miércoles, 10 de febrero de 2010

Basta de mirarme así



Las dos últimas cosas que supe del negro Valentín, hasta ayer, fueron: la primera, que un sábado a la noche, tal vez motivado por los objetos ofrecidos en la vidriera, destrozó el cristal de una peluquería del centro del pueblo, llevándose además varias pelucas que estaban en exhibición. Su explicación no fue mucho más aclaratoria que la nota del bisemanario que se encargó de difundir el hecho policial como una curiosidad (“me pintó”, fue la filosófica y polémica declaración al oficial que lo miraba ya no tan atónito como asustado); mas un tiempo después resolvió (el negro, no la justicia) que la hija del coiffeur, quien lo miraba mal cada vez que él pasaba por el negocio, y la cabeza que portaba la peluca rosa con permanente, que también lo miraba mal, lo provocaron y no encontró mejor manera de responder a tamaña declaración de guerra, que invadiendo territorio enemigo.*

La otra cosa que tuve el privilegio ya no de saber, sino de comprobar empíricamente, teniendo un téte a téte con él, es que es insoportable después de los primeros quince minutos de charla. Porque sus historias no tienen sentido, como si te estuviera contando un cuento leyéndolo de un libro que sólo conserva las hojas impares (y que no sean múltiplos de tres o cinco), y tratar de rearmar el diálogo luego de sus silencios es prácticamente imposible. Para alguien con cierta dificultad para entender determinados códigos de “la historia”, de “cómo pega tal o cual”, podría ser ardua la tarea de hilar los párrafos, ora larguísimos, ora bisilábicos, y lograr captar la anécdota. Para mí, que tengo esa traba y esa noche además me había autoimpuesto cuatro veces no tomar más (había alguien que decía que tenía gran fuerza de voluntad, porque había dejado de fumar 278 veces), fue directamente un suplicio auspiciado por del dueño de casa, nuestro amigo en común, quien como ya lo había padecido desde mucho antes, eligió compartir ese privilegio (el de la caída por sorpresa como siempre hacía), dejándome solo con Valentín.

No hacía falta ser demasiado avispado para darse cuenta que el negro tenía un físico apto para la lucha y el esfuerzo; si bien no era muy alto, no tenía nada de grasa en su cuerpo, eran cadenas de acero pegadas a los huesos. Y creo no recordar mal si digo que boxeaba en algún club. Sé que sus diversiones tenían bastante que ver con los enfrentamientos cuerpo a cuerpo, o que al menos tuvo un montón de ellos. Dado que soy un apóstol de la no violencia, sus historias (ahora me doy cuenta) no me atrapaban por estar, muchas, fuera de mi alcance de razonamiento.
Así, entonces, tuve conocimiento de este muchacho, hace unos cuantos años; se lo solía nombrar en lo de Piter, como alguien a quien no se lo espera (a quien, en realidad, no se lo desea recibir); y antes de mi viaje al Uruguay, me pareció escuchar a Willy decirle al Piter “te manda saludos el negro, dice que hoy va a tu casa”.

Hoy, caminando por la dieciocho, llegando a la esquina de Convención, veo a alguien con unas facciones familiares, lo cual, obviamente, en la ciudad capital de un país vecino, hace ruido en la cabeza. Famoso no es, pensé. Entonces es argentino…es una cara particular…ya está, me dije. El negro. Iba a llamarlo, pero inmediatamente varias ideas golpearon como cachetazos que se le dan a quien se desmaya: no te va a conocer; de qué vas a hablar; y la más preocupante: mirá si se te queda pegado.

Rápidamente, entonces, desistí del encuentro, pero el destino es muy mal perdedor. Esa noche, pese a recorrer varios locales de Abitab para comprar la entrada, no pude conseguir mi acceso al desfile de llamadas, por lo cual decidí ir y verlas de parado, con la suerte que había municipales vendiendo remanentes de sillas, así que terminé instalado cerca del palco oficial. Esto hizo que pudiera ver a las comparsas desfilando en su mejor momento, buscando la mejor forma de bailar, sonar, agitar banderas, para impresionar al jurado. Los tambores del candombe rompían el aire, eran una manada de toros haciendo vibrar el suelo. Pero lo justo es justo, y luego de la agrupación número quince, todo es más o menos igual (en realidad, hasta peor, ya que las vedettes van decayendo conforme la comparsa sale atrás), con lo que ya estaba levantándome cuando, por segunda vez en el día, algo sacude mi paz.

Un moreno en cueros, con un tatuaje inmenso de tres gorilas entrelazados, se acerca (muy poco) respetuosa, alegre y cortésmente a correr a los fotógrafos oficiales, a los vendedores de pop (pochoclo, acá), a los nenes, y a cualquiera que pudiese estorbar el paso de la comparsa que ya venía con destino a Isla de Flores. Tenía la cara pintada del mismo modo que la cuerda de tambores, pero no me engañó: el negro. Por segunda vez, estuve tentado de gritarle, llamarlo, presentarme, hacerle el diagrama de cómo lo conozco. Pero en cuanto abrí al boca para articular un sonido, lo vi tomar del brazo a un fotógrafo, haciéndole soltar la cámara, y ante las quejas de los colegas, lo vi romper esa cámara tirándola al piso; me vio tratando de esbozar alguna palabra (no referida al incidente, claro), y me dijo en un tono no muy amistoso:
-Tú no viste nada, bó.

Me fui tranquilo por las calles de Montevideo, pensando que el mundo es muy chico, que hay gente a la que siempre es mejor perderla que encontrarla, y que una hamburguesa después de cinco horas de desfile de llamadas, no me vendría nada mal.

*(Por cierto que hay una razón mucho más verdadera y valedera, pero sería acusado de reduccionista, discriminador, pacato, y demás cosas que recibe quien alega consumos de sustancias “x”, por ende, la teoría del maniquí decapitado que mira con aires de sobrador tiene perfecta vigencia…)

2 comentarios:

  1. No queria comentar, pero como nadie lo hace y el feedback buena leche en estos casos alivia: no abuses de los paréntesis, justificar es una tarea humana que en alguna ocasión contrasta con la imaginación de quien te recibe... (yo)... vale decir que lo mio no es la literatura (mucho menos la critica literaria), en fin, FBL... (Feedback Buena Leche)

    ResponderEliminar
  2. Es algo que estoy tratando de corregir, de hecho me doy cuenta cuando escribo pero me resulta difícil erradicar ese vicio. Gracias por el FBL y siga predicando en el desierto, haga patria Pagani...

    ResponderEliminar