domingo, 27 de marzo de 2011

Hoy es hoy, ayer fue hoy ayer.

Por las miles de noches que terminaban un poco más tarde pero no mucho.
Por recibir antes de dar.
Por las eternas distracciones que eran risa o bronca conforme subía o bajaba la marea.
Por los celos de un galán que existían solo en sueños.
Por encontrar las cartas, y por escribirlas también.
Por salir del pozo sin querer, por querer quedarte.
Por los sueños que no se comparten.
Por no dejar de sorprender, tanto que ya no es sorpresa que sorprendas.
Por correr y no caminar, por no llegar nunca.
Por ese champagne que no se volverá a beber.

Salud.

sábado, 26 de marzo de 2011

Como en casa



Así que hacia allá se dirigieron.


La casa estaba bien, tal vez muy grande para él, pero estaba claro que era absolutamente irracional en ese momento, él quería volver a esa casa donde escuchó algunas canciones por primera vez; a ese hogar roto donde, también por vez primera, se había enterado que las mujeres podían ser (y eran) tan infieles como los hombres, y que las madres que se quedan en casa no siempre se quedan cuidando solas el lecho conyugal; a esa forma distinta de organización en donde las hermanas mayores tenían miles de amigos, conocidos por él ya que "acá nos conocemos todos", y donde esas reuniones marcaban la onda del pueblo, el ritmo al que debías caminar (correr) si querías ser tenido en cuenta más que como elemento decorativo; a ese living grande en desnivel con el equipo de música y el sillón para leer al lado de la ventanita y con la lámpara de pie invitando a conocer mundos nuevos; a esas piezas ultra secretas que contenían cada individualidad de una manera desconocida para él, y a la que no sabía si se atrevería a reclamar para sí en su casa a los 13 años.


A mitad de camino y con la otra casa señada, descubrió el cartel y le pidió al dueño de la inmobiliaria ver ese antiguo paraíso de las libertades y los descubrimientos que hoy, a veinte años, le seguía despertando recuerdos de su inocencia perdida, de su candidez pueblerina ante gente que ya había pasado el umbral de la mano de tutores que conocían los embates de las hormonas, y ahora los disfrutaban.


Él quiso ver la casa de ella, y le resultó perfectamente lógico y posible en su mente lograr vivir allí.


Lo de lógico lo podríamos discutir, si estuviera en vuestro ánimo; posible no sería, ni lo iba a ser.


-Noventa mil-, fue la lacónica aseveración del agente, que no tenía por qué entender los sentimientos de su cliente, que por otro lado nada le dijo.



Se habìa roto tanto el traste para conseguir casi la mitad, que ni todas las ilusiones ni todo lo que ella le gustaba en segundo año, ni la ventanita del living donde se imaginò el sillon eames, le impulsaron ni un poquito para volver al banco y estirar el monto.



miércoles, 2 de marzo de 2011

Dime quién me lo robó...


-Ya sé que a usted no, que no tiene nada que ver, pero dígame si sabe a quién se lo puedo preguntar...

La cara de desconcierto, mezclado con mucho fastidio, que mostraba el empleado de detrás del mostrador de la Aduana, dejaba poco lugar para la repregunta, pero el otro insistía en sus movimientos desacompasados y un tanto anacrónicos, y hasta infantiles ("casi como si estuviera haciendo pucheros", arriesgó el único testigo que se animó a contarme la escena).

-No me puede dejar así, a la policía ya fui, no me dieron bolilla. Casi me encierran, además...y qué sé yo por qué? dijeron que los estaba cargando, pero yo realmente no sé a quién recurrir...no, si, a usted tampoco, bueno, ya me quedó claro, pero...¿y una idea? Ah, y por favor, no los llame a los canas de nuevo...no, si, ya sé que usted no los llamó, pero me van a guardar y yo necesito saber...sí, le dije de unos temas que me rob...¿Sadaic? Sabe que no se me había ocurrido? Ahí tiene, ya me ayudó...

Las coincidencias de la tarde hicieron que el motoquero que me contó esto tuviera en su recorrido que ir luego a Sadaic, y allí pudo ahondar un poco más.

-Sí, me robó unos temas. No, no son míos. Bueno, antes eran míos, ahora no puedo ya escucharlos más. Me los robó. Si tiene 2 minutos le explico. Atienda al muchacho si quiere, así sigue viaje. ¿Por ahí? Listo, lo espero acá sentado. Sí, gracias. Le decía, ella me robó los temas. No, no, ya le dije que no son míos. De Ciro, de Serrat, de Drexler, de NTVG, de Buika, de Kevin Johansen
, de Alanis, de Sabina, de Pedro Guerra. No, ese es Juan Luis Guerra, este que yo digo es uno dientón, español, bah, de las Canarias.... No, no, no me robó los CDs, eso entendió el agente también...las canciones me sacó. No puedo escucharlos más porque suena el primer acorde y la veo. Y no, no está bueno. Antes sí, ahora la verdad que no. Y, unos cuantos...algunos más que otros. Hay uno de Ciro, el que cantaba en los Piojos, ese ya es como ponerlo y ver una foto, no sabe. Ese que dice "insistoooooo, aunque el tiempo diga nooooo!",
bueno, ése directamente lo paso de largo. Y así hay una bocha...Uh, así que no puede hacer nada...bueno, gracias igual, por lo menos no me tomó por loco o no me sacó corriendo..sí, hubo uno en el Parque Rivadavia, que me acusó de querer robarle un libro, cuando yo lo único que quería, era saber si la novela que iba a comprar no tenía una historia similiar a la mía. Porque la otra vez releí uno de García Márquez y le juro que era leerme a mí. La cosa es que creyó que lo estaba cachando y me chumbó como un perro...

Era viernes, fin de mes, no pasaba mucho en el centro, y el empleado de Sadaic, evidentemente, no tenía cosa mejor que escuchar semejante desangelado. Y como el motoquero tampoco, siguió mnirándolo cada tanto de reojo, y tratando de captar cada disparate que saliese de esa boca incontenible y alquilada a tremendo cascoteado.

-Peor me fue cuando dije que me robó la Trastienda, que nunca estuve mejor que en ese palco. Ahí tuve que explicarle al oficial, que me llevó con el dueño. Que no me robaron un palco; que yo no me robé un palco; que la Trastienda no era mi casa, sino que me sentí en mi lugar en el mundo cuando vimos la murga; a la final el dueño me miraba con cara de traste y el cana me quería llevar porque mientras discutíamos afanaron un banco ahí a la vuelta. Y bue, yo no lo mandé a buscar al dueño, yo sólo quería saber a quién le reclamaba perder ese privilegio. Pero se ve que en voz alta uno no se puede preguntar esas cosas...



Ya a estas alturas, decidió apagar el Nextel y seguir escuchando.

-Y el quilombo que se armó el otro día cuando me hice socio del club! Síiii, un bardo, porque en la cola se me salió como un pensamiento (pero se ve que lo dije, nomás), "¡pensar que hasta hinché en contra cuando jugaron la semi en Bernal!¿Cómo digo que soy hincha si por vos me di vuelta?" Y justo me escucha el pibe que anota las fichas y le dice al presidente!!! Sí, zafé porque con la campaña, "el club te necesita" y todo eso, mentira, necesitan guita, entocnes todos miramos para otro lado. Pero hasta mi incondicionalidad me quitó...Y eso tampoco lo puedo denunciar, ni decir, como ve. Discúlpeme si lo retengo, si está ocupado me avisa...

Vio cómo el empleado le puso cara de "no, faltaba más", casi invitándolo a seguir.

-y sabe dónde me fue peor? En el registro civil. Ahí sí no me matan porque el Ruso se acordó de que una vez tomamos unos drinks con amigos en común, le hablé de una tía mía que él conocía y me preguntó qué me había metido, que un tipo presumiblemente normal no viene a reclamar al registro civil dónde habían quedado los años que perdió buscándola, acompañándola, apoyándola en silencio o en las sombras, o bien exponiéndose al escarnio y/o indiferencia (el gesto de "abro comillas" y "cierro comillas" que hacía, irritaba un poco al empleado pero éste se contuvo y lo dejó seguir), no se pueden reclamar, decía, todos esos períodos de tiempo, que lo mejor era ir para adelante, que el tiempo nos enseña cosas, que se le llenaba de gente el mostardor y que no sea boludo al menos de acá en más.

Sí, el Ruso te salva o te hunde, recordó el motoquero.

-Y acá me ve, no quiero la plata ni de los helados, ni de los regalos, ni me interesa que los usufructúe otro. Y, varias cosas. No, nada. Pero no lo hacía por eso, imagínese. Y lo más loco de todo fue el viaje que salió en una charla. Sí, una cosa rarísima. Que me gasto toda la guita ahorrada y me voy de viaje y se van todos a la mierda. Y claro, "avisá", le tiro. Y yendo y viniendo, en la charla, ya estábamos en París. Entonces, en la Aduana, quise que alguiien me dijera cómo hago para denunciar el olor de las baguettes recién horneadas que íbamos a comer a la orilla del Sena, o las fotos de postal que le iba a sacar en Brujas y en Praga, o el viento en la cara desde la rambla en Barcelona. Todo eso que no tuve, ni pude nunca tener. Y antes de que llamaran a la policía, me acordé de las canciones, el despachante me dio esta dirección y acá me ve...Bueno, ahora sí me voy, si llega a saber de alguien que me pueda ayudar a recuperar alguna cosita, le dejo mi tarjeta, ¿puede ser? Gracias. Sí, ya sé que no hizo nada, pero quiso. Buen finde, ¿eh?

Y se fue, con cara de Low Batt, y movimientos acordes, mientras el de la mensajería lo miraba.

"Ya está lo tuyo, negro", le gritaron del mostrador.