasta hacérsele imprescindible en su tramo final. Una historia, pensé y dije infinidad de veces, que no debiera ocuparle ni el 20% de las hojas que usó. Una historia "chiquita", decía yo.

Ayer acabé de releer, en 48 horas, toda la historia de nuevo. Y debo decir dos cosas: la primera, que no va a alcanzarme la vida para pedirle perdón a Gabo por la osadía, la temeridad, la soberbia y la ignorancia con que tan libertina y abiertamente rebuznaba la grandilocuencia y el despilfarro en su historia. La segunda, es que la historia me parecía chiquita, porque mi historia de vida, también lo era; y creo que a medida que esta segunda avance hacia lo inexorable, el libro me parecerá cada vez más grande, y le sobrarán cada vez menos palabras.

No lo abandones, él nunca lo haría.

-Código amarillo, Manuela Maisón 5657.
-Copiado, ya en camino.

La dirección les resultaba familiar a Diego y a Hugo; ya habían ido unas cuantas veces este mes, e Irene los atendía como podía, con su enfermedad y su pobreza a cuestas. Entraron en la calle de zanjas, que ya no podía se denominada "calle de tierra", con mucha precaución para no encajarse con la ambulancia, como ya había pasado en junio, cuando el barro hizo imposible el acceso y caminaron los doscientos metros desde el asfalto a la casa de la afectada, sabiendo que Beto no dejaría de ladrar hasta que los médicos no atendiesen a su dueña.

Una vez en la casilla, el ovejero alemán, con ojos tristes de perro viejo, miraba a la mujer con la que vivía desde aquella tarde en que un Renault 12 no pudo frenar y le rompió la pata; ella lo levantó, lo llevó a su hogar (no éste, el que habitaba con su familia), lo curó como pudo y lo mantuvo a su lado aún en las peores circunstancias (viudez, abandono, y todo lo que trae ser pobre en el tercer cordón del conurbano). Irene les explicó lo mejor que pudo, con sus pulmoes arruinados por una neumonía que se resistía a tratar para no perder sus trabajos en las casas que limpiaba, los nuevos síntomas y las indicaciones que le habían dado en la clínica, las que siguió y también las que no siguió. Los de la emergencia le ordenaron reposo, y que consiguiera, cuando se le acabaran los que le estaban dejando de muestra gratis, los remedios que le recetaba el doctor.

Dos semanas más tarde, el llamado volvió a ser motivo de visita de los empleados de la emergencia, quienes ya habían notado que Beto oficiaba de portero y de maestro de ceremonias de una reunión que distaba de ser placentera, pero no se despegaba ni de Irene ni de los médicos, hasta no ver en su ama algún gesto de tranquilidad. Y esta vez, este gesto no llegó, ya que el estado general de la señora empeoraba, así que fue necesario llevarla a la clínica (en un arresto de lucidez, uno de los patrones le costeaba el servicio que incluía no dejarla morir en el hospital, para mandarla a sufrir lo indecible en la única y decadente clínica privada del centro del partido) e internarla para estabilizarla. Beto seguía todos los movimientos con cierta calma. Pero sus ojos transmitían mucho más. Cuando la ambulancia llegó a la clínica, Gastón se asombró:
-Che, Hugo, ¿ese no es el perro de la enferma?

Hugo no lo podía creer, y tampoco lo podía negar: Beto los había seguido, tan rápido como le dieron las piernes, tan agitado como su corazón, y montaba guardia frente a la entrada de ambulancias de la clínica, que estaba a la vuelta, al lado del acceso a las oficinas de la empresa de emergencias. Allí se quedó los cuatro días que Irene estuvo internada, escrutando a cada uno de los médicos, camilleros, enfermeros, que veía entrar y salir, con esos ojos que no podían sino mostrar el alma en un hilo que ese animal tenía, el miedo a quedarse solo, la imposibilidad de hacerse entender para que alguien lo tranquilice. Al cabo, era lo más cercano y parecido a un familiar, que ambos tenían.

El último frío de agosto fue, también, el del último llamado. Ya era inaudible la voz de Irene, el sonido como de papel estrujado cada vez que intentaba respirar llenaba el caudal que atravesó la línea telefónica, y el código subió un color, al rojo furioso que indicaba la proximidad de un desenlace fatal. El perro lo sabía, y no dejó de ladrar severa y copiosamente hasta que Hugo y el médico lograron derribar la puerta y subirla a la ambulancia. Mientras el médico y el enfermero trataban de estabilizarla con la máscara de oxígeno, el conductor vio por el espejo retrovisor el galope desesperado de Beto, tratando de alcanzar el móvil 3, que ya estaba por entrar a la clínica.

Tras doce días de agonía, el corazón de Irene se cansó de preguntar en silencio por Beto, y afectado por unos pulmones que ya se declararon en huelga de aire, dejó de latir. El animal, desde el momento en que llegó a la clínica, no se movió, esperando noticias de su ama, y Hugo se autoasignó la tarea de mantenerlo alimentado mientras durara la estancia de Irene. Cuando ésta renunció a la vida, no tuvo el coraje para mirar a los ojos a ese perro que nunca abandonó la puerta de la emergencia, esperando ver salir de nuevo a la que le había salvado la pierna y las ganas de seguir andando. Hasta que por fin, Un día de lluvia luego de tres del suceso funesto, Beto lo miró, Hugo soltó una lágrima que no llegó a frenar, y el perro pareció entender.

Hace cuatro años que Beto monta guardia esperando ver salir a Irene, y nunca se movió de la puerta de la emergencia. Aún los nuevos médicos y los enfermeros que entraron después de ocurrida esta historia, lo conocen como "el perro de la Eme"; si entendiera, creo que se enojaría. Beto ya tiene una dueña.



miércoles, 28 de julio de 2010

In words of the philosopher Jagger...



Mientras cargo en otro lugar con uifi, porque este donde estoy va patrás, les dejo este video con los 2 culpables de que hoy escuche a sus majestades satánicas: Dr House y este tema.

Salud.


Qué lindo que es estar en Mar del Plata...


Había planeado todo. Gracias a la ayuda de una compañera, averiguó la dirección del hotel donde iba a hospedarse la delegación, que incluía a ambas, su amiga y su objetivo. Le contó a su padre, menos por dejarlo tranquilo avisándole de su escapda (que no era la primera, ya conocía los bailes en Luján y los inicios en el amor físico que había realizado con el mismo modus operandii, aunque a éstas las avisó después de hechas) que para manguearle las llaves del derpa en San Bernardo, desde el cual tenía pensado ir y venir hasta la Feliz, estableciendo en su habitual lugar de veraneo su central de operaciones.

Al final, por varias razones, la económica en primer término -la dificultad de ocultar la movida a su madre durante más de un fin de semana era el segundo y más temido-, decidió reducir la excursión de reconquista a una salida el sábado por la mañana, y luego ver qué pasa. Así que salió en bondi hasta Moreno, luego el 52 hasta once, y de ahí subte y combinación a la estación Constitución, para colgarse del tren que pocos años atrás se publicitó como el que llegaría a Mar del Plata en 4 horas, y que él sabía por comprobación empírica que a Pinamar, destino anterior, no tardaba menos de seis.

Para sobrellevar este trámite, cargó en su mochila 4 ó 5 cassettes (antes del mp3 y todo eso, existían estos métodos arcaicos de música portable) de lo mejorcito que estaba escuchando por esas épocas, incluyendo el concierto grabado en un cromo directo de la Rock & Pop, de Page y Plant, y El amor en los tiempos del cólera, de García Márquez, que Mariana le había prestado, con la intención de que él no se quedara con la idea de que Gabo sólo hacía cosas como éstas. Devoró el libro, porque entre todas las cosas que maquinó para este Camel Trophy de la candidez adolescente, no tuvo en cuenta comprar pilas para el walkman, que enmudeció a la altura de Temperley.

Casi llegando a destino, se congratuló por su decisión de llevar el libro, que lo puso a prueba; "cómo una historia tan chiquita", se decía, "que cualquier tipo con ganas de escribir, la hubiese desarrollado en cien páginas, este colombiano la pone en quinientas", y cosas así, de las cuales, seguramente, tendría tiempo de arrepentirse. En esas conjeturas estaba cuando vio los andenes de la estación, y comenzó a caminar hacia el Hotel Corcel, guiado por las indicaciones de los quiosqueros.

Llegó a la termninal de micros, que estaba pegada al hotel, arrepentido de su arrebato. Si hubiera pensado un poco mejor la situación, si hubiera investigado un poco la ciudad antes de viajar, no habría viajado en tren, por obvias razones. Se consoló pensando que una profundización de las previsiones era una posibilidad segura de que alguien descubriese sus planes, y esta improbable hipótesis, con todo lo agarrada de los pelos que parecía, lo conformó. Se acercó al puesto de Havanna que se encontraba en uno de los locales del edificio siempre rebosante de gente con bolsos, y compró media docena de alfajores de chocolate, porque sabía que a ella le gustaban el chocolate y el dulce de leche, y que estos productos traían ambos, y del mejor, y ahora sí, al hotel.

La delegación de Hockey, de la que ella era integrante, había salido el día anterior, llegando a Mardel por la madrugada, con lo cual, a las siete de la tarde del sábado, recién estaban en los preparativos para salir a comer todas juntas, luego de acomodarse en las piezas y dormir la siesta. El lobby era un racimo de quinotos, tal era el color de los conjuntos que les habían provisto. La número cinco, que además de jugadora era amiga, y conocía a ambos, a él y a su obsesión, cuando lo vio en el hotel, no pudo evitar darse vuelta, con una cara que variaba entre varios gestos de desagrado, sorpresa y preocupación, que se resumen en un "ah, bueeeno!!!", sentidísimo. O sea que no contaba con ella para conseguir el tan ansiado contacto con su perseguida. Luego de hablar con su amiga, la que le había pasado los datos del hotel, le arrancó el dato del número de pieza, la llamó por el conserje y la entrevista se concertó.

-¿A qué viniste?

Ante la pregunta, que tenía iguales dosis de sorpresa, curiosidad, indignación y hastío, no supo qué responder. Se dio cuenta de que, tal vez, el hecho de olvidarse las pilas para el walkman no era lo más importante que no había pensado, ya que se encontró sin nada para decir. Es cierto que su intención era que una acción como la que él había encarado, la de cruzar las rutas argentinas sólo para verla, la conmoviese, pero también sabía de su carácter y su orgullo, y eso transformaba su iniciativa en, al menos, una ingenuidad manifiesta. De modo que, como pudo, con los restos de su cerebro ya freído y de su ánimo nada festivo, rescató de su mochila la bolsita con los Havanna.

-A traerte esto.

Y salió, con la satisfacción del deber cumplido, pero con la impresión de que el mensajero, sin esquela que traer, sin recado que dejar, sin noticias del frente de batalla, se había comprado una gran cantidad de números de esa rifa en la que se sorteaba su muerte. Paró en la peatonal, comió sin ganas, y enganchó un tren que salía hacia Constitución. Cuando abrió los ojos, el vagón estaba casi vacío, y fue víctima de un entusiasmo digno de mejor causa cuando vio que en el asiento de enfrente suyo, había monedas tiradas en la cuerina del mismo. Le alcanzaron para tomarse un taxi hasta Once.


viernes, 16 de julio de 2010

Lo mejor de la TV, son los comerciales

A tono con el título del post, quiero mostrarles lo que, salvo honrosas excepciones y el Fútbol para Todos, me hace prender la tele.
Estos animales tienen todo lo necesario para ser considerados lo más valioso de la TV.

Mientras generamos cosas propias, les dejo estos detalles.

Salud.

lunes, 5 de julio de 2010

Algo tienen estos años, que me hacen poner así


Uno de los primeros CD que compré con "mi" dinero (que a los 13 se compone, básicamente, de regalos de cumpleaños de parientes que no saben qué diantres regalar a un adolescente muy poco expresivo), fue "El amor después del amor" de Fito Páez. Independientemente de que no haya sido muy original, pues más de medio millón de tipos hicieron lo mismo que yo, fue un disco que básicamente gasté. Por muchas causas; sin duda una de ellas es que es un gran disco. Tiene 14 canciones y muchas de ellas están en la cabeza de todos, como "Brillante sobre el mic", que le ganó a "amigos" de los Enanitos verdes como canción que cantan todos juntos en despedidas de algo, "Tumbas de la gloria", "La rueda mágica" o la que da título al CD. Mas yo tengo en mi tope de ranking a las otras canciones, las que no salieron en FM Hit.

Una de ellas, además, ostenta el dudoso privilegio de transportarme directamente a los primeros meses de mi primer año de secundaria, época de mi vida en la que realmente no tenía media idea de donde estaba ubicado. Y además de lo hormonal, empezaban a aparecer cosas que me corrían del eje. Y más que cosas, personas.
El primer día de clases de 1993, compartía algunas, poquitas, certezas con un par de compañeros de primaria, algunas otras con gente conocida que iba al A o al C, pero que recayeron en el BOD, y muchas dudas con gente que no sabía qué esperarse ni qué ofrecer. Fue así que, una vez arreados por los preceptores, nos encolumnaron más o menos por las caras y nos derivaron a un aula cuando terminaron los saludos. Ahí fue que la vi.

Sería probablemente el hecho de ser realmente la única nueva, que no hizo la primaria en el colegio. O bien, que tuviera un apellido que yo conocía pero que ciertamente no sabía de dónde. No, nada de eso. Lo cierto es que me pareció bellísima. Tenía los ojos grises, con algún toque oscilante entre el verde y el ocre. Unos cachetes un tanto desmedidos para el resto de su anatomía. Y una sonrisa que no se vendía por dos mangos, pero que una vez desplegada, eclipsaba cualquier cosa que anduviera dando vueltas por ahí, el sol incluido. Demás está decir que me enamoré de Cecilia. Y eso, compañeros, fue lo más raro, lo más violento, lo más insufrible, lo más extrañamente agradable que me haya tocado vivir. El despertar de una sensación tiene la fuerza para derrumbar una montaña, pero la fugacidad de un insulto provocado por darle un rodillazo a la pata de la mesa. Quien no haya sentido esa sensación (el despertar del amor, no lo de la mesa), goza desde ya de mi infinita conmiseración. Pero no nos desviemos.

Creo haberles dicho que debíamos acomodarnos a nuestra nueva realidad, de estudiantes de nivel superior. Así que, por un lado, quedamos los que veníamos de 7° b, más algún agregado. Éramos un lindo grupo, estudiosos la mayoría, de familias conocidas entre sí la mayoría, y daba la casualidad de que la mayoría éramos, también, hermanos mayores. Y por otro lado, con buena onda pero con diferencias, quedó establecido el grupo de los capos, los jodones, los grossos, del cual obviamente yo no podía ser de la partida, y donde, naturalmente, fue a parar Cecilia, que, como los demás, tenía hermanos mayores que les proveían de ropa Rip Curl, música de avanzada (ya sea en la época, como Nirvana o Ugly Kid Joe, como símbolo de identidad, Rolling Stones por caso, o bien de concepción más política, Silvio, Milanés, etc), qué sé yo...onda.

Así que ahí salimos, a remar contra mis propios prejuicios, los de mi familia (que, como queda dicho, al ser hijo mayor no sabían bien dónde, cómo ni cuándo dejarme hacer o limitarme), los del grupo cool, porque debía mostrarle a ella, que yo no era sólo alguien que le dejaba alfajores debajo del banco, que no era sólo aquel que dejaba notas hechas con la compu, que tenía algo más que una sonrisa boba y nerviosa y comentarios pretensiosamente inteligentes pero objetivamente boludísimos para hacerle las pocas veces que se me acercaba, y que yo no era menos que los pibes con los que accedía a compartir tardes de juego de la copa, habitar casas abandonadas y, eventualmente, saborear esos labios que yo deseaba.

Recuerdo que esa noche, la del cumpleaños de la otra Cecilia, salvo ir al baño, servirme coca cola, o comentar una canción con el colorado, no hice otra cosa que mirarla, sentado contra la puerta del patio. Ella estaba cerca del equipo de música, las sillas escaseaban y yo, viendo que intentó sentarse, me ligué una linda cara de traste de Maxi, quien al final entendió y me perdonó que casi lo haya dejado caer al sacarle el asiento y dárselo. Luego de unos minutos de silencio, ella tomó el CD y puso el tema 5, que me toca desde ese día alguna fibra del pasado cada vez que lo escucho, pues vuelvo a ver sus ojos sintiendo que nada te importa en la ciudad. Oyendo su voz, naturalmente muy poco clara, cantando con énfasis que es como hablarle a la pared, y la recuerdo volviendo a poner el tema luego de media hora, sólo para nosotros dos, porque ella quería volver a escucharlo y yo quería todo lo que saliese de ella esa noche. Y no fue suficiente escucharlo 4 veces esa noche (y hubieran sido más, de no ser porque ya había gente aburrida que se dio cuenta de que el CD fue el mismo durante 3 horas); en los meses que siguieron puedo asegurar que escuché al menos una vez por día esa canción.

Intenté infructuosamente convencer a Cecilia de lo bueno que sería darme la oportunidad de ser su noviecito, ese año; y dos años después también. Nos guardamos un buen recuerdo del otro, lo sé, porque cada vez que nos encontramos (una vez cada 3 o 4 años), tenemos tela para cortar, hablamos un ratito de nuestras vidas, le cuento de mi mayor aburguesamiento, me cuenta que estudia teorías sociológicas post-postestructuralistas y un montón de otras cosas
a las cuales no sé ni con qué cuchillo se debería atacar, le cuento de mi separación, me cuenta de lo grande que está Antonio, y prometemos vernos en breve, aunque esta vez posiblemente yo cumpla y toque timbre.

Sé que debe seguir escuchando Silvio Rodríguez, pero no sé si sabe que me lo hizo descubrir; no sé si sigue escuchando Pearl Jam, a pesar de que me esmeré en grabarle un lindo cassette con los temas de Ten, Vs y No code. Aunque nada de esto siga pasando, ese pétalo de sal con forma de tema 5 sigue trayéndome a la puerta del salón a esos ojos grises con un poco de aspecto culposo pidiendo perdón por llegar tarde, y devolviéndome a mi espíritu la tranquilidad de que el flaco y Fito siguen cantando para este sueño, este sol, que ayer y hoy y siempre pareció tan extraño.

martes, 29 de junio de 2010

La inconveniencia de mezclar el viagra con el mate cocido

Hay algunas combinaciones que no son agradables para quien las padece, por diversos que fueran esos motivos.

Un ejemplo podría ser llevar puesto un par de zapatos negros y una cartera marrón; o bien, maridar un plato hasta arriba de fideos rellenos a la crema de puerros, con un litro de Quilmes Stout. O bien, tener un incipiente dolor de cabeza, y no poder zafar de una presentación de Fuerza Bruta + DJ Zucker.



O también, por ahí, no está bueno combinar la excesiva expectativa por un encuentro deseado y prometido, con la bajísima tolerancia a la frustración.

lunes, 28 de junio de 2010

Me duele festejar, me gusta igual...


No tengo que estar sentado acá.

Ahora ya es tarde, pero tendría que haberlo pensado muy bien. Debería hacer más caso de esas sensaciones de "peligro inminente", y no confiar en que, como siempre, todo me va a salir bien. Ahora no hago a tiempo a volverme a casa, ni a palos. Y en este pueblo pedorro no debe haber muchos bares abiertos, y la verdad es que ni ganas de buscar uno tengo.

Las sigo mirando, mientras cantan el himno los jugadores, y la hinchada hace esa paparruchada de seguir la introducción con un corito, y realmente no las entiendo. Son amigas, eso está claro. A una la acaban de plantar en el altar, prácticamente. La otra está llorando por una historia que empezó con el tipo que eligió para largarme a mí, y parece que ahora también se terminó. O no, qué sé yo, hace una semana que ni me atiende ni em responde los mensajes.

La dueña de casa me invitó, hay que aprovechar que comemos por acá, aunque no puedo dejar de pensar en la que me dijo que basta, que no de ser amantes no iba a pasar de ahí, que no quería ser más que lo que éramos, que de hecho quería "ser menos", je. Y la verdad es que es raro, todo el escenario. Entre hombres, esta situación es imposible. O termina con la cara de alguno rota. ¿Con qué cara le digo a mi mejor amigo que me gusta la mina con la que estaba saliendo hasta hace un mes? ¿Y que la voy a llamar? ¿Y que, una vez ya cometido el sacrilegio, le cuente que nos seguimos viendo? Claro que no me molesta, debería responder cualquiera, en el caso de que algún desubicado llegue ya a la instancia de creer que puede pregutar semejante cosa...Otra de las razones que me obligan a pensar que no voy a entenderlas nunca.

Pero, como queda dicho, la situación está dada para que aproveche el río revuelto.
Mi cabeza no deja de tirarme ideas para levantar el ánimo de la otra, mientras la dueña de casa me mira cada tanto, cuando la pelota se va al lateral o hay alguna repe, con esa extraña combinación de deseo, culpa (que quiere hacer extensiva a mí...justamente a mí...), tristeza por su propia situación no resuelta aún -y que ambos sabemos que quiere tapar-, y de cosa juzgada, de un "mientras tanto" que ambos, también, sabemos que dentro de unos días será como veremos esta historieta.

La otra, tal vez el verdadero motivo -amén del plato servido- por el cual estoy acá, está en un estado que dudaría mucho en calificar de regular; es definitivamente preocupante. Si no pude ver una reacción o alguna mueca en los goles. Algo pasa con su novio. Algo malo, según escuché que comentaban. No me dicen mucho. No estoy, claro, para eso. Ninguna de las dos me dice mucho de sus historias. Pero al menos, con la dueña de casa corro con la ventaja de que hoy, yo soy su historia.

Pongo el agua para el mate en el entretiempo, mientras ellas bajan a comprar facturas. Quizás se sientan más cómodas en hablar de otros hombres fuera de la presencia del tipo que compartieron (y que no comparten porque la otra no quiere); si tuviese que elegir entre ambas, la dueña de casa perdería más fácil que México. Pero no pasará, sólo hay lugar para su novio en su cabeza, y es claro que no fui nada en comparación con él.

Me duele? Tal vez, pero no sé si me duele el orgullo o es algo más profundo. Por lo pronto, me encargué de contarle todo lo concerniente a mi historieta con su amiga, y a recordarle toda vez que pude que sigo pensando en ella, que sí estoy enamorado de ella. Que por muchos motivos lo de la dueña de casa no es algo serio, pero uno de ellos es, básicamente, que me interesa más volver a ser, aunque sea, lo que era antes de dejar de vernos, pongámosle el nombre que quede mejor, pareja, amante, sextoy, etc.

El partido está definido, la charla entre ellas ya es más parecida a lo esperable, "qué espalda que tiene el 22", "¿cuál es el Pipita?", "ay, mejicano puto, ojalá te mueras (saludo al autor del 3-1)", "¡Qué lindo es el Pipita!" y demases. No puedo soportar verla así. Menos, aún, la idea de que no puedo hacer absolutamente nada para que eso mejore. No tengo lugar hoy en su vida, y no puedo hacer nada para que no piense que lo de salir con su amiga es para estar más cerca de lo que ella me permite; de hecho, lo realmente doloroso es compartir el partido con la dueña de casa y ella, pero es mejor, por la mierda, que no verla nunca más. Aunque...si ellas no se sienten incómodas...¿de qué me quejo?.

Me voy a poner la campera. Nos espera Alemania. Salimos a festejar.

miércoles, 16 de junio de 2010

Coming back to life

Pensó que antes de bañarse, andar un rato por la playa era un buen plan. Así que se sacó las ojotas, se puso las zapatillas, agarró la campera y se dirigió con toda la velocidad de la que disponía, cargando la silla, el mp3, Las partículas elementales a medio leer, y encaró la escalera para no esperar el ascensor. Cruzó sin prisa y sin mirar la desértica Costanera, que en verano le había llegado a hacer perder sus cinco minutos, y desplegó el asiento portable de frente al mar.

Las marcas de la lluvia eran recientes, pero el cielo no se mostraba amenazador, más allá de su tono gris. El viento era calmo, casi indolente. No le provocaba esas típicas meriendas de arena tan usuales en otra parte del año, y al mismo tiempo que se percataba de ese detalle, miró hacia ambos lados y vio la extensión de esa playa que de diciembre a marzo no tiene huecos sin gente. No recordaba la última vez que vio a su San Bernardo casi para él, y tal vez por eso casi ni lo recordaba con gente tampoco, ya que habían pasado varios veranos sin su presencia, que sentía casi como una obligación que no disfrutaba en lo más mínimo, cuando caminar hasta el muelle de Mar de Ajó o hasta La Lucila no se habían convertido aún en una réplica incómoda y desubicada de un martes en Florida y Lavalle.

De modo que, inflando el pecho, respiró el aire del mar, se detuvo dos o tres segundos que le resultaron eternos tratando de calentar ese torrente gaseoso en su nariz, y por último, se calzó los auriculares y se dejó caer pesadamente en el silloncito playero. La pava en el depto no le preocupaba, el sol no molestaba, más bien todo lo contrario (casi que se hacía desear), y una vez que encontró la posición, entrecerró los ojos y cantó en una voz apenas audible pero llena de goce, una canción que hablaba de que soñar no cuesta nada más que tiempo.

Fue allí que, abriendo un ojo para pispear en el display qué tema seguía, se encontró, como si recién hubiera aparecido, o como si no lo hubiese reconocido en un primer instante, con su majestad el Mar Argentino, representante plenipotenciario del océano. Se dejó conmover por la inmensidad, creyó estar en un lugar que no merecía; sonrió con vergüenza de sentirse muy poco merecedor de tal regalo, de tal sensación de plenitud y de menesteroso regocijo. Creyó entender a quienes aseguran que no hay posesiones que te garanticen una vida plena.

El viento, ahora sí, era importante pero no molesto, fuerte pero no invasivo. Como queriendo participar de la reverencia con la que saludaba al mar, lo abrazó con una ráfaga de esplendor y solvencia que le desordenó los escasos pelos y le refrescó la mente. Se sabía afortunado, pero ahora simplemente tenía una compasión por casi toda la gente que conocía, tan intensa que, si no fuese tan pura, podría haberse incluso confundido con la lástima.

Una sombra que le llegó por el rabillo de su ojo izquierdo lo sacó de su ascética contemplación; ella le estaba ofreciendo un mate, menos apurada que extrañada y divertida por la mirada perdida del que (sabía) era su enamorado. Él tomó con sus manos la calabaza, la miró a los ojos, se sacó el auricular izquierdo para oir lo que le decían ella, el mar y el viento, pero sabiendo que no los escucharía; sólo tenía espacio en su mente para creer que no habrá nadie en el mundo que pueda discutirle o negarle, desde ese momento y para el resto de sus días, que la felicidad existe.


martes, 15 de junio de 2010

Volvió la murga, a seducirnos otra vez...




El día (la noche) anterior al 25 de mayo, fecha impuesta como "el Bicentenario" de algo que aparentemente los patriotas de 1810 fundaron ese día intencional y concienzudamente, y que en definitiva es este país, asistí a La Trastienda,
a ver el espectáculo de los que a mí me parecen los Rolling Stones de la murga uruguaya, Agarrate Catalina. No voy a entrar en detalles de la actuación que brindaron, que fue magistral, emocionante, con la calidad de siempre. Más que a eso, quisiera dedicarme a tratar de entender por qué Uruguay puede alojar en su carnaval (el más largo del mundo y el más variado de Sudamérica, ya que Río y su versión pobre, Gualeguaychú, son más espectáculo visual que otra cosa), el candombe, la murga, y así y todo, seguir con el real espíritu del carnaval medieval, que es lo que, más allá de los no feriados actuales, la Argentina Bicentenaria y Buenos Aires ciudad, en particular, han perdido quizás para siempre. Eso, considerando que alguna vez estuviesen presentes.

Pues bien, viendo luego a la Catalina cantando en el Obelisco, me quedó aún más claro que nuestro carnaval no es tan grosso como aquél del otro lado del río, por muchas cuestiones que nos alejan tal vez más profundamente de lo que creemos de los orientales. Es cultural, entonces, la cosa. El ruso Bajtín, decía, a cuento del carnaval, que "en las fiestas oficiales, las distinciones jerárquicas se destacaban a propósito; cada personaje se presentaba con las insignias de sus títulos, grados y funciones. Estas fiestas tenían por finalidad la consagración de la desigualdad, a diferencia del carnaval en el que todos eran iguales y donde reinaba una forma especial de contacto libre y familiar entre individuos normalmente separados en la vida cotidiana por las barreras infranqueables de su condición, su fortuna, su empleo(...)". Al ver a la señora presidente en el palco oficial, bailando (he aquí la definición perfecta de la palabra "eufemismo"), me recordaba que tal vez en una sociedad monstruosa en todos los sentidos de la palabra, como la argentina, ya no deje la posibilidad del trato interpersonal, por muchas razones -la intolerancia y la violencia, tal vez, rankean primeras-, pero también porque ya hay una necesidad de separarse de "la gente" como colectivo a veces necesario, a veces imprescindible pero siempre vapuleado, y la comparación es inevitable: anda circulando el audio del Teatro de Verano de la Catalina en el que Rafa Cotelo, en el cuplé de "los conquistadores", comienza a bardear el aspecto de su nuevo líder, hasta que le avisan...¡que el tipo está presente! No debo decirles lo imposible que se me cuadra que cosas así pasen en nuestro bendito Vicente Nario's Town, sin que haya llamados del Ministerio del Interior pidiendo suavidad, silencio o que directamente no vayan.




Sigue diciendo Bajtín, "ese contacto libre y familiar era vivido intensamente y constituía una parte esencial de la visión carnavalesca del mundo. El individuo parecía dotado de una nueva vida que le permitía establecer nuevas relaciones(...)". Entiendo que hay una diferencia fundamental en cuanto al volumen de gente que vive en Montevideo, que no sé exactamente cuál es, pero en la capital de Argentina, ya viven más que en todo Uruguay. Aunque no sea suficiente, tal vez, para explicar que una ciudad considerada la más europea de Sudamérica, la de mayor oferta cultural, sin duda la que más cantidad de artistas tiene trabajando en sus noches, viva un carnaval tan lastimero, tan chato, tan pedorro, si se me perdona la expresión. Y sin olvidarnos que en muchos lugares, como por ejemplo mi lugar de residencia, ya ni carnaval como los de 1986 u 87 tenemos.

En aquellos, se daba (porque lo he visto y lo recuerdo así hayan pasado 25 años), que el Intendente, el presidente del club, el empresario exitoso, caminaban por la avenida España, frente al Club Alem, que era el epicentro de la joda, expuestos a la guerra de espuma que protagonizaban pibes con caretas del chavo o los Pitufos (esas de plástico con la gomita para ajustarla a la cabeza, que después de muchos años volví a ver en...Montevideo). Al decir de nuestro carnavalero filósofo ruso, "esta eliminación temporal, a la vez ideal y efectiva, de las relaciones jerárquicas entre los individuos, creaba en la plaza pública un tipo particular de comunicación inconcebible en situaciones normales. Se abolía toda distancia entre los individuos en comunicación, liberados de las normas corrientes de la etiqueta y las reglas de conducta". No quiero trillar el tema y tampoco pretendo decir que este gobierno es así y los demás no. Todos los que ví lo han hecho. Pero...recuerdo el palco del 25 de Mayo pasado y veo cómo se ha agrandado la cuestión.


Básicamente, la época del carnaval, creaba un "mundo al revés" en donde había libertad para decir lo que se sintiera, olvidándose de a quién se estaba diciendo, ya que se igualaba a toda la población, y esa especie de catarsis liberadora generaba nuevas formas de contacto. El que siempre estaba arriba era tocado por el de abajo, estaban todos revueltos, y en esa igualación radicaba lo importante del carnaval. Para que todo pudiera seguir como era, tenía que pasar por esa etapa en donde todo estaba dado vuelta. "De allí que todas las formas y símbolos de la lengua carnavalesca están impregnadas del lirismo de la sucesión y de la renovación, de la gozosa comprensión de la relatividad de las verdades y las autoridades dominantes. La segunda vida, el segundo mundo de la cultura popular se construye en cierto modo como parodia de la vida ordinaria, como un "mundo al revés"(...)".

Así y todo, "el humor carnavalesco es, ante todo, un humor festivo. No es, en consecuencia, una reacción individual ante uno u otro hecho "singular" aislado. La risa carnavalesca es ante todo patrimonio del pueblo; todos ríen, la risa es "general"; en segundo lugar, es universal, contiene todas las cosas y la gente (incluso las que participan en el carnaval), el mundo entero parece cómico y es percibido y considerado en un aspecto jocoso; por último, esta risa es ambivalente: alegre y llena de alborozo, pero al mismo tiempo burlona y sarcástica, niega y afirma (...)". Como se podrá apreciar, no es sólo el hecho de que nuestra clase dirigente no parece estar preparada para asumir un error, ni tampoco el tema de poco afectos que son a recibir críticas, lo que más me preocupa. Nada de eso. Lo realmente alarmante, es que no tengamos conciencia de lo liberador que puede ser recordarles a todos estos seres humanos su condición de tales. La posibilidad de decir con risa, risa de burla y de amargura, risa de nervios y de emoción, que no somos tontos, que sentimos, que vivimos, y que nos damos cuenta, que tenemos cara pero tan tontos no somos. Pero claro, para ello, deberíamos al menos sentir que eso es así. El pueblo no se cree capaz de otra reacción que el piquete, la indiferencia (en realidad, esto es falta de reacción, con lo cual estaríamos trabajando con opuestos y es complicarnos más la vida), o el ciberataque, en consecuencia, así estamos.

Al volver de la Trastienda, venía conversando con quien me acompañó, una debutante en lo que a murga se refiere, y me pareció muy buena su observación: "todo muy gracioso pero re bardean!!". Ésa es la idea, pensaba yo. Ésa es la idea, pensarían los Cardozo si supieran el pensamiento que esbozó.

Al vivir un carnaval como, por un lado, hace años no vivía, y por otro, nunca viví (como es el montevideano), pude apreciar esta diferencia aún más marcada. Realmente, considerar al paso de las comparsas disfrazadas con trajes supuestamente elegantes pero remendados (supongo que en lejana reminiscencia con el arlequín), con bombo, redoblante y platillos sin muchas variantes rítmicas, y pibes bailando con una gracia más cercana a la epilepsia que al compás de la percusión, todo ello sazonado con travestis de muy poca elegancia haciendo de vedettes, considerar "todo" eso, decía, como carnaval...es realmente pobre. No desdeño del trabajo de todos esos agentes, simplemente critico la cortedad de sus pretensiones. Nuestros corsos se reducen a lo más básico de la murga (los instrumentos), lo más decorativo de los desfiles (un baile, como queda dicho, patético), y con estandartes que no calificarían para un concurso de de carteles de tránsito. Todo esto, hablando de lo porteño, para trazar un paralelo con la otra capital.

En Uruguay, la historia queda oficialmente inaugurada (o al menos eso entendí) con el desfile de llamadas. Esto es, muchas (muchas en serio, a la número 20 me aburrí y me fui) agrupaciones de negros y lubolos -blancos que se pintan de negro, que hoy son la mayoría- cuyas banderas y estandartes son grandes denserio y las mueven realmente muy bien; un grupo de bailarinas, las vedettes, cuyo nivel decaía a lo largo de las pasadas; un grupete de personajes característicos, la mama vieja, el escobero, que tienen toda una tradición que oportunamente les contaré; y luego, lo que a mí me convocó: la cuerda de tambores, tocando el candombe, sólo con mano y palo. Sí, es cierto que ya no hay negros, casi; sí, es verdad que después de la comparsa número quince, es todo igual; pero lo que no se puede creer, es lo que se siente al llegar ese enjambre de cueros sonando; es una manada de toros que arrolla la sed, el hambre y las sillas a su paso, nadie se puede quedar sentado ni indiferente ante semejante vibración. No por nada los gobiernos obtusos de la corona y sus descendientes, prohibieron el candombe: no lo entendían, pero le temían.

Con esto solo, ya tenemos para darnos por vencidos; las comparsas bailan mejor y no parece que les picaron en el pie 48 medusas; los trajes están mucho mejor, hay una intención estética en cada pasada de cada elemento de cada agrupación; y queda ya dicho lo de chico, piano y repique.

Peeeeeeeero, ahora es donde empezamos a perder por goleada y abandono: la murga. Agarrate Catalina es una de las mejores de la actualidad, pero también están A Contramano, ganadores del concurso oficial en 2009 y 2010, Falta y Resto, de gran repercusión y muchos hinchas en Argentina, Demimurga, de las mejores "desconocidas" que vi, Queso Magro, y hay como 20 más. O sea, tampoco es que al ser pocos hacen las cosas por la mitad.

Hay un mandato, casi, que marca la pauta de qué debe ser una murga, y de dónde tenemos el problema nosotros: "la murga debe hacer pensar". Todo dicho. La murga uruguaya tiene un tinte político que acá nadie quiere escuchar, principalmente porque nuestra dirigencia no admite errores ni críticas y porque los opositores no saben cómo capitalizar y que no se les vuelva en contra. Y, como para que quede claro, estamos tan pero taaaaaaan lejos, que incluso en el reglamento del concurso (sí, lo tienen que hacer porque si no los des-ca-li-fi-can) están, por un lado, la idea de la crítica y, por otro, el buen gusto. Haré el intento de colocar ejemplos de "Civilización", de la Catalina", en cada uno de los artículos del reglamento que elegí. Veamos:

La murga, esencia del sentir ciudadano, conforma esa verdadera auto-caricatura de la sociedad, por donde desfilan (...) los acontecimientos salientes de la misma (...) tomados en chanza y en su aspecto insólito, jocoso y sin concesiones. " Civilicemos al Pepe", trata de que tienen un presidente nuevo al que hay que "educarlo con premios, igual que a los bebitos, y al conjugar bien un verbo, regalarle un rabanito". Clarito, no? Y acá todavía tenemos gente que escribe en diarios de gran tirada que tenemos una presidenta. Por favor. No sólo aceptamos barbaridades, sino que las legitimamos día a día. Y estamos hablando de una boludez ortográfica...

La veta de protesta aguda, irónica, mordaz, inteligente y comunicativa, es la estructura y esencia de la murga. "

“El enemigo es poderoso y sanguinario, y está invadiendo nuestros dominios.
-Discúlpeme, mi capitán, pero le aclaro: somos nosotros los que invadimos.
-No puede ser, entonces soy de otra trinchera, y son ustedes otros soldados!
-No se preocupe, le cambiamos la bandera, y abrimos fuego para otro lado". ¿Podríamos considerar al vicepresidente, a varios ministros, y tantas otras alimañas políticas (no llegan a la calificación -zoológica- de "animal político”) como homónimos de este general? Vamos, sincérense, zoncitos, hagan de cuenta que estamos en carnaval!

El reglamento aconseja y restringe la acción crítica y satírica de la murga: la obliga pero la limita. Fíjense: "...Y si la situación lo requiriera, mostrará la dureza conceptual de su crítica, que es su verdadera esencia. El panfleto político o demagogia, como elementos integrantes de la misma, le retacean creatividad y la despojan de la natural y espontánea creatividad popular".
La Catalina siempre fue pro-Mujica, de hecho hizo el spot de campaña. Pero no se quedó con ello, y si bien incluyó en su cuplé una pequeña celebración, al toque volvió a su raigambre de murga y comenzó la crítica:
"después de la resaca, rumbo al laburo, ya estábamos un poco más inseguros.
Entre los compañeros se comentaba, 74 ñoquis, la veo brava.
Tá caprichoso, tiene sus mañas, casi se queda frito en la bicicleta de la campaña". Qué bien le vendría a Copani, por ejemplo, aprender que no sólo se puede, sino que también se tiene que estar, como artista, de todos los lados posibles. Si no, no hay arte, hay panfleto. A menos, claro, que no le moleste ser un agente de propaganda. Sé de mucha gente que hace un trabajo que le disgusta porque la paga y los beneficios son buenos.

• “Sus libretos deberán contener esa particular esencia murguera donde se destacan la críticas de actualidad, la sátira y la jocosidad, descartando los textos groseros”.
Bueno, también sabemos, entonces, por qué probablemente no haya muchas murgas cantando en Show Match ni se hable de ellas en Intrusos. Aparentemente lo que la gente quiere es la puteada porque sí, la Granatta abriendo las patas (ya es más poética esta rima burda que cualquier cosa que esta piba diga), y cómo se gritan Alfano y Pachano (acá no hay rimas, no se ilusionen), con lo que el asunto de evitar los textos groseros hace parecer a diecisiete borrachos que cantan como diarieros, como el Cenáculo Francés.


Como para ir cerrando, les cuento que una de las partes características, y tal vez más divertidas, de la actuación de la murga, es el salpicón, que consiste en repasar de modo cómico lo más importante del año que pasó, dando un pantallazo crítico de la realidad social. Si quisiéramos -y esto es otra de las cosas que nos distinguen del vecino país-, con lo que hasta hoy pasó en Argentina, tenemos tema de salpicón para 3 murgas de cada uno de los cien barrios porteños. Algunos: Aníbal Fernández contra Mirtha Legrand, el megacanje de la deuda, el Fino Palacios, Redrado acuartelado en el Central, Aníbal Fernández contra Nicole Neumann, el cerdo de Néstor
, Aníbal Fernández contra la Nelly -una historieta...-, la merluza para todos, Redrado y Luli Pop, la mafia de los medicamentos, la Ley de Medios, Macri jugando a ser Susana Giménez, el Bicentenario, y podemos seguir...

Ah, de con quién fui a la Trastienda, no les voy a decir una palabra.


lunes, 14 de junio de 2010

You reduce me to cosmic tears, Luminous more so than most anyone


No recuerdo dónde lo leí o quién me lo dijo, pero tengo por cierto, desde ese día en que lo incorporé como dato empírico, de que los seres humanos no soñamos con sonidos. Es decir, recordamos el sueño, pero como si fuera una peli que vemos tarde a la noche en cinecanal, que la dejamos en mute, total hay que leerla. Y esa idea, que hace poco tiempo conozco, me vuelve a la cabeza cada vez que me acuerdo de una mañana en que me desperté sobresaltado, luego de haber soñado una cita en un bar con muy pocas luces, con ella.



Ella era igual pero distinta. Igual a como yo la recordaba, su perfil, su persistente indiferencia, su perfume (nadie me asesoró acerca de los olores y el sueño), pero había algo que no me permitía sentirla como la que yo conocía. No era algo físico, al menos eso creía, era más bien una actitud. Aunque luego de un rato, de imágenes superpuestas en caprichoso orden, pude ver lo que me hacía confundir. Cómo no haberlo visto antes. El pelo. De golpe apareció ante mí, sonriente, pero con una invasión sobre su frente, un flequillo que le cambiaba las facciones, la fisonomía de su rostro, hasta casi no reconocerla. Y sin embargo, seguía estando ahí, seguía siendo ella. Y lo nuevo era, también, que sonreía. Sonreía hacia donde yo estaba, por lo que atiné casi como reflejo a mirar para atrás, esperando la llegada de no sé quién, que en definitiva, para mí, tenía que ser el destinatario de esa apertura al diálogo, al acercamiento, al éxito. No recuerdo una palabra, una vez que me percaté que, al fin, esa sonrisa era para mí. Sí, suena en mis oídos esta canción , que primero asumí como cantada por una banda, por la sensación de música en vivo que se despertó en mi pecho, pero que luego reconocí de los parlantes y de su boca. Sí, ella la cantaba, como si la supiera, y de hecho no se equivocó ni en el "uau!" final, que casi nadie escucha.


No pongo muy seguido ese CD, porque tiene muchas contras: la primera es que está dentro de la categoría de "discos que tengo que escuchar enteros". Para que ello suceda, hay que tener más de una hora disponible, y últimamente eso no está pasando. Por otro lado, está medio rayado porque ya es viejón, lo tengo desde que salió y desde la época en que mi discografía no llegaba a las tres cifras -hoy ya está en las cuatro-. Y también, seamos francos, no me traía buenos recuerdos, ya que ese sueño me alteró bastante la percepción de lo que en ese momento (y mucho tiempo después también, y ahora también) no era más que una obsesión, una unilateral intención de pareja.


Siguiendo con los sueños, o algo de eso, hay mucha gente entusiasmada con eso de los deja vu. A mí no es algo que me apasione, porque aparentemente son engaños de nuestra mente, que cree haber representado antes algunas situaciones que están pasándonos right now, y es tan jodida la guacha que nos la hace comer entera, y nosotros tan campantes saliendo a decir "esto ya lo viví". Bien, tuve algunas de esas. Pero son más frecuentes los sueños. Aunque, debo decir, a veces sueño cosas, no exactamente como luego me pasan, pero con algún componente. Como anoche. Volví a vivir algunas cosas, ayudado por algunos retoques estéticos que ella, la del sueño,-en mi mente con y en la realidad sin y ahora, en ambas con el pelo en la cara-, desatendiendo absolutamente cualquier coincidencia, decidió llevar a la Luna.
Algunas cosas, dije. Me faltó la música. Qué bueno que la mente asocie canciones con momentos, ¿no?. Si me disculpan, tengo una canción que escuchar una y otra vez. Salud.


PD: Gracias a José, mi hermano, que me enseñó a mandar al link a la gente...

lunes, 7 de junio de 2010

...Y que me esperan más aeropuertos...


-Me voy, moniquita- dijo Betty. La frase no sonaba a apresuramiento ni a arrebato. Era algo pensado, sentido, urgente pero no apurado.


-¿Adónde te vas?-La pregunta de Moni ya no tenía el mismo tono. Era más bien una especie de anticipo de la catástrofe que sabía se vendría luego de la decisión de su amiga.


-A Estados Unidos. Tengo un pasaje sacado, me voy el lunes. De ida.

Betty se casaba el viernes posterior, con lo que Moni dedujo que no iba a llegar a tiempo a la boda. No podía decir que lo esperaba, porque nunca se lo hubiera imaginado. Pero sí podía decir que la sorprendió muy poco esa intempestiva acción, de las que Betty solía tomar. Nunca sin pensar, pero siempre demasiado decidida y violenta como para creer si a todas sus ideas no les faltaba un golpe más de horno.


Moni prometió guardar el secreto, porque se sabía capaz y porque Betty se lo había pedido. Su familia le había enseñado que los secretos se mueren con uno, y a lo sumo, con dos. Y que el secreto que se divulga, no es culpa de quien lo confió, sino del estómago resfriado que le había fallado a quien, evidentemente superado (pues nadie contaría un secreto si no le fuera imposible guardarlo) le entregaba parte de su vida. Y en este caso, era un parte importante, el momento para el que supuestamente están emocionalmente entregadas las mujeres, o al menos lo estaban hace cuarenta años, tal el momento de esta historia.



Betty no podía casarse. No sabía si quería o no, de hecho todo, el vestido, la fiesta, los invitados, la emoción de sus amigas, le habían convencido de que sí tenía intenciones de hacerlo. Pero no podía. No se sentía capacitada, con tanto mundo y tantas historias por recorrer, así que se tomó el avión, dejó todos los preparativos de la boda, al novio casi en el altar, y partió para yanquilandia.

Pero el novio tampoco era de los comunes, no señor. Así que, en cuanto se anotició, sin llegar a lamentarse del todo, agarró la lista de invitados, empezó a llamar a todo el que tuviera teléfono, para pedirles tres cosas: la primera, que no vengan al casorio porque no va a haber tal cosa el viernes. La segunda, que no lo lamentaran porque él, el único capaz de lamentarse por dicho acontecimiento, estaba más vivo que nunca. Y la tercera cosa era que se fuera avisando a los demás invitados, ya que él no tenía tiempo que perder, debía realizar un trámite muy urgente para el cual no tenía ni idea de cuánto tiempo ni cuánto esfuerzo le iba a demandar.

Lo que podría haber sido un viaje de luna de miel, terminó siendo dos viajes separados, de dos personas que fueron novios pero que nos e casaron. Betty salió antes, el novio salió después. Tardó un mes en conseguir el dinero del pasaje, y otros veinte días más para encontrarla en el país del Norte, que por cierto, es un tanto grande. Algunos amigos ayudaron con datos irrelevantes pero de buena voluntad, y Moni, que estaba enterada de la movida del novio, recibió carta de Betty. En su respuesta Moni la puso al corriente y esperó instrucciones.
"Dale la dirección Moniquita, no hay drama. Total, yo no vuelvo..."

Así fue que el novio salió en búsqueda de lo perdido. Y se volvió tal y como se fue, solo y preocupado, mas no desesperado. Asombraba su seguridad, porque no se había venido con ninguna buena noticia, ni con ninguna promesa, ni siquiera había podido hablar con Betty, sólo la escuchó monologueando durante cincuenta minutos, en los cuales él prácticamente no figuró. Pero volvió convencido de una cosa:


-Cuando vuelva Betty, nos casamos.

Quince años después, Betty ya había realizado varias escenas de su vida de película: conoció a uno de los Rolling Stones (nunca dijo a cuál), tuvo y fundió un restaurant de comida argelina en Los Ángeles, vendió camperas de cuero traficado por Emir Yoma en Boston, se hizo amiga del empleado postal gay que la atendía religiosamente todos los meses, cuando Betty le mandaba a Moni dólares por Western Union para cuando ella regresara al país, se descompuso en un avión rumbo a Venezuela y le detectaron un cáncer, tuvo un hijo arriba de otro avión, y consideró que ya había pasado el tiempo de pasear. Así que volvió.


No necesitó contactarse con aquel hombre que había sido su novio, el que no sufrió el despecho porque creía en su vuelta. El aire le había traido a ese hombre, apotegma de las esperanzas vanas e infundadas, el olor de su juventud, la emoción de esas semanas previas a la boda, la risa de Betty. Esa risa que sabía que no había visto ni escuchado nunca más, ni siquiera cuando escuchó casi una hora a esa mujer que se parecía tanto a su prometida pero que no era. El timbre y el quejido del portoncito de adelante lo sorprendieron revolviendo un cajón. Cuando el turco le golpeó la puerta, éste le gritó que estaba abierta, pero que ya se iba. Había una determinación en su voz, que el turco reconoció después de quince años, cuando, por su rol de padrino, recibió el primer llamado de la cadena de suspensión.


-Prendete el fuego, cotur. Me voy a casar y en un rato vuelvo.

domingo, 6 de junio de 2010

Los intocables

Cuando la llamaron desde el colegio, la mamá de Milena se preocupó bastante, como por causa de todos los llamados que salen de un lugar inesperado y alteran el normal trayecto de un martes cualquiera por la mañana. Si bien la directora la tranquilizó al instante, ya que nada malo le había pasado a la nena (por otro lado, normalmente rebosante de salud y de vitalidad, pero no derrochona de ideas), le dejó un gran interrogante que no pudo deducir a la llegada de su hija del cole, ni durante todo el día hubo chance de sacar el tema de un modo delicado. Las autoridades le habían pedido que no sea muy incisiva en las preguntas, ya que no lo habían señalado como un "problema" pero sí como algo de lo que quisieran hablar directamente con el adulto que pudiera dar más precisiones acerca del tiempo extraescolar de Milena.

Así que no tuvo más remedio que acudir a las diez al colegio, a charlar con los directivos y el profesor de Construcción de la Ciudadanía (ella se sabía poco ilustrada, pero no le cuadraba por ningún lado esa materia nueva, que era Cívica pero no, que era Derecho pero no, que era todo y nada a la vez, y lo que más ruido le hacía era el hecho de que se les explicó a los padres, sin mediar justificativo, que las horas de esa nueva asignatura se las darían a profesores con excedencia; le sonó a poco apropiado no poner a los mejores pero reconocía que esa opinión sería tan improcedente como la designación casi a dedo de aquéllos).

-Mire, señora de Isaacks, no queremos intranquilizarla más de lo que seguramente debe estar, así que iremos directo al punto. Con el profesor, emprendimos una tarea desde este nuevo espacio de Costrucción de la Ciudadanía, y el mismo consiste en averiguar un poco por dónde andan las expectativas post escolares de los chicos. Ya sé que estamos hablando de gente que no va a entrar en el mercado laboral hasta dentro de cinco años, pero si ya desde octavo vamos indagando, podemos ir ayudando a forjar el criterio de elección, y fortalecer los contenidos que prepararán a los chicos en cada modalidad luego...-la voz de la directora sonaba aplomada, aunque impaciente por acortar camino. La cara de la mamá no era precisamente la de alguien que está entendiendo todo lo que se le dice, menos por no comprender que por no tener ni la más pálida idea de su citación.

-En ese contexto, hemos realizado una actividad en la que se les pidió a los chicos que respondieran a esta consigna: "Te sugerimos que nos digas qué tareas, actitudes y aptitudes quieres desarrollar en tu trabajo soñado, y que dejes para los compañeros la opción de adivinar cuál es o cómo se llama esa actividad"-el profesor trataba de ser claro, pero sabía que no lo estaba logrando.

-Si bien es un tanto confuso, le leo, por ejemplo, lo que puso Federico Gutiérrez (aclaro que él me autorizó): "yo quisiera trabajar fuerte en lo físico, conocer gente con la cual compartir el entrenamiento, ser respetado por quien se encarga de dirigirnos, desarrollar mi técnica y el trabajo de equipo, y destacarme para poder estar ante 50000 personas defendiendo primero los colores que amo y luego, representar al país matándome por estar entre los once todos los fines de semana". Claro que es medio básico, pero la idea se entiende, ¿verdad?. Además, todos sabemos que Fede quiere ser futbolista- remató para que no queden dudas.

La madre asintió en silencio, ahora sí, absolutamente desorientada. Nunca había hablado con su hija de este tema, sabía que su marido tampoco y, de verdad, estaba perdida y avergonzada de su total ignorancia respecto de la cuestión. Cierto es que Milena no ayudaba demasiado, ya que luego de llegar del colegio, comía, dormía sus religiosas dos horas de siesta y luego, a su mundo (la tele y la compu) hasta las 19 hs, en que iba a practicar natación con su mejor amiga, Carla.
Luego de ver algunos casos más, muchos tan obvios como el del pichón de Messi, otros un poco más difusos pero igualmente accesibles, la vicedirectora tomó la palabra.

-Señora, no queremos que tome ésto como una intromisión a su rol de madre, pero no podemos dejar pasar algo que a todos nos ha llamado la atención, y, aunque me apene un poco decirlo, también estamos tratando de defender, o mejor dicho, de no complicar...-se la notaba tensa, como queriendo encontrar el eufemismo correcto-, la reputación del colegio. no es el Nacional Buenos Aires, no es el Carlos Pellegrini, pero hemos tenido la constancia de acompañar como institución a la formación humana y académica de grandes personalidades a nivel distrital, y algunas, ambién, a nivel nacional...-la mamá de Milena volvió a asentir, ahora más impaciente.

-Su hija -el director volvió a la carga, dándose cuenta del mal clima imperante-, respondió, a la misma consigna, de esta manera:

"Yo quisiera trabajar en algo para lo que no deba estar demasiado preparada. Me gustaría poder acceder a conversar con gente realmente importante, de la que se habla todo el tiempo, los que verdaderamente mueven el país. Quisiera poder hablar cara a cara con ellos, que ellos me conozcan, me reconozcan, que me llamen por mi nombre y, que aunque no les caiga bien, me traten igual con cariño. Sí, un poco quiero que me teman. Y quiero que me teman, o que quieran hablar conmigo y me digan que conmigo está todo bien, porque les beneficia, tanto como a mí me beneficiaría su llamado. Me encantaría tener el número de teléfono de esa gente y llamarlos cuando me dé la gana, a cuento de nada, o de algo que se me ocurra en el momento. Me gustaría llegar a mi lugar de trabajo y que todos estén esperándome para que les cuente de qué me enteré, que cuente secretos de esa gente. Me gustaría poder decir absolutamente cualquier cosa de alguien, poner cara de que estoy indignadísima con ese personaje con el que me estoy peleando, y a la semana siguiente poder hablar bien de él, llamarlo y que me atienda con una sonrisa. Muero por pelearme con los importantes, decirles que sin mí no serían nada, hacerles creer que la gente los conoce porque yo estoy en el medio, que su arte o su trabajo no valen nada si yo (y mis colegas) no les ponemos precio o valoración, meterme con su familia, sus hijos, sus padres, sus hermanos, con su pasado, revolver en el fondo del placard y si no encontrase nada para dañar su imagen, inventarlo, difundirlo, tirarlo a los cuatro vientos, para a los tres días salir a decir que alguien tiene una campaña contra ese tipo, que aparentemente está de moda pegarle, que no entiendo por qué esa saña, invitarlo a mi lugar de trabajo y que allí este personaje se enoje con alguien, para que yo lo pueda acompañar en su enojo (y rearmar la campaña de difamación contra ese otro, claro). Quiero recordarle a todos lo que dijeron hace una semana, tres meses o cinco años, y que eso suene como la verdad absoluta, que nunca nunca nunca podrán modificar porque ya lo dijeron, pero yo en cambio, hablaré muy muy bien de uno y a la semana siguiente, haré todo lo contrario y que eso esté bien para mí y los demás tengan que aceptarlo porque son "las reglas del juego". Qué bueno estaría poder decirle a cualquiera que se me antoje "vos estás haciendo mal las cosas" y que el otro, apenas, pueda esbozar un farfulleo que diga que nadie es quién para meterse en su vida, a lo que yo le respondería "ah, pero bien que cuando necesitás, nos llamás a nosotros; no te quejes". Y si el otro intentara hacer lo mismo, meterse con mi familia o conmigo, victimizarme y decir que evidentemente tal o cual es mala persona porque se mete con cosas que no se puede meter. También me parece repiola armar escenas de peleas sin que uno de los personajes se entere, teniendo al teléfono a otro y provocando a uno a que destroce al supuesto ausente. Y además, ganar plata, mucha plata, porque todo lo que yo hago tiene repercusiones en muchos sitios, dada la oferta cultural de mi tiempo y mi país"

-Nadie adivinó de una, señora-dijo el profe-, y estuvieron cinco minutos pensando los compañeros. Milena estaba extrañada de que nadie supiera de qué estaba hablando, y dijo: "¿Nadie mira la tele a la tarde? Yo quiero ser panelista de Intrusos".