
“Que alguien le pode ese bigote,
Los pelos de la oreja, los de la ñata
Y los del cogote…”
Agarrate Catalina, “Civilización”
Los pelos de la oreja, los de la ñata
Y los del cogote…”
Agarrate Catalina, “Civilización”
La primera vez que Rolo escuchó a Tito hablar del tema, podría decirse que no lo tomó demasiado en serio. Sonaba a extremadamente difícil, tanto la concepción como la puesta en práctica. Aquél estaba de acuerdo con los conceptos vertidos por Tito en cuanto a lo ridículo de la moda metrosexual, los hombres lampiños y la infinidad de productos para la belleza masculina (salvando el oxímoron). Odiaba profundamente esa nueva estética según la cual los hombres, aún los más rústicos, debían depilarse, cuidarse de comer 3 manises de más, porque si no la camisa al estilo Cholo Simeone, podría explotar, con consecuencias indeseadas en los ojos ajenos, invadidos por los botones. Creía estar viviendo una especie de apocalipsis, en donde los jinetes venían con el cabelllo moldeado por Cuggini, arropados por Ona Saez y haciendo esperar a las damas un poco, ya que su producción dejaba en ridículo al habitual maquillaje, peinado, esculpido de uñas y demases, que normalmente convertían a los caballeros de su tiempo (el actual, también...) en "esperadores de profesión". Ahora, ellos tardaban, que las minas esperen.
Cultores del esfuerzo, el remo y la palabra como mejor y cuasi únicas herramientas de seducción, y conscientes de que las modas -que Tito siempre le decía a Rolo que había dicho Cocó Channel, "son algo que pasa de moda"-, aunque con matices, nunca las habían ayudado mucho, creyeron desfallecer con el furor de las cremas para hombres, las revistas de moda masculina y los gimnasios repeletos de autoerotistas que miraban al espejo satisfechos de esa imagen que les devolvía: la de un ser con calzas apretadas, el peinado intacto, los pectorales desarrollados y libres completamente de vellosidad. Todo esto, al ritmo de "I know you want me", o "el tema de Ricky Fort", para que ubiquen.
Y no era eso, claro que no, lo que más les preocupaba. Que giles hubo siempre, y de posters de raros se puede tapizar cualquier camino al infierno; lo que realmente los tenía a mal traer, era que todo ese circense exhibicionismo ególatra y denigrante...los dejaba a ellos fuera de competición con las minas. Eso, ni más ni menos que eso, les dolía: las mujeres morían por ese tipo de tipos.
-Oíme cabezón-gritaba Cacho desde el fondo de la mesa- El tito tiene razón: fijate que si bien todos andan dando vueltas todavía, ya tenés algunos de los vaticinios cumplidos.

-Pero la confesión de Ricky Martin era más esperada que Navidad, Cacho -Rolo, aún escéptico, restaba mérito a los anticipos de la nueva tendencia-No es noticia para nadie que este muchacho apantalló a lo pavote con la adopción...quién iba a querer...o mejor dicho, ¿qué ibaa hacer si no le gustan las minas?
-Es un buen punto-concedió, extrañamente amable, Tito -Pero no te olvides que ya se empezó a ver un repunte en la música. Vos, acaso, ¿no te fijaste que todos estos elementos que andan dando vueltas como rockeros y son más armados que un perro de Rasti, ya no tienen cabida?
-Vino Purple, Maiden, ¡El flaco rearmó Pescado, por una noche pero volvieron! Y fijate que Simply Red está haciendo su "gira despedida". Y de acá...cuánto hace que no escuchás un tema de los Baba? -El Ruben aportaba desde su especialidad, la música. Su disquería en Cabildo le daba una autoridad en el tema que jerarquizaba sus opiniones.
El tema estaba instalado: como en cada movimiento artístico que llega a la cumbre, a la aceptación absoluta de todo postulado, hasta del más ridículo, el mundo lampiño empezaba a dejar el extremo, y continuando la lógica del mundo, el péndulo se dirigía al otro polo: los peludos estaban tomando el poder, y no se andarían con chiquitas.
Al revival de los ochenta, le seguía el revival de los setenta. La guerra fría entre los floggers y los progresivos ya estaba en su punto cúlmine. El espíritu de John Bonham estaba impulsando con la fuerza y el ruido de un tren a los hombres de pelo en pecho.
Tito lo llevó casi a la fuerza, aunque la resistencia de Rolo era ficticia. Su motivo era, más que ningún otro, su orgullo, que le cuestionaba a su cerebro cómo no se había dado cuenta antes. Para esas fechas, principios de mayo, las reuniones comenzaron a ser cada vez más frecuentes, y todas se realizaban en talleres mecánicos que tenían dos particularidades: debían preparar autos de carreras (de cualquier categoría), y no se repetiría la reunión en el mismo taller nunca.
A la primera que asistió Rolo, apadrinado por Ruben y Tito, se le agregó el dato curioso del primer famoso unido a la logia (de incógnito, claro): Cacho Castaña. Camino a casa, de regreso por la avenida, pasó por 2 Starbuck´s, 3 McDonald´s y América. "Esto tiene que terminar de una vez", casi se resignó Rolo. No lo creía, no lo quería en ese tono, pero reconoció la necesidad de retomar el poder.
Una vez repuesto del dolor que le significó que le arrancaran dos matas de pelos del pecho (más como rito iniciático que como comprobación de la veracidad del pullover innato), Rolo pensó en todos esos símbolos de la década más revolucionada del país, contados por su viejo, y también comprendió que Bombita Rodríguez, era "uno de los nuestros".
Habían impuesto de nuevo el Rock and Roll, porque no sé si saben, pero los remastering de los 4 de Liverpool, se hicieron con un fin...; lograron las confesiones de Fort, Alé, Rinaldi y el enano Polvorita (ésta última, póstuma pero confirmada por sus hijos); el paladín de los peludos setentistas, Pepe Mujica, era candidato a presidente de Uruguay; sólo faltaba el batacazo.
Porque, seamos francos: todo esto levanta la moral, pero lo que cambia el mundo, lo que hace girar las agujas del reloj, lo que hace subir y bajar la marea, es que a las minas le guste la nueva onda.
Tito casi no podía respirar, parecía un botija con championes nuevos (claro, volvió Jaime Roos a la escena, Drexler también hizo alguna confesión por ahí): juntó a todos los legionarios y casi les gritó:
-Listo. Lo tenemos. Hoy es un día de-glo-ria. Se estrena la serie que estuvieron grabando en secreto. Ahora sí, loco, estamos de nuevo arriba.
El escepticismo rodeó a la masa el dia del debut. Fueron cayendo al yerta, cada uno con su platito de madera, su vaso hecho de lata de Brahma de los 80 y sus 2 botellas de Carcassone. Alguien hizo notar que el LCD de 42" contradecía el espíritu reinante, pero dos o tres explicaciones técnicas y un "no rompas las pelotas" acallaron todos los cuestionamientos. El informativo del trece ya estaba terminando.
Los títulos no prometían mucho, y Suar no se la suele jugar, comentó Rolo entre dientes. Tito lo escucho pero, lejos de retarlo, le guiñó un ojo, como diciendo: "esperá que papi sabe de lo que habla".
La historia, en sí, valía dos mangos con veinte. Pero estaba absolutamente claro, casi desde que terminó el segundo bloque, que la victoria sería total, aplastante, contundente. Gracias a estos tres pibes, que derretían, cada uno en su estilo, a cualquier mina, los peludos serían revalorizados, puestos de nuevo al tope de las listas de sex symbols, y, por sobre todas las cosas, enterrarían (de poner bajo tierra...), para siempre, al metrosexualismo.
El primer brindis de la mesa del tablón largo, y el segundo, y todos los subsiguientes, fueron en honor y agradecimiento de "Valientes".
El mundo es de los peludos, de nuevo, con esta estocada final. Rolo, Tito y Cacho, agitan sus melenas y se rascan un poco cerca del ombligo y se sacan de allí la pelusa, y se creen que son Castro, Martínez y Heredia.
