domingo, 6 de junio de 2010

Los intocables

Cuando la llamaron desde el colegio, la mamá de Milena se preocupó bastante, como por causa de todos los llamados que salen de un lugar inesperado y alteran el normal trayecto de un martes cualquiera por la mañana. Si bien la directora la tranquilizó al instante, ya que nada malo le había pasado a la nena (por otro lado, normalmente rebosante de salud y de vitalidad, pero no derrochona de ideas), le dejó un gran interrogante que no pudo deducir a la llegada de su hija del cole, ni durante todo el día hubo chance de sacar el tema de un modo delicado. Las autoridades le habían pedido que no sea muy incisiva en las preguntas, ya que no lo habían señalado como un "problema" pero sí como algo de lo que quisieran hablar directamente con el adulto que pudiera dar más precisiones acerca del tiempo extraescolar de Milena.

Así que no tuvo más remedio que acudir a las diez al colegio, a charlar con los directivos y el profesor de Construcción de la Ciudadanía (ella se sabía poco ilustrada, pero no le cuadraba por ningún lado esa materia nueva, que era Cívica pero no, que era Derecho pero no, que era todo y nada a la vez, y lo que más ruido le hacía era el hecho de que se les explicó a los padres, sin mediar justificativo, que las horas de esa nueva asignatura se las darían a profesores con excedencia; le sonó a poco apropiado no poner a los mejores pero reconocía que esa opinión sería tan improcedente como la designación casi a dedo de aquéllos).

-Mire, señora de Isaacks, no queremos intranquilizarla más de lo que seguramente debe estar, así que iremos directo al punto. Con el profesor, emprendimos una tarea desde este nuevo espacio de Costrucción de la Ciudadanía, y el mismo consiste en averiguar un poco por dónde andan las expectativas post escolares de los chicos. Ya sé que estamos hablando de gente que no va a entrar en el mercado laboral hasta dentro de cinco años, pero si ya desde octavo vamos indagando, podemos ir ayudando a forjar el criterio de elección, y fortalecer los contenidos que prepararán a los chicos en cada modalidad luego...-la voz de la directora sonaba aplomada, aunque impaciente por acortar camino. La cara de la mamá no era precisamente la de alguien que está entendiendo todo lo que se le dice, menos por no comprender que por no tener ni la más pálida idea de su citación.

-En ese contexto, hemos realizado una actividad en la que se les pidió a los chicos que respondieran a esta consigna: "Te sugerimos que nos digas qué tareas, actitudes y aptitudes quieres desarrollar en tu trabajo soñado, y que dejes para los compañeros la opción de adivinar cuál es o cómo se llama esa actividad"-el profesor trataba de ser claro, pero sabía que no lo estaba logrando.

-Si bien es un tanto confuso, le leo, por ejemplo, lo que puso Federico Gutiérrez (aclaro que él me autorizó): "yo quisiera trabajar fuerte en lo físico, conocer gente con la cual compartir el entrenamiento, ser respetado por quien se encarga de dirigirnos, desarrollar mi técnica y el trabajo de equipo, y destacarme para poder estar ante 50000 personas defendiendo primero los colores que amo y luego, representar al país matándome por estar entre los once todos los fines de semana". Claro que es medio básico, pero la idea se entiende, ¿verdad?. Además, todos sabemos que Fede quiere ser futbolista- remató para que no queden dudas.

La madre asintió en silencio, ahora sí, absolutamente desorientada. Nunca había hablado con su hija de este tema, sabía que su marido tampoco y, de verdad, estaba perdida y avergonzada de su total ignorancia respecto de la cuestión. Cierto es que Milena no ayudaba demasiado, ya que luego de llegar del colegio, comía, dormía sus religiosas dos horas de siesta y luego, a su mundo (la tele y la compu) hasta las 19 hs, en que iba a practicar natación con su mejor amiga, Carla.
Luego de ver algunos casos más, muchos tan obvios como el del pichón de Messi, otros un poco más difusos pero igualmente accesibles, la vicedirectora tomó la palabra.

-Señora, no queremos que tome ésto como una intromisión a su rol de madre, pero no podemos dejar pasar algo que a todos nos ha llamado la atención, y, aunque me apene un poco decirlo, también estamos tratando de defender, o mejor dicho, de no complicar...-se la notaba tensa, como queriendo encontrar el eufemismo correcto-, la reputación del colegio. no es el Nacional Buenos Aires, no es el Carlos Pellegrini, pero hemos tenido la constancia de acompañar como institución a la formación humana y académica de grandes personalidades a nivel distrital, y algunas, ambién, a nivel nacional...-la mamá de Milena volvió a asentir, ahora más impaciente.

-Su hija -el director volvió a la carga, dándose cuenta del mal clima imperante-, respondió, a la misma consigna, de esta manera:

"Yo quisiera trabajar en algo para lo que no deba estar demasiado preparada. Me gustaría poder acceder a conversar con gente realmente importante, de la que se habla todo el tiempo, los que verdaderamente mueven el país. Quisiera poder hablar cara a cara con ellos, que ellos me conozcan, me reconozcan, que me llamen por mi nombre y, que aunque no les caiga bien, me traten igual con cariño. Sí, un poco quiero que me teman. Y quiero que me teman, o que quieran hablar conmigo y me digan que conmigo está todo bien, porque les beneficia, tanto como a mí me beneficiaría su llamado. Me encantaría tener el número de teléfono de esa gente y llamarlos cuando me dé la gana, a cuento de nada, o de algo que se me ocurra en el momento. Me gustaría llegar a mi lugar de trabajo y que todos estén esperándome para que les cuente de qué me enteré, que cuente secretos de esa gente. Me gustaría poder decir absolutamente cualquier cosa de alguien, poner cara de que estoy indignadísima con ese personaje con el que me estoy peleando, y a la semana siguiente poder hablar bien de él, llamarlo y que me atienda con una sonrisa. Muero por pelearme con los importantes, decirles que sin mí no serían nada, hacerles creer que la gente los conoce porque yo estoy en el medio, que su arte o su trabajo no valen nada si yo (y mis colegas) no les ponemos precio o valoración, meterme con su familia, sus hijos, sus padres, sus hermanos, con su pasado, revolver en el fondo del placard y si no encontrase nada para dañar su imagen, inventarlo, difundirlo, tirarlo a los cuatro vientos, para a los tres días salir a decir que alguien tiene una campaña contra ese tipo, que aparentemente está de moda pegarle, que no entiendo por qué esa saña, invitarlo a mi lugar de trabajo y que allí este personaje se enoje con alguien, para que yo lo pueda acompañar en su enojo (y rearmar la campaña de difamación contra ese otro, claro). Quiero recordarle a todos lo que dijeron hace una semana, tres meses o cinco años, y que eso suene como la verdad absoluta, que nunca nunca nunca podrán modificar porque ya lo dijeron, pero yo en cambio, hablaré muy muy bien de uno y a la semana siguiente, haré todo lo contrario y que eso esté bien para mí y los demás tengan que aceptarlo porque son "las reglas del juego". Qué bueno estaría poder decirle a cualquiera que se me antoje "vos estás haciendo mal las cosas" y que el otro, apenas, pueda esbozar un farfulleo que diga que nadie es quién para meterse en su vida, a lo que yo le respondería "ah, pero bien que cuando necesitás, nos llamás a nosotros; no te quejes". Y si el otro intentara hacer lo mismo, meterse con mi familia o conmigo, victimizarme y decir que evidentemente tal o cual es mala persona porque se mete con cosas que no se puede meter. También me parece repiola armar escenas de peleas sin que uno de los personajes se entere, teniendo al teléfono a otro y provocando a uno a que destroce al supuesto ausente. Y además, ganar plata, mucha plata, porque todo lo que yo hago tiene repercusiones en muchos sitios, dada la oferta cultural de mi tiempo y mi país"

-Nadie adivinó de una, señora-dijo el profe-, y estuvieron cinco minutos pensando los compañeros. Milena estaba extrañada de que nadie supiera de qué estaba hablando, y dijo: "¿Nadie mira la tele a la tarde? Yo quiero ser panelista de Intrusos".

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