miércoles, 7 de abril de 2010

Lo que se hereda...

Yeyo sí que las hizo todas. Y si bien lo conocí poco, les puedo hacer una semblanza de lo que era, de lo que fue, y de por qué digo que las hizo todas.
Nació hace casi 100 años, en el ’12. Acá, en General Rodríguez, donde en ese momento todos se conocían por el nombre o por ser el hijo de. Desde chico, siendo el segundo de cinco, se dedicó a dibujar y putear, encarando ambas actividades con singular éxito.
Todavía hoy, Dardo, su cuarto hermano, se ríe al acordarse de la mañana en que él y Élida, la única mujer, se iban hacia la parroquia a tomar la primera comunión; dice Dardo que la niña corría tras él, intentando alcanzarlo, mientras Yeyo desgranaba su rosario de insultos: “curas de mierda y la puta que los parió, este moñito de mierrrrda que me pusieron”, y demases etcéteras. Dicen que le pusieron unos cachos de cirio pascual al Cristo crucificado, para poder seguir la ceremonia en paz.
Apasionado del fútbol, y de su Alem (ambos, el club y el presidente), no dudó en poner el hombro, y las manos, y las piernas, y no me cabe ninguna duda que el cerebro para los planos también, cuando hubo que levantar primero el gimnasio donde muchos años depués yo “jugué al basket” (ahórrenme el penoso detalle de mi experiencia en la zona pintada), y sobre todo, levantando las tribunas del estadio de fútbol de Brown y Avellaneda. Todo esto, documentado fotográficamente.
Porque era un obsesivo de la fotografía. Bah, de lo gráfico, en general. Y además, tenía la costumbre de colocar, en las fotos, la fecha, el evento y los nombres de los fotografiados. Se ve que es de familia, Dardo es obsesivo de la memoria, hecho que plasmó en libros de historia, y Oscar, el menor de todos, es una luz con los números.
Se la pasaba dibujando. Planos, casas, deportistas, aviones, historietas. Y nada mal, por cierto. Harto conocida era su habilidad para realizar planos, no siendo arquitecto. Tanto le gustaba y tan bien lo hacía, que incluso ilustró varias tapas de El Gráfico, cuando la fotografía y fotochot eran, ambas, cosas todavía inalcanzables para una revista semanal. De hecho, el logo de La Serenísima, que el mismo Pascual le encargó, ese que vemos en todos los sachet, los yogurísimo, los camiones, está creado por Yeyo. Decía Porota que se lo pagaron once pesos de la época, pero nunca me supo decir qué se compraba con eso en sus tiempos (y menos, en qué fueron quemados esos once pesos; creo que esto nunca lo sabría).
Y le gustaba un poquito la joda. Y la noche. Y andar de casa en casa, o en la suya misma, tocando el arpa (lo hizo hasta su último día con movilidad), la guitarra, acompañando a quien se prendiera, o a su hija al piano, comiendo unas empanadas, un asado, o aire, pero siempre con el vaso lleno. Incluso, hay varios documentos fotográficos que lo muestran al lado de las estrellas del momento, a veces hablando, a veces mirando de reojo un escote, muchas veces tocando el arpa, siempre con un vaso en la mano y una mesa larga como escenografía. Por eso, eligió vivir esa vida hasta que le sonó la alarma de la cuarta década.
Y ahí se casó con una mujer que, sabía, no le iba a dejar mucha soga (igual, se las arreglaba bastante…), pero que lo iba a contener, y sobre todo, le iba a dar una familia de la cual sentirse orgulloso.
Ya de grande, cuando me tocó coexistir, lo veía salir a media mañana para “el pueblo”, que es lo que los rodriguenses del lado sur tenemos como el lado norte, con la Intendencia, el banco Provincia, la parroquia, en fin, la vida social. Y cuando, por fin, me consideró apto para la aventura, me dio mi primer trabajo, cuando por salir “a medir” (es decir, encarar para el pueblo, boludear un rato largo, hablar con todo el mundo, saludarse con casi todos y después largar el comentario ácido o el sobrenombre justo, íbamos hacia algún terreno o alguna casa y, mate y galletitas mediante, yo le tenía la punta de la cinta metálica esa que se enrolla sola, él medía, anotaba en un lápiz y luego, después de 3 horas, volvíamos a almorzar), me pagaba, a guita de ahora, 3 pesos. Para un pibe de 6 años, era ser millonario. Los primeros tiempos, me preocupaba, porque el acto protocolar, léase, la recorrida por el pueblo, normalmente nos llevaba hasta las once y media, y por ahí nos volvíamos sin la tarea hecha. Entonces temía no cobrar, hasta que me di cuenta que mi trabajo, realmente, era ser su pantalla para la recorrida mañanera. Y ahí me relajé.
Otra cosa que recuerdo era que en casa se comía asado día por medio. Martes, jueves, y sábado/domingo, mi viejo y Yeyo armaban el fuego, José y yo rompíamos los huevos, y las mujeres comían adentro, mientras los hombres lo hacíamos al lado de la parrilla. Era una fiesta que no dejaba de organizarse; la parrilla no se lograba enfriar, que ya estaba acobijada de carne por arriba, y embrasada at down side.
Algo que me sorprendía, era que normalmente tenía un humor de mierda. Se la pasaba rezongando, puteando, y quejándose de todo lo que pudiera. Y de repente, a las carcajadas limpias, te daba vuelta como una media tu humor también, y largaba comentarios siempre tan justos, que era difícil no reírte con él. Luego, lo que no me sorprendió fue que su hija y José fueran iguales (entre sí y a él). A partir de ese momento, la genética dejó de ser un misterio para mí.
Un tercio de mi vida lo tuve al lado, y hoy se cumplen otros dos. Hace veinte años que se fue, y hubiera estado bueno tenerlo al lado más tiempo. Pero como todo en la vida no se puede, con haber tenido la decisión de hablar un poco de él, y recordarlo en esta forma, me doy por satisfecho.
¿Te habrán dado un lápiz, al menos? Esos gorditos putos, los que le revolotean al viejo de barba, seguro que el arpa te la escondieron, de puro envidiosos que son, nomás.


1 comentario:

  1. Muy lindo... a pesar de lo inefable y triste que pueda resultar el paso del tiempo, ese torrente que arranca y arrastra cuesta abajo tanto a las personas con las que construimos vínculos como a nosotros mismos.

    Y sí, 20 años es mucho; tanto como para diluir el recuerdo, aunque el corazón no lo deje. Todas estas anécdotas (mejor dicho, las situaciones que las originaron) forman parte de lo que somos, para bien o para mal.

    Muy bueno el blog, lo vengo siguiendo cuando puedo.

    Saludos,
    José


    PD (de hichapelotas): Alem no fue presidente, jeje

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