lunes, 24 de mayo de 2010

Botineras



Lucas nunca llegaba para ver el partido de reserva. Un poco porque siempre se encontraba alguna actividad para estirar la partida, sobre todo los días que se iba solo a la cancha, otro poco porque el hecho de estar en media hora de auto le permitía esa morosidad, y le era fácil estacionar en el club Italiano. Pero ese día de octubre no encontró mejores excusas, además de que el del ciclón era el primer partido de la tarde, con lo que el Fútbol para Todos no tenía nada para él. Se había despertado bastante entero luego de una noche de sábado bastante tranquila aunque cargada de etílico, y había desayunado a las 12. El partido de las 15 y el desayuno reciente le impedían almorzar hasta al menos el entretiempo, así que subió a la gaona, para llegar al Nuevo Gasómetro a las 13,20.



El ahorro de la semana le permitió darse un pequeño lujo, la Norte Baja, desde donde prácticamente se puede patear el balón del juego, de tan cerca que se está. Lo que de la Platea Sur se ve muy lejano, y desde la popular se adivina, aquí Lucas lo tenía frente a sus narices. Podía casi sentir el olor de la grama azotada por los tapones de los 22 jugadores, y su pasatiempo en la primera etapa fue tratar de reconocer jugadores (propios y contrarios) entre las dos alineaciones, y volvió a sentir eso que sintió cuando su primer partido de reserva: aunque los conociera de memoria jugando o en el banco de la primera, o en los programas de TyC, o en las fotos de El Gráfico o de Olé, o en las distintas páginas que pueblan la red, cuando un jugador de primera baja a jugar en la tercera, se transforma en un semidesconocido, con menor reconocimiento aún que el pibe de quinta división, que sube al banco un par de fechas y luego vuelve a asentarse en su categoría natural.



En esas conclusiones andaba Lucas al finalizar el primer tiempo, cuando una nueva particularidad que no había notado antes, asestó en su afiebrada mente un nuevo golpe: el árbitro del partido, era una mujer. La vio con la casaca negra, el silbato colgado y el pelo tirante en una trenza muy prolija, y, sacando el hecho de que aún no es muy corriente una señorita referee, algo que no podía verbalizar, ni mucho menos bajar de la nube de sus ideas, decía, algo lo hacía mirar intensamente la retirada hacia vestuarios de la impartidora de justicia.




"Ya nos conocemos, ¿verdad?-le espetó Máxima justo después de guardar en un cajón de la mesa de luz los $250 y segundos antes de refregarse delicada aunque salvajemente contra la humanidad de Lucas, quien continuaba perplejo por la belleza de la mujer que ahora lo desnudaba, a la vez que ampliamente satisfecho de su elección, por los mismos motivos. Siempre le intrigó eso, si ellas, que recibían tantos clientes, se acordarían de alguno. No ya de los frecuentes, sino de los ocasionales, los que aparecían una vez y no volvían a compartir esa hora de caricias y sexo. -¿Vos no tenías un boxer con iguanas celestes, el día que viniste? Mirá que trabajo bien...o sea, mucho...pero me acordé, fue un flash. ¡Qué bárbaro! ¿Cómo me voy a acordar de eso? -decía Máxima, entre sorprendida y divertida.



"Mejor por algo que por nada", pensaba Lucas, "al menos se acuerda...". Durante la charla post, comentaron lo rara que puede ser la memoria en almacenar datos, siguieron hablando de personas raras con quienes hayan estado, y en ese contexto, Máxima le dijo:


-Raros, raros, son los futbolistas. Mirá que estuve con muchos (y de diferentes equipos), pero no sé...sí, son lindos, musculosos, atléticos, pero...muy "ellos". No sé si me explico...Siguió diciendo, (con nombre y apellido, club y compañeros) por ejemplo, que muchos eligen ir con amigas de ella y sólo mirar, que otros van a "sacarse dudas", que algunos van de a 2, y terminan pagándole a la chica más su silencio que sus servicios...que Esperanto es un mal lugar si tenés novia y efectivo...y le dijo a Lucas algo que nunca se hubiera imaginado:


-Yo jugaba al fútbol. Y era buena...primero jugué de delantera ("no me soprende", pensó Lucas, mirando y tocando esos 120 cm de busto) pero luego me bajaron a volante por derecha, de ocho, bah. Jugué en la primera de Quilmes. Luego me rompí los ligamentos y en plena recuperación, conocí un chico de la cuarta que estaba en el negocio de los strippers y me ofreció contactarme con sus fiolos. Y acá estoy. Claro, no era rubia ni tenía este par...pero salí 3 veces elegida la jugadora más linda de AFA.Lucas recordaba haber visto en el programa de Atlas unas jugadoras de San Lorenzo, y pensaba que, si ese equipo era un promedio, Máxima robaba aún sin todo el artificio actual. No eran lo que se dice un resumen de femineidad, las cuervitas.




De todo esto se acordaba Lucas, por varios motivos: seguramente el primero ha sido asociar inmediatamente a la otra mujer que sabía dentro de la actividad futbolísica con el referee de reserva; el segundo fue que durante la semana previa al partido había intentado encontrar en los sitios a Máxima, sin suerte. Y ése, puntualmente, fue el ahorro de la semana, que le permitió hoy estar en la fila 3 de la Norte Baja.




Cuando salieron los equipos para jugar el segundo tiempo, Lucas recocnoció al número 14 de Lanús, un jugador bastante movedizo, inquieto, muy bajito al lado del 5, el 2 y el 6, que en su momento de explosión en primera jugaba de 8, con llegada, gol, y una gambeta interesante. Y luego de un pase a la segunda división de Inglaterra, y seis meses de comer banco y no entender el idioma, se volvió lesionado al club de sus amores. Y hablando de amores, por eso también Lucas lo recordaba bien, fue uno de los amores rentados de los que Máxima le contó, nombrándolo indignada, y con mucho resentimiento. No quiso ahondar en detalles con él, como lo hizo con otros. Sólo se limitó a decir "ese sí que se portó muy mal".




Algo sorprendió a nuestro plateísta. La referee se veía muy bien, y en un ambiente machista como el fútbol eso no era algo a pasar por alto, con lo cual en el trayecto de la boca de vestuarios a la media cancha, recibió piropos de diverso tenor, de parte de la platea y, sobre todo, de los jugadores de ambos equipos (como queda dicho, desde su ubicación Lucas podía escuchar todo, hasta las respuestas educadas pero evasivas de la señorita). Pero el 14 de Lanús, al verla cara a cara, no pudo reprimir un gesto de espanto, que fue devuelto por la árbitro con una de esas sonrisas que sólo pueden traerse algo más. Y no muy sano para la otra parte, si cabe la aclaración.




A medida que pasaron los minutos, Lanús atacaba la valla cuerva con insistencia y con las pinceladas de calidad de su repatriado volante, quien por otra parte, se cuidaba mucho de acercarse a la colegiada. Lucas empezó a darle atención a ese duelo implícito, seguro de que algo más interesante que el partido en sí podía desatarse, y seguro también de que él sabía algo que no estaba a la vista, pero que no tardaría en caerse del árbol de los imponderables.




Hasta que por fin, algo pasó. El 9 se tira a pivotear cerca de la medialuna, recibe un pase en cortada del 5 y logra cachetear con zurda para que, por el callejón del 8, entre el recién ingresado y se lleve la pelota ante la lenta reacción del lateral y el central izquierdo locales, quienes sólo atinan a mirar. Lo que provoca la salida alocada del arquero, que se tira de cabeza al balón, levantando por el aire al 14 granate. Penal en el bajo Flores, en Lanús, en Inglaterra, donde quieran. Pero la referre decide dar como válido el acto suicida de Nereo, pitar tiro libre al lado del punto penal y amonestar al 14, por simular.



Si la cara de ese muchacho trasmitía desconsuelo en el momento de darse cuenta del fallo, lo que se reflejó en su rostro una vez que le mostraron la amarilla y la árbitro se acercó para decirle algo al oído, directamente fue terror. Desencajado, visiblemente nervioso pero no del modo en que los jugadores muestran su adrenalina, sino más bien como las muchachitas que son perseguidas por los monstruos degenerados de las pelis de terror, corría por la cancha con una palidez cadavérica y mirando preocupado a la vestida de negro.




Lucas seguía apasionadamente el duelo. Además, definitivamente estaba buenísima. Le parecía irreal que los 22 no se le tirasen encima con cualquier excusa. Pero algo más que la muy buena presencia le llamaba la atención, lo intrigaba de la referee. Y el hecho más inquietante se dio faltando tres minutos. Con todo perdido (el empate no le servía a ninguno, pero menos a San Lorenzo), el local adelanta un poco sus filas y, en una escalada del tres, el 14 de Lanús se tira a los pies y le saca la pelota con aparente limpieza, por eso sorprendió a todos el pitazo y las señas indicando el punto penal (si Lucas no fuera tan fanático, casi hasta hubiese puteado ante semejante ¿error? de la jueza), y en el momento que la vio blandiendo primero la amarilla y luego la roja, de frente, riéndose socarronamente y con aires de suficiencia, el expulsado y Lucas reaccionaron al mismo tiempo, y ahí relacionaron: no era ya rubia, no tenía un busto exuberante, sin los tacos altísimos y los lentes de contacto y la lingerie roja era hermosa pero no violentamente llamativa; mas seguía siendo ella:




-¡¿Máxima?! -Lucas desde la baranda de la platea, y el 14 arrodillado en el borde del área chica, gritaron al mismo tiempo ese falso nombre, que protegía su identidad en su trabajo, pero que ahora la hacía vulnerable.




Sin darse vuelta, anotando detrás del cartón rojo, la primera mujer árbitro en llegar a la máxima categoría del fútbol argentino, terminó el informe que detallaba agresiones verbales y conducta antideportiva. Clarísimo estaba, entonces, que todos tenemos que pagar los males que hacemos, y nunca sabemos de dónde va a venir el pelotazo que infla la red, ni en qué minuto del partido un penal nos arruina el festejo. Lucas volvió cansado a su casa, como cada vez que lo hacen esperar 30 minutos para poder irse, encima después de un empate horrible entre dos equipos que no jugaban a nada. Ah, el penal de la reserva lo tiraron afuera. Lo vio a Miguel Ángel Rodríguez en la platea, no lo saludó.

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