miércoles, 21 de abril de 2010

Persígnate, man!

Últimamente, se ha dado cuenta de que esa presunción de que el servicio meteorológico no sirve es de una falsedad manifiesta, ya que no recuerda la última vez que anunciaron tormentas, y alertas, y que no se haya concretado en una lluvia de los mil demonios, con anegamiento de calles y espejos de agua en las rutas.

No podía creer semejante precisión, y tampoco podía desempañar el parabrisas. Entendía el principio físico, pero se dedicaba a dar fuerza al motor del ventilador, de modo que el 70% del vidrio quedaba limpio, pero le faltaba disipar el vapor condensado de la parte superior del mismo. Atentaba contra la consecución del objetivo la baja considerable de la temperatura, y ese nuevo dato climático no le dejaba mantener el aire acondicionado (direccionado hacia el parabrisas) todo lo que hubiera deseado o lo que hubiese necesitado la situación.

No podía creer lo rápido que pasa el tiempo, qué lo parió, ya estamos en abril; y a las seis ya es medio de noche si está nublado y llueve, y cada vez más rápido nos metemos adentro, cuando se quiere acordar ya estamos cerrando el año.

Llegando a la autopista, los camiones y colectivos se dirigían a una protesta, y le sorprendió la cantidad de micros recorriendo un camino no frecuente, hacia el centro del pueblo, y no podía creer que con semejante día la protesta de apoyo, así como suena, se concretase de igual modo.

Estamos tan mal que no se nota, pensó.

Hablando de colectivos, le llamó la atención la cantidad de gente esperando el rápido, y también lo mal diseñada que está la bajada de la autopista, con el tránsito sin interrupciones de los camiones que suben, bajan, se cruzan, y los transeúntes desprotegidos (y sin una vereda como la gente) que esquivan a los paquidermos de la verdad láctea.

No podía creer la poca previsión de una mujer que, saliendo casi de la nada en esa mañana horrible de abril, a punto de atravesar la ruta en dirección al refugio del bondi, sólo mirase hacia su derecha, la mano más lejana hacia donde debía dirigirse, y que ni siquiera hubiera parecido percatarse de que lo que pasaba debajo de sus zapatos embarrados no era la banquina, sino la mano en la que circulaba él con su auto, despreocupado e indolente debido a que no había autos ni camiones en la zona.

No podía creer la velocidad con que la vida cambia, y cómo en cuestión de segundos, la subnormal que se lanzó a cruzar sin mirar hacia la ruta pasaba a ser una madre ejemplar, trabajadora a destajo en casas con cama adentro, que se dedicaba a criar a los cuatro hijos y a mantener al marido jubilado injustamente que se ven en la pantalla del noticiero, y segundos más tarde, cómo sería recategorizado como un nuevo asesino al volante destructor de familias, escoria de la sociedad que vive atropellando con todo lo que tiene, autos, prepotencia, soberbia.

Trató de sacar la vista de la pantalla mientras seguían buscando al policía que le tomará declaración; sólo se permitió volver a girar su golpeada cabeza cuando escuchó al locutor anunciar que pasarían a adelantar el pronóstico.

Había alerta de lluvias y recomendaban salir con tiempo, ya que el asfalto estará mojado.

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