domingo, 21 de febrero de 2010

O si no, no serás nada...

Hace unos años, discutiendo con mi viejo a causa de un comportamiento de los usuales en mí –vale decir, hacerme el boludo para no tener que cumplir con determinada tarea-, me dijo una frase que me dejó pensando ese día y a decir verdad, cada tanto me aparece a causa de acciones mías o de otros. A una tarea no cumplida, le agregué todas las excusas posibles, incluso un “qué querías que hiciera”, a lo que siguió su respuesta contundente:
-Vos tenés que hacer lo que tenés que hacer.
Y pensé mucho en tal respuesta. Obvio que uno analiza quién, cómo y por qué lo dice. Y también, qué es “hacer lo que se tiene que hacer”. Contextualizando la frase, hacía referencia a ayudar a mi abuela en lo poco que podía, ya que sufría una enfermedad terrible que se llevó su vida (padeció lo mismo que el negro Roberto Fontanarrosa, lo cual me lleva a pensar que es una enfermedad que sólo ataca a grandísimas personas), y de las muchas cosas que no podía ya hacer por su cuenta, me debo haber asemejado a un perro que pateó la olla, para después excusarse con huevadas.
Pero no era eso lo que movía a mi viejo a reprochármelo; me acusaba de fallar en algo en lo que mucha gente se especializa: el “deber ser”. Sin duda era mi deber de nieto cumplir con esa labor, pero me llevó a pensar cuánta gente se deja llevar por esa carga impuesta las más de las veces (pero no pocas veces autoimpuesta), y lo mal que resulta para nuestros sueños esa situación.
Me acordé de algún amigo que tiene que hacerse cargo del negocio familiar, para lo cual no tenía ningún talento. Lo ayudó la poca perspectiva que tenía su desarrollo académico, porque, aún proponiéndoselo, no lograría copiar un fragmento de doce renglones del deportivo de clarín sin faltas de ortografía. Y también, el hecho de que no se requería ningún talento más que el de manejar una camioneta y no tirar los maples de huevos, para ser considerado un empresario del rubro.
Tuve muy presentes a todos los músicos que hicieron trizas los sueños clasemediáticos de sus esforzados padres, dedicándose full time a aporrear el piano, sin un título de médico, abogado o ingeniero. Éstos pibes, agradecidos y endeudados moralmente (a diferencia de má y pá, endeudados monetariamente), sentían que no podían dejar de tocar si no se transformaban en el nuevo Horacio Lavandera o la nueva Martha Argerich. Estaban en mi memoria, también, los que siendo de la misma manera músicos por opción, se volcaron al rock, es decir, dejaron de aporrear el piano para aporrearse a sí mismos, avanzaron en el conocimiento y ya no duermen ni comen por el rock, que para ellos ya es un estilo de vida que hay que seguir y no la música, que cada vez tocan menos; para ellos, Pomelo es un pelotazo en contra, porque el reviente sigue siendo la tarea a cumplir, pero ahora se les ríen porque saben cómo llamarlos…
Ser padres es todo un tema, y sobre todo, de hijos no buscados. Y ahí el deber choca de frente contra nuestra idea de cómo llevar la vida. Porque por lo general, la edad en la que tenemos hijos coincide con el tiempo en que les sacamos la ficha a las cagadas de nuestros padres. Entonces, o hacemos todo lo contrario a lo que hicieron, porque no nos gustó en su momento, o juramos que no repetiremos esos errores, para cometerlos toditos y hasta con las mismas palabras, en cuanto haya alguna chance. Y si nuestros padres se separaron, o bien juramos ser los mejores padres del mundo y quedarnos siempre como una familia, o dudamos de nuestras ganas y nuestra capacidad para traer un hijo al mundo.
Muchos buscamos una mina “para poder presentarle a nuestra familia”, en la teoría. Pero si es una santa, probablemente busquemos otra paralela para no aburrirnos. Ellas, igual, lo tienen más pior. Muchos continúan la carrera de sus padres porque no quieren ni escuchar que los saquen de su burbuja en donde todo funciona. Una vez recibidos, ya saben para dónde tienen que ir, porque la huella está bien marcadita. La mayoría de los padres de la gente de mi generación continúa aún casada (no ya los que hoy tienen 45/50, sino los un poquito más grandes), porque todavía tienen la mochila del deber ser. Muchos políticos, en sus casas, juran dejar todo el próximo verano, y disfrutar de la vida que la lucha por el país que soñaron (ellos o sus patrones), para romper promesas –de nuevo- en la siguiente elección, porque renovaron contrato o porque realmente creen que pueden.
Y hasta algunos, porque hay que seguir con lo que viene, se compran un departamento en la ciudad y se van a planear su casamiento…

1 comentario:

  1. ...y algunos llegan a la esquina y de repente pareciera que los pies no quieren avanzar mas, que el cuerpo no quiere responder mas, que hay cosas que no dan para mas...y la parálisis se hace dura, ansiada y hasta libertadora...

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