jueves, 28 de julio de 2011

Alza la mano si lo estás gozando


-No estoy para nadie, Erica.
-Ni siquiera para...? -dejó la pregunta en el aire, parecía que a él tampoco se lo podía nombrar en vano-.
-Sobre todo.

Apagó su celular, desconectó el teléfono, y se dedico a pasear nerviosamente por su oficina. Recorrió una y otra vez con la mirada el espectáculo que se veía en la calle, los móviles de la tele, la gente expexctante en las escalinatas, los rayos y truenos que se empecinaban en darle a la noche un carácter épico que ya de por sí tenía.

Luego, por décima vez en lo que iba de la jornada, repasó una a una las fotos que adornaban el mármol de la chimenea en desuso, pero que le había fascinado desde la primera vez que entró al despacho, como asesor de su jefe político y segundo padre. Ese mismo que aparecía en la única foto familiar, sentado casi en el medio del sillón de la galería de su estancia; a su lado, claro, estaba Francisco. ¿Era necesario que su madre le hiciera venir desde Canadá, dejar toda la compañía sin CEO, sólo porque cada vez aparecía más en los diarios (y no precisamente de la mejor manera) y a ella no le había gustado "el color que tenía; vos sabés que a tu padre no lo llevás al médico ni aunque ese médico sea tu hermano"? Dicho sea de paso, a Ignacio (su otro hijo, y el médico en cuestión, claro está), también lo mandó a llamarlo. Ninguno de los dos quería demasiado la charla, pero ambos sabrían de lo imposible de evitarlo, y de lo ciertamente difícil que sería sobrellevar la explicación a la señora.

La única que parecía inmune era Laura, la más chica, la menos conocida de todos; la que, gracias a su parecido, fue la única que le cantó las cuarenta antes (cuando le quisieron elegir la carrera, y logró no ser arquitecta sino ingeniera agrónoma), luego (en el divorcio) y ahora, cuando, en sintonía con todo su pueblo, veía con muy malos ojos su inminente accionar.

Porque, claro, naide estaba en sus zapatos. Ninguno de todos los que se manifestaron a viva voz en las radios, en los diarios locales, los anónimos que pusieron pasacalles (y que ni siquiera era necesario descifrar; si bien todos sabían, nadie a esta altura de su carrera lo seguía llamando Calabacín excepto...) entendían que era estrictamente necesario, hacer lo que se estaba por hacer. Era imprescindible cambiar ciertas estructuras arraigadas en lo más profundo, en virtud de un nuevo paradigma, que los siempre preclaros y patriotas dirigentes -entre los cuales se encontraba-, le ofrendaban a una masa de incultos y egoístas, para que lo entendieran, asimilaran y compraran. Aunque también, viniendo de donde venía y conociendo profundamente la realidad de esos insurrectos, a él mismo le costaba asumir como propia esa clarividencia fundada en la teoría.

Miró cada portarretrato con fruición de asesino serial, y en cada uno encontró una respuesta exactamente igual y opuesta; en su acto de Colación de Grado, vio los ojos de enamorada de su actual exmujer, la cara de "ojalá tu padre te hubiera visto" de su mamá, la satisfacción de su Jefe. El día que asumió como intendente, vio en su rostro una mirada que sabía, se había gastado hace tiempo. Y en la obligada foto con él...nada. Por cierto...

-Llamó seis veces. Pregunta qué pasa.

Erica era joven (para él), linda (para cualquiera), inteligente (demasiado para ser secretaria). Tal vez, la vida lo había premiado antes de castigarlo con esta situación límite, y de inmediato supo que de aquí en adelante, perdería a Erica, a la chimenea, al bulín en Marcelo T y Junín, al brillo que quiso recobrar, a la mirada de su madre, y la posibilidad remota de volver a su hogar de siempre, sino como un héroe, como un digno hijo. Pero ya era tarde.

Y bajó al recinto.


martes, 26 de julio de 2011

eighteen forever

Ella lo escucha hablar; él cree estarle revelando la verdad absoluta acerca de la universidad, de las nuevas materias que está cursando, de lo difícil que es cambiar de aire; también le cuenta lo politizado que está todo allá. Incluso, se anima, cree que de los cuatro pibes de acá que se fueron a vivir allá, a tres seguro los ve abandonando en diciembre o antes. Sólo él y su compañero de departamento, también de acá y amigos desde chiquitos, quedarán el año que viene. Pero ni de lo que dice, ni de lo que le quiere decir, ni de la vestimenta muy modernosa, se percata ella. Sólo quiere escucharlo.Y lo mira. Y lo deja hablar...

Los cuatro pasan una y otra vez por esta cuadra; miran hacia la rambla, donde ellas tres miran con cara divertida y una saluda al que se cuelga de la ventanilla de atrás.Insisten con la vuelta del perro, mostrando la clara intención de elegir la presa. Como si realmente creyeran que tienen algún poder de decisión. Ellas tres, sobre todo la que saludó, ya tienen todo cocinado, es cuestión de dejarles creer que están conquistándolas. Claro está, ellas son más chicas; pero ya lo saben...

Un nutrido grupo se desliza por las veredas nuevas en las cuatro ruedas de su skate; parece mentira que hace 20 años todos querían ser parte de esa logia, hace 10 años las tablas alimentaban los primeros fuegos de las casas de solteros de varios amigos, y hoy, vuelven a resurgir los pantalones gigantes, los buzos billabong y la gorrita para atrás. Llegan las dos (la rubia con gafas de sol dignas de mejor hora, la guitarra al hombro y piernas larguísimas, la morocha con un termo y una bolsa de churros) y lo que antes eran sólo preliminares, ahora son volteretas frenéticas, cruces supersónicos a la Costanera y reiterados intentos infructuosos de surfear el banco donde hasta hace quince minutos estaban todos tomando una cindor...

Justo en el preciso instante en que un policía evidentemente recién graduado se afirma en el cuatriciclo y pela el celular con el que sacará la foto que se transformará en evidencia con la cual el gobierno de la provincia pretenderá recaudar trescientos cincuenta o setecientos mangos, aparece la parejita que lo dejó estacionado en paralelo al mar en un sector destinado a poner los coches a 45°, pidiéndole piedad y clemencia, porque el corsa no es mío, es de mi viejo, se lo saqué
después de rogarle diez días, no me hagas esto, si no hay nadie, borrá la foto qué te cuesta, si tuviera guita te la doy, pero en serio que estoy justo, sí, no, no, cómo que te quiero sobornar, no me entendés...sí, no, no hay forma de arreglarlo? No me arruines las vacaciones, sí, ya sé que lo dejé mal, te juro que nunca más...

Para mí es casi miércoles, para ellos, recién martes.

miércoles, 6 de abril de 2011

Sigue girando

Como un pony de carrusel salgo,
Volviendo a la madrugada,
Negociando la resaca de tu algo,
Mientras digo “todo o nada”.

Qué te tiene que pasar,
Con cuántas puertas giratorias te vas a pelear,
Antes de entender que no busco verte morir por mí,
Y que veas que sólo es la cruzada que yo elegí;
Surcar desiertos a pie,
Sólo para que pagues el peaje con cambio de diez,
Sabiendo que esta autopista no te deja por acá,
Y que vos creés que es una mano que te tiende un boy scout.

Asumir la decepción
Que mi olimpo y tu derpa tengan la misma dirección
Y que la Franja de Gaza me transmita cierta paz
Cuando siento que entre las bombas de humo te esfumás.
Y cuento hasta cinco mil,
Para que salgas corriendo con tu cara de marfil
De tu tapera de ruidos y libres sólo por vos
Sonriendo en la ventolera, partiendo la niebla en dos.

Como un pony de carrusel salgo,
Volviendo a la madrugada,
Negociando la resaca de tu algo,
Mientras digo “todo o nada”.

Y hasta parece un ritual
Que juegues un mal partido y lo quieras empatar,
Tapando el sol con los dedos vos sólo lo ves más gris,
Danzando bajo la lluvia tu techista está feliz.
Y que se te grabe bien,
No te puede dar seis nietos aquél que nació recién;
Se subió a tu motoneta y no se sabe bajar,
No te disfraces de gato si vas a vivir con Alf.

Si ayer mi preocupación
Fue cancelar adjetivos y que rime esta canción,
Hoy cansado y dando tumbos ya no alquilo ese disfraz
De Sabina Para Todos, hoy soy esto que ignorás.
Pero hoy va a ser así,
Y mañana y hasta dos mil ciento diez va a ser así,
Y no te entra ni una bala en tu Ford caparazón,
Sin destino pero al frente, encarás el paredón.

Como un pony de carrusel salgo,
Volviendo a la madrugada,
Negociando la resaca de tu algo,
Mientras digo “todo o nada”.

Sos mi faro en altamar,
o sólo una lamparita que se está a punto de quemar,
titilando en braile un tango que hace poco descubrí:
“primero hay que saber sufrir, después amar, después partir”?
Estrujándome la sien,
Porque no entendí qué hice para que me quieras bien,
¿a cuánto nene con tríceps vas a tratar como a un can,
Hasta que te orinen todo, de la alfombra hasta el placard?

Saber que la solución
Es que mando a mis matones o comprás mi protección,
Me deja muy mal parado para el Nobel de la Paz,
Pero me importa tres huevos, déjenme una guerra más!
O me vendo a precio vil,
Y paro en todos los pueblos, desde Corsario hasta Gil,
Antes que nada me quedo con las chirolas de vos,
Me las juego, gloria o cárcel, la ganancia es para dos.

Como un pony de carrusel salgo,
Volviendo a la madrugada,
Negociando la resaca de tu algo,
Mientras digo “todo o nada”.

domingo, 27 de marzo de 2011

Hoy es hoy, ayer fue hoy ayer.

Por las miles de noches que terminaban un poco más tarde pero no mucho.
Por recibir antes de dar.
Por las eternas distracciones que eran risa o bronca conforme subía o bajaba la marea.
Por los celos de un galán que existían solo en sueños.
Por encontrar las cartas, y por escribirlas también.
Por salir del pozo sin querer, por querer quedarte.
Por los sueños que no se comparten.
Por no dejar de sorprender, tanto que ya no es sorpresa que sorprendas.
Por correr y no caminar, por no llegar nunca.
Por ese champagne que no se volverá a beber.

Salud.

sábado, 26 de marzo de 2011

Como en casa



Así que hacia allá se dirigieron.


La casa estaba bien, tal vez muy grande para él, pero estaba claro que era absolutamente irracional en ese momento, él quería volver a esa casa donde escuchó algunas canciones por primera vez; a ese hogar roto donde, también por vez primera, se había enterado que las mujeres podían ser (y eran) tan infieles como los hombres, y que las madres que se quedan en casa no siempre se quedan cuidando solas el lecho conyugal; a esa forma distinta de organización en donde las hermanas mayores tenían miles de amigos, conocidos por él ya que "acá nos conocemos todos", y donde esas reuniones marcaban la onda del pueblo, el ritmo al que debías caminar (correr) si querías ser tenido en cuenta más que como elemento decorativo; a ese living grande en desnivel con el equipo de música y el sillón para leer al lado de la ventanita y con la lámpara de pie invitando a conocer mundos nuevos; a esas piezas ultra secretas que contenían cada individualidad de una manera desconocida para él, y a la que no sabía si se atrevería a reclamar para sí en su casa a los 13 años.


A mitad de camino y con la otra casa señada, descubrió el cartel y le pidió al dueño de la inmobiliaria ver ese antiguo paraíso de las libertades y los descubrimientos que hoy, a veinte años, le seguía despertando recuerdos de su inocencia perdida, de su candidez pueblerina ante gente que ya había pasado el umbral de la mano de tutores que conocían los embates de las hormonas, y ahora los disfrutaban.


Él quiso ver la casa de ella, y le resultó perfectamente lógico y posible en su mente lograr vivir allí.


Lo de lógico lo podríamos discutir, si estuviera en vuestro ánimo; posible no sería, ni lo iba a ser.


-Noventa mil-, fue la lacónica aseveración del agente, que no tenía por qué entender los sentimientos de su cliente, que por otro lado nada le dijo.



Se habìa roto tanto el traste para conseguir casi la mitad, que ni todas las ilusiones ni todo lo que ella le gustaba en segundo año, ni la ventanita del living donde se imaginò el sillon eames, le impulsaron ni un poquito para volver al banco y estirar el monto.



miércoles, 2 de marzo de 2011

Dime quién me lo robó...


-Ya sé que a usted no, que no tiene nada que ver, pero dígame si sabe a quién se lo puedo preguntar...

La cara de desconcierto, mezclado con mucho fastidio, que mostraba el empleado de detrás del mostrador de la Aduana, dejaba poco lugar para la repregunta, pero el otro insistía en sus movimientos desacompasados y un tanto anacrónicos, y hasta infantiles ("casi como si estuviera haciendo pucheros", arriesgó el único testigo que se animó a contarme la escena).

-No me puede dejar así, a la policía ya fui, no me dieron bolilla. Casi me encierran, además...y qué sé yo por qué? dijeron que los estaba cargando, pero yo realmente no sé a quién recurrir...no, si, a usted tampoco, bueno, ya me quedó claro, pero...¿y una idea? Ah, y por favor, no los llame a los canas de nuevo...no, si, ya sé que usted no los llamó, pero me van a guardar y yo necesito saber...sí, le dije de unos temas que me rob...¿Sadaic? Sabe que no se me había ocurrido? Ahí tiene, ya me ayudó...

Las coincidencias de la tarde hicieron que el motoquero que me contó esto tuviera en su recorrido que ir luego a Sadaic, y allí pudo ahondar un poco más.

-Sí, me robó unos temas. No, no son míos. Bueno, antes eran míos, ahora no puedo ya escucharlos más. Me los robó. Si tiene 2 minutos le explico. Atienda al muchacho si quiere, así sigue viaje. ¿Por ahí? Listo, lo espero acá sentado. Sí, gracias. Le decía, ella me robó los temas. No, no, ya le dije que no son míos. De Ciro, de Serrat, de Drexler, de NTVG, de Buika, de Kevin Johansen
, de Alanis, de Sabina, de Pedro Guerra. No, ese es Juan Luis Guerra, este que yo digo es uno dientón, español, bah, de las Canarias.... No, no, no me robó los CDs, eso entendió el agente también...las canciones me sacó. No puedo escucharlos más porque suena el primer acorde y la veo. Y no, no está bueno. Antes sí, ahora la verdad que no. Y, unos cuantos...algunos más que otros. Hay uno de Ciro, el que cantaba en los Piojos, ese ya es como ponerlo y ver una foto, no sabe. Ese que dice "insistoooooo, aunque el tiempo diga nooooo!",
bueno, ése directamente lo paso de largo. Y así hay una bocha...Uh, así que no puede hacer nada...bueno, gracias igual, por lo menos no me tomó por loco o no me sacó corriendo..sí, hubo uno en el Parque Rivadavia, que me acusó de querer robarle un libro, cuando yo lo único que quería, era saber si la novela que iba a comprar no tenía una historia similiar a la mía. Porque la otra vez releí uno de García Márquez y le juro que era leerme a mí. La cosa es que creyó que lo estaba cachando y me chumbó como un perro...

Era viernes, fin de mes, no pasaba mucho en el centro, y el empleado de Sadaic, evidentemente, no tenía cosa mejor que escuchar semejante desangelado. Y como el motoquero tampoco, siguió mnirándolo cada tanto de reojo, y tratando de captar cada disparate que saliese de esa boca incontenible y alquilada a tremendo cascoteado.

-Peor me fue cuando dije que me robó la Trastienda, que nunca estuve mejor que en ese palco. Ahí tuve que explicarle al oficial, que me llevó con el dueño. Que no me robaron un palco; que yo no me robé un palco; que la Trastienda no era mi casa, sino que me sentí en mi lugar en el mundo cuando vimos la murga; a la final el dueño me miraba con cara de traste y el cana me quería llevar porque mientras discutíamos afanaron un banco ahí a la vuelta. Y bue, yo no lo mandé a buscar al dueño, yo sólo quería saber a quién le reclamaba perder ese privilegio. Pero se ve que en voz alta uno no se puede preguntar esas cosas...



Ya a estas alturas, decidió apagar el Nextel y seguir escuchando.

-Y el quilombo que se armó el otro día cuando me hice socio del club! Síiii, un bardo, porque en la cola se me salió como un pensamiento (pero se ve que lo dije, nomás), "¡pensar que hasta hinché en contra cuando jugaron la semi en Bernal!¿Cómo digo que soy hincha si por vos me di vuelta?" Y justo me escucha el pibe que anota las fichas y le dice al presidente!!! Sí, zafé porque con la campaña, "el club te necesita" y todo eso, mentira, necesitan guita, entocnes todos miramos para otro lado. Pero hasta mi incondicionalidad me quitó...Y eso tampoco lo puedo denunciar, ni decir, como ve. Discúlpeme si lo retengo, si está ocupado me avisa...

Vio cómo el empleado le puso cara de "no, faltaba más", casi invitándolo a seguir.

-y sabe dónde me fue peor? En el registro civil. Ahí sí no me matan porque el Ruso se acordó de que una vez tomamos unos drinks con amigos en común, le hablé de una tía mía que él conocía y me preguntó qué me había metido, que un tipo presumiblemente normal no viene a reclamar al registro civil dónde habían quedado los años que perdió buscándola, acompañándola, apoyándola en silencio o en las sombras, o bien exponiéndose al escarnio y/o indiferencia (el gesto de "abro comillas" y "cierro comillas" que hacía, irritaba un poco al empleado pero éste se contuvo y lo dejó seguir), no se pueden reclamar, decía, todos esos períodos de tiempo, que lo mejor era ir para adelante, que el tiempo nos enseña cosas, que se le llenaba de gente el mostardor y que no sea boludo al menos de acá en más.

Sí, el Ruso te salva o te hunde, recordó el motoquero.

-Y acá me ve, no quiero la plata ni de los helados, ni de los regalos, ni me interesa que los usufructúe otro. Y, varias cosas. No, nada. Pero no lo hacía por eso, imagínese. Y lo más loco de todo fue el viaje que salió en una charla. Sí, una cosa rarísima. Que me gasto toda la guita ahorrada y me voy de viaje y se van todos a la mierda. Y claro, "avisá", le tiro. Y yendo y viniendo, en la charla, ya estábamos en París. Entonces, en la Aduana, quise que alguiien me dijera cómo hago para denunciar el olor de las baguettes recién horneadas que íbamos a comer a la orilla del Sena, o las fotos de postal que le iba a sacar en Brujas y en Praga, o el viento en la cara desde la rambla en Barcelona. Todo eso que no tuve, ni pude nunca tener. Y antes de que llamaran a la policía, me acordé de las canciones, el despachante me dio esta dirección y acá me ve...Bueno, ahora sí me voy, si llega a saber de alguien que me pueda ayudar a recuperar alguna cosita, le dejo mi tarjeta, ¿puede ser? Gracias. Sí, ya sé que no hizo nada, pero quiso. Buen finde, ¿eh?

Y se fue, con cara de Low Batt, y movimientos acordes, mientras el de la mensajería lo miraba.

"Ya está lo tuyo, negro", le gritaron del mostrador.

miércoles, 19 de enero de 2011

Otro café...


Quique sabía la historia completa, pero contada por fragmentos. Pero cuando vio al Pollo lejos de la mesa de siempre, la que ocupaba en veranos e inviernos, mañanas y tardes (tal era su libertad, producto de no laburar nunca), sintió que una parte le faltaba. Así que hacia la fuente encaró, no sin antes tratar de rememorar los datos obtenidos en distintas conversaciones.

Lo primero que recordaba era que le habían comentado en un asado que al Pollo le habían dado la cana. Que Vanina, su pareja desde hacía tiempo, lo había descubierto de la manera menos pensada, pero más común: el estómago resfriado de un vecino. Y no hay peor oficio para un estómago resfriado, que el de portero de un hotel alojamiento. Y si algo puede empeorar esa situación, es que ese telo se ubique en un pueblo. Así fue que una mañana de hace dos meses, el vecino, queriendo hacerse el pícaro, le dijo a Vanina:

-Te vi anoche, eh?
-Dónde me viste? Si yo anoche estuve cuidando a mi vieja, que recién le dieron el alta de la clínica; te acordás que te dije que tuvo un infarto...

Y la cara del indiscreto pasó por todos los colores desde el morado al papel de calcar. Sabía que había iniciado un incendio y sólo tenía un bidón de gas oil para apagarlo. Vanina entendió al toque. El Pollo había visitado las habitaciones del desconchado (poco feliz pero muy descriptivo epíteto) hotel, y no había sido en su grata compañía.

De otro lado, se había enterado Quique de la reacción de Vanina, que no fue la esperable, o sea, ir a matarlo sin escrúpulos. Contó, para cobrarse el favor, con la inestimable ayuda del inefable vecinito, que no pudo con su genio ni con su evidente vocación de joderle la vida a la gente. O al menos, a esta parejita. Decidió que el Pollo mismo fuera quien, inconsciente del peligro que llevaba para su relación, le contara, espoleado por el a esta altura indeseable, al grabador escondido entre las ropas del conserje, cómo, cuándo y con quién había decidido pasar la noche que en un principio (al menos eso le informó a Vanina antes de meterse a duchar) era de poker en el español.

-Sí, la verdad es que las cosas con la Vani no andan bien, y aparte, qué querés que te diga...siempre me gustaron las pendex.

La señorita en cuestión tenía veintidos añitos ("podría ser la hija", pensaron el vecino y Vanina), se llamaba Camila, la conoció en el bar de siempre y ése era el dato que Quique quería corroborar, ya que no confiaba en el ruso, cuando se ponía a chusmear. Después del cuarto whisky, hay pocos contactos entendibles...

Vanina lo encaró con la grabación en la mano, le hizo jurar amor eterno y casorio, lo conminó prácticamente a tener un GPS instalado en al entrepierna, y así le permitió quedarse en el caserón que compartían desde hace dos años.

Sentado en una mesa chiquita de ese café nuevo donde antes estaba el Águila, mirando hacia los baños y de espaldas a la calle, con los ojos tristes de quien ve pasar su libertad sin poder disfrutarla, así lo encontró Quique cuando, luego de tres minutos de dudas y una caminata hasta la otra esquina, se decidió a entrar. La cara del Pollo al reconocerlo denotaba cierta tristeza, a pesar de la manifiesta y sincera alegría que el amigo vio en su sonrisa y el abrazo. Igual que un deportado a Siberia, al recibir una carta de un ser querido, pensó Quique. Y sin más, lo atacó:

-Pollo, ¡¿qué hacés acá?! Solo, además. Los muchachos en el bar preguntan, es más, la gente que no es habitué pero va seguido me había dicho que te vio acá y los traté de boludos, si el pollo vive en la otra esquina, les decía yo...Ahora te veo y no entiendo nada...Mirá que acá, estos te lo cobran el café, ¿eh? No les importa nada, son una franquicia...

-Ya lo sé, Quique, ya lo sé, si estoy pagando. No respetan a nadie acá, je- tiró el Pollo siguiendo la joda, pero su ánimo sombrío no lo dejaba levantar cabeza.
Miguel, que estaba viendo la escena en silencio, dudando si entrar a romper con la pareja y formar una multitud, a los dos minutos lo vio salir casi corriendo con una expresión entre indignada y sorprendida, y lo corrió por San Martín casi hasta el Carrito.

-Quique!!! Eh, Quique!!!- Al ver que frenaba, Miguel aceleró el paso y lo saludó con un beso en la mejilla, que el otro como siempre pero peor que nunca no devolvió. No quiso detenerse en nimiedades y arremetió:

-Te vi hablando con el Pollo, iba a entrar y saliste corriendo. Dije "este boludo lo cargoseó con los K, le dijo que el falcon de Ramón derrapa, y el calentón salió como tiro" y te seguí porque el otro enfermo es intratable.

-¿Sabés lo que me dijo el retardado? Le dije que me había enterado de lo de la moza y que le habían dado la cana en el telo, y que los muchachos lo quieren ver en la mesa, ¿y sabés lo que me contestó el retardado?- daba la impresión de que se había quedado sin insultos, y tal vez así fuera, pero no era inconsciente. Realmente le quería decir eso. Miguel calló, un poco por curiosidad y otro poco por precaución.

-Si te digo vas a pensar que hablo de Jaime, de Fort...o del Ogro Fabbiani. Me dijo: "Quique, no voy más por mi seguridad. Tengo que bajar el nivel de exposición". Eso me dijo. Mirá si será retardado...

Se dieron vuelta al pasar por el café mientras volvían para la plaza. Les pareció ver al Pollo anotando en su celular un número que la moza le dictaba.