martes, 26 de julio de 2011

eighteen forever

Ella lo escucha hablar; él cree estarle revelando la verdad absoluta acerca de la universidad, de las nuevas materias que está cursando, de lo difícil que es cambiar de aire; también le cuenta lo politizado que está todo allá. Incluso, se anima, cree que de los cuatro pibes de acá que se fueron a vivir allá, a tres seguro los ve abandonando en diciembre o antes. Sólo él y su compañero de departamento, también de acá y amigos desde chiquitos, quedarán el año que viene. Pero ni de lo que dice, ni de lo que le quiere decir, ni de la vestimenta muy modernosa, se percata ella. Sólo quiere escucharlo.Y lo mira. Y lo deja hablar...

Los cuatro pasan una y otra vez por esta cuadra; miran hacia la rambla, donde ellas tres miran con cara divertida y una saluda al que se cuelga de la ventanilla de atrás.Insisten con la vuelta del perro, mostrando la clara intención de elegir la presa. Como si realmente creyeran que tienen algún poder de decisión. Ellas tres, sobre todo la que saludó, ya tienen todo cocinado, es cuestión de dejarles creer que están conquistándolas. Claro está, ellas son más chicas; pero ya lo saben...

Un nutrido grupo se desliza por las veredas nuevas en las cuatro ruedas de su skate; parece mentira que hace 20 años todos querían ser parte de esa logia, hace 10 años las tablas alimentaban los primeros fuegos de las casas de solteros de varios amigos, y hoy, vuelven a resurgir los pantalones gigantes, los buzos billabong y la gorrita para atrás. Llegan las dos (la rubia con gafas de sol dignas de mejor hora, la guitarra al hombro y piernas larguísimas, la morocha con un termo y una bolsa de churros) y lo que antes eran sólo preliminares, ahora son volteretas frenéticas, cruces supersónicos a la Costanera y reiterados intentos infructuosos de surfear el banco donde hasta hace quince minutos estaban todos tomando una cindor...

Justo en el preciso instante en que un policía evidentemente recién graduado se afirma en el cuatriciclo y pela el celular con el que sacará la foto que se transformará en evidencia con la cual el gobierno de la provincia pretenderá recaudar trescientos cincuenta o setecientos mangos, aparece la parejita que lo dejó estacionado en paralelo al mar en un sector destinado a poner los coches a 45°, pidiéndole piedad y clemencia, porque el corsa no es mío, es de mi viejo, se lo saqué
después de rogarle diez días, no me hagas esto, si no hay nadie, borrá la foto qué te cuesta, si tuviera guita te la doy, pero en serio que estoy justo, sí, no, no, cómo que te quiero sobornar, no me entendés...sí, no, no hay forma de arreglarlo? No me arruines las vacaciones, sí, ya sé que lo dejé mal, te juro que nunca más...

Para mí es casi miércoles, para ellos, recién martes.

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